La ya veterana cantante Madonna, siempre
provocadora, se presentó en el escenario con casi una hora de retraso en un
reciente concierto en Manchester. Tratándose de una descortesía incalificable
que evidencia una falta de respeto impropia de un profesional, la cosa tiene el
agravante del desprecio hacia los pacientes espectadores al no aparecer nadie
para informar y explicar qué pasaba; pero lo de salir lanzando palabrotas
contra los que pagaron y esperaron es ya puro ensañamiento. Esta señora, tras
más de cincuenta minutos de ausencia y silencio, salió diciendo que habían
tenido una avería en la iluminación, y como quiera que los asistentes
expresaron su justa protesta, la soberbia, envanecida y vulgar cantante
obsequió a los presentes llamando machos cabríos a ellos y prostitutas a ellas
(usando los tacos correspondientes).
Al negarse a actuar sin toda su parafernalia, Madonna demuestra que su música es poca cosa sin fuegos artificiales que tapen su escasez artística. |
Siempre han existido artistas preocupados tanto por la
parte artística como por los detalles que hacen que el que acude no tenga
motivo de queja; pero también ha habido, hay y habrá quienes se piensan por
encima de la audiencia y, por tanto, les importa un pito las condiciones de
quienes están al otro lado del micrófono. Entre estos últimos está Madonna, que
entre otras cosas ha evidenciado no sólo su falta de profesionalidad y su mala
educación, sino un complejo de superioridad y un carácter iracundo,
malhumorado, un carácter de cascarrabias enfadado con el mundo. Peor concepto
de la tal se tendrá si se echa un vistazo a su historial; resulta que hace tres
años en Miami tuvo al público esperando ¡tres horas y media!, y cuando se dignó
aparecer ni siquiera se disculpó, ni una sola palabrita para una parte del
público que hubo de irse sin concierto y sin dinero; en aquella misma gira
obsequió con generosos retrasos a la concurrencia en otras ciudades como
Filadelfia o Detroit; y anteriormente, en Londres, tardó tanto en iniciar la
sesión que al terminar ya no había transporte público, con lo que muchos miles
de personas (más de 80.000) se encontraron con que no tenían medio de volver a
casa…, seguro que mientras caminaban se acordaron de ella y su familia. En todos
los casos, la interfecta jamás mostró un atisbo de humildad, al contrario, en
varias ocasiones (como en la reciente de Manchester) adoptó la pose de figurón
engreído, de perdonavidas, de cacique que está por encima de esos pobres
mortales.
Lo de hacer esperar a los sufridos asistentes a un
concierto no es, evidentemente, algo nuevo, aunque sí que lo es lanzar
improperios a quien se queja. Así, todo el que haya pasado por taquilla
recordará las actuaciones que dieron comienzo mucho más tarde de lo anunciado. En
una de Gabinete Caligari el público gritaba, silbaba y pataleaba a causa de que
el trío no aparecía por escena… mientras ellos estaban, impávidos, mano sobre
mano y los pies encima de la mesa. ¿Y aquel de Lou Reed en Madrid en el que el
neoyorquino tardó tanto que el personal se mosqueó y de los insultos pasó a los
hechos? También se puede recordar cuando en lugar de Dr. Feelgood ocupó el
escenario un grupo de zíngaros que hicieron varias veces el número de la
cabra…, hasta que la cosa perdió la gracia y el respetable reaccionó
violentamente; fue en Gijón y el problema era que el guitarrista estaba tan borracho
que no podía mantenerse en pie. Inolvidable (pero por todo lo contrario) fue la
salida a la palestra de Rolling Stones en 1982 en el estadio Vicente Calderón
de Madrid: en medio de la gran tormenta y con apenas una cuarto de hora de
retraso. El dúo El Último de la Fila pedía perdón por apenas cinco minutos, y
los justificaba porque aun había gente entrando…
Si la señora Luisa (nombre real de esta madona)
fuera una auténtica profesional, competente y agradecida al público, se habría
conducido de otro modo. Muchos grupos han padecido problemas técnicos a pocos
minutos de la hora, pero algunos, en lugar de pasar de todo y sentarse a
esperar sin más, han improvisado algo; por ejemplo, uno a quien se estropeó
parte del equipo se puso a tocar en plan acústico hasta que se resolvió la
cosa; otro se quedó sin ampli para el bajo, así que el resto se marcó unas
versioncitas mientras el atribulado bajista iba de un lado a otro tratando de
arreglar el equipo. ¡Y cómo olvidar aquella película en la que, con avería
eléctrica, los músicos entretienen al personal con cualquier cosa, incluso
¡quemando ventosidades con un mechero! De este modo, si el gran artista ha de
demorar su actuación por causa mayor, podría aprovechar la ocasión para
demostrar que lo es, es decir, podría dar algo a los presentes que convirtiera
ese evento en algo inolvidable. Así, si la susodicha fuera una profesional
íntegra y honesta, hubiera hecho acto de presencia a los 20 minutos (tiempo de
cortesía), habría pedido perdón y explicado la causa de la tardanza; e incluso
para demostrar su dimensión artística, podría haber cantado dos o tres temas
con un par de simples acústicas detrás, de manera que el público lo recordara
para siempre y contara a todos esos minutos no previstos como uno de los
grandes momentos de la artista…, en los que él
estuvo presente. En fin, el grande, el inteligente, el verdadero artista
es capaz de hacer de la necesidad, virtud.
Pero la madona Luisa ha dado muestra muchas veces de
lo que siente por sus seguidores: desprecio. Y al ausentarse del escenario
durante una hora deja claro además que, fuera del guión, sin toda la
parafernalia y los oropeles, es incapaz de cantar; en fin, que sin los fuegos
fatuos se le verían mucho sus limitaciones. Lo de insultar y menospreciar a
quien se queja de su indolencia ya es intolerable grosería, vulgaridad reñida
con la música.
A quien ha pasado por taquilla le importan muy poco
los problemas técnicos, no son sus problemas, no tiene la culpa y, por tanto, no
los debe pagar con su tiempo. ¿Puede el pagano ir a sacar la entrada y decir al
taquillero entre insultos y tacos: “oye dame el tique y espera, que se me
estropearon los billetes pero dentro de media hora me traen unos nuevos y
entonces vendré a pagar”? Impensable.
CARLOS DEL RIEGO
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