Los colombianos se han manifestado muchas veces contra el grupo terrorista, ahora también en las urnas. |
Sorprendente fue el resultado de ese
plebiscito, ya que estaban a favor del sí no sólo el ‘oficialismo’ colombiano,
sino la Unión Europea, el Gobierno de Estados Unidos (Obama incluido), el
gobierno y la mayoría de los diputados de España…, incluso el Vaticano con el
Papa Francisco al frente; merece la pena señalar que también eran partidarios
de aceptar cualquier condición de los matones los adalides de la memoria
histórica (¡qué denominación tan inapropiada!), algunos de los cuales exigen
juzgar a culpables de delitos perpetrados hace 60, 80 años (todos muertos) y, a
la vez, claman por que se haga ‘pelillos a la mar’ con quienes estuvieron
asesinando hasta ayer.
Sea como sea, basta comprobar las
exigencias de los narco-terroristas para entender dicha negativa. Para empezar,
el texto propuesto es un tocho de casi 300 páginas en las que todo son buenos
propósitos de carácter político, social, económico…, que nada tienen que ver
con el asunto, vaguedades, generalidades, tópicos y tópicas (pues no se pierde
ocasión de despreciar el masculino genérico), en fin, una verborrea exagerada
y, en un 90%, innecesaria.
La propuesta del Presidente Juan Manuel
Santos y de la banda FARC (o sea, el 10% restante) se sustancia en que los
narco-guerrilleros no pagarían ni un día de cárcel por más sangrientos que
fueran sus delitos, sino que serían ‘condenados’ a pasar una temporada en algo
así como granja de vacaciones; la banda terrorista no estará obligada a hacer
público su patrimonio (según los expertos, puede ascender a cientos de miles de
millones de dólares); los asesinos no tendrán que indemnizar a las familias,
sino que esta obligación correrá exclusivamente a cargo del estado, o sea, del
pueblo cotizante; los pistoleros tendrán una indemnización (idéntica a la que
reciben los familiares de las víctimas); el narcotráfico ejercido sería
contemplado como delito político, por lo que tampoco se exigen ni
responsabilidades ni el cese de los cultivos; los que hasta ayer mataban sin
contemplaciones tendrían dos docenas de representantes en la Asamblea y otros
organismos, directamente y sin la obligación de haber pasado por las urnas; los
gerifaltes de la organización terrorista no serían instados a revelar los
bancos donde ocultan el dinero ni quiénes han sido sus colaboradores en esa ocultación
y en la compra-venta de armamento; tampoco se les pide que digan el paradero de
los casi 50.000 desaparecidos de los que nunca más se supo, ni dónde están los
cuerpos de muchos de los 200.000 muertos…
Pero, en un gesto de valentía y
dignidad, la mayor parte de los ciudadanos de Colombia que votaron dijeron no,
no a ceder en todo ante los terroristas, no a la impunidad, no a la reinserción
subvencionada, no a la presencia política regalada, no a beneficios sociales,
penales y económicos sin contrapartida..., todo lo cual no es un no a la paz,
sino un no a esta propuesta de paz que equivale a rendirse ante el chantaje.
Viendo el asunto desde la distancia puede llegarse a la conclusión de que esa
propuesta pretende premiar al delincuente a cambio de que cese su actividad; en
otras palabras, el documento rechazado enviaba un mensaje claro y peligroso, un
mensaje de cesión y debilidad ante las exigencias de los criminales que se
convertiría en un aliciente para otras organizaciones: si alguien asesina a dos
o tres personas será juzgado como asesino, pero si se integra en banda criminal
y se carga a cincuenta mil, y luego pide tratados de paz, será tratado como un pacifista
y un constructor de la concordia y el entendimiento. Tal cosa es la pretensión
del actual Gobierno de Colombia.
Es oportuno y muy conveniente subrayar que
el ejército y la policía colombianos, así como los sanguinarios grupos paramilitares
afines al gobierno, tienen también su armario lleno de cadáveres y, por tanto, también
aquí habría que entrar, investigar, buscar culpables y juzgarlos. Asimismo, es
preciso leerle la cartilla al máximo defensor del no, el ex presidente Álvaro
Uribe, quien tiene mucha ropa sucia escondida: es casi seguro que negoció con
narcos cuando fue alcalde de Medellín (dominio de Pablo Escobar), estuvo
involucrado en tejemanejes ilícitos con otros políticos (lo que allí se conoce
como el escándalo de la parapolítica), su partido recibió financiación de
procedencia dudosísima, el feo asunto de los ‘falsos positivos’ (ejecuciones
extrajudiciales por parte de las fuerzas armadas para sumar bajas enemigas) y aun
está siendo investigado por la masacre de El Aro (15 campesinos asesinados) a
manos de los paramilitares cuando él era gobernador de la región de Antioquía…,
y eso que se sepa, porque no sería descabellado que aun tenga otras manchas ocultas
en su currículo, corruptelas incluidas.
Sea como sea, puede afirmarse que el
pueblo de Colombia ha dado un ejemplo de valentía y de entereza, de dignidad y honorabilidad,
ya que ha decidido no bajarse los pantalones ni suplicar ante los matones; y
ello a pesar de la potente campaña propagandística del actual gobierno de
Santos y la casi inexistente de los partidarios del no; y también a pesar de
las presiones a favor del sí que llegaban de todas partes; y, por último, a
pesar de que la participación en el plebiscito fue escasa y la diferencia entre
el sí y el no, mínima.
CARLOS DEL RIEGO
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