Esto hubiera esperado a los indios americanos de haber llegado antes ingleses u holandeses. |
Es una constante entre
los que detestan y desprecian a España, tanto españoles como extranjeros: América
hubiera sufrido menos con otros descubridores. Sin embargo, revisando y analizando
cómo actuaron otros en sus colonias se descubre que todo habría sido
infinitamente peor para los americanos.
El Imperio Británico no
dejó continente sin ‘visitar’. En Norteamérica y El Caribe su política sólo
tuvo en cuenta sus propios beneficios, persiguiendo a los indios por todos los
medios (guerras, engaños, infecciones intencionadas); sus sucesores, los
estadounidenses, llevaron a cabo un exterminio sistemático y planificado de la
población nativa (entre otros medios se dispuso la eliminación de su principal
fuente de recursos, el búfalo), cosa que, como es sabido, consiguieron. La
India, desde mediados del XIX, estaba en poder de la Corona Británica después
haber sido ‘propiedad’ de la Compañía de Indias, es decir, Inglaterra
consideraba el subcontinente como una posesión y como tal lo trató. En
Sudáfrica los ingleses lucharon contra los holandeses para hacerse con las
riquezas minerales, y ambos masacraron a la población autóctona para,
finalmente, implantar un régimen abiertamente racista que redujo a los nativos
(así como a todos los que no fueran blancos) a la condición de inferioridad; y
tal situación se mantuvo hasta cerca del final del siglo XX. En China los
británicos pretendieron pagar el té con el opio que extraían de la India, provocado
las Guerras del Opio; toda su acción se hizo según intereses económicos y
políticos. Podría continuarse repasando el comportamiento británico en todo su
imperio sin que el patrón se modificara: represión, racismo, muerte, expolio
(el Museo Británico es buena muestra), y todo supeditado a sus pretensiones
territoriales, comerciales, estratégicas y políticas. Así las cosas, ¿hubieran
dado los ingleses mejor trato a los indios de Centro y Sudamérica?
Holanda jamás miró a
Sudáfrica con ojos distintos a los del racista más radical, de manera que, en
comandita con Inglaterra, legalizó el régimen racista (el ‘apartheid’, de
inspiración nazi) hasta hace un par de décadas. Su vecino, Bélgica, se adueñó
de Congo, territorio que se convirtió en propiedad privada del rey Leopoldo II;
entre 1860 y 1900 asesinaron a entre cinco y diez millones de africanos y
amputaron cientos de miles de manos (los capataces llegaron a usarlas como moneda);
y cuando la situación se volvió escandalosa se quedó en un sistema presidido
por la pura discriminación hasta los 60 del siglo pasado; además, nunca hubo
ninguna intención de organizar o de llevar la democracia que ya había en la
metrópoli. Francia ocupó Argelia de 1830 a 1962; en 1881 se divide a los
habitantes de Argelia entre ‘ciudadanos’ (los colonos franceses) y ‘sujetos’
(los argelinos nativos); éstos carecían prácticamente de derechos, y durante la
ocupación y la subsiguiente guerra de independencia, los franceses recurrieron
continuamente al terrorismo y la tortura; y ello por no hablar de la actuación
de Francia en otros territorios africanos, americanos y asiáticos. La conducta
de Japón en Corea o Manchuria resulta escalofriante, como demuestra la barbarie
(tan o más nazi que los propios nazis) del Escuadrón 731, donde se experimentó
con personas y se torturó de modo atroz; lo peor es que había escuadrones de
este tipo desde Pekín hasta Singapur. ¿Hay algo que haga suponer que cualquiera
de ellos hubiera actuado de modo más humano que España?
¿Alemanes en la América
del siglo XVI? Pues sí. Y su comportamiento fue cualquier cosa menos ejemplar. El
emperador Carlos I había cedido la conquista de las regiones venezolanas a la
Casa Welser (familia de banqueros y financieros de Augsburgo), que desde el
territorio de Santa Ana del Coro emprendieron varias expediciones: Ambrosio
Talfinger fundó Maracaibo, Georg Hohermuth llegó hasta la Alta Amazonia, y
Nicolás Federman hasta Bogotá, todos ellos con una única idea, la búsqueda del
oro y otras riquezas, sobre todo minerales. Como cabía esperar, los
enfrentamientos entre alemanes (que trataron a los indios con la máxima y más
racista brutalidad) y españoles no tardaron en producirse. Y es que los germanos
tenían mucha más avidez por el oro que los extremeños. Federman era codicioso,
feroz y de sangre muy fría, y en su cabeza sólo había un modo de avance: matar
y saquear, hacerse con todo el metal precioso posible y vender como esclavos a
todos los supervivientes; este explorador germano fue detenido y enviado a
Madrid por no pagar a la corona española lo pactado, pero fue el único teutón
que, al final, no dejó la vida en la Amazonía. Hohermuth (llamado también Jorge
Spira), perdió la razón, según el cronista Antonio de Herrera, por su obsesión por
las riquezas; él y la mayoría de su hueste (unos 350 hombres) murieron en una
búsqueda desesperada y enloquecida de tesoros en la selva, comidos por los mosquitos,
hostigados por los indios, debilitados por el hambre, trastornados por la
jungla y, al fin, exterminados por las fiebres tropicales. Al final, después de
casi 30 años de gobernantes y expediciones alemanas, todos sus generales
excepto el mencionado Federman murieron allí; esas escasas tres décadas fueron
“uno de los períodos más brutales de la conquista de nuestro territorio (…).
Armas y dinero, soldados y banqueros, aristas indiscutibles de la hoguera que
su propia ambición avivó” (según Carlos Alfredo Martín en ‘El camino sangriento
de Eldorado: la Venezuela de los Welser’).
Comprobando cómo
actuaron estos otros conquistadores, es fácil deducir que, en caso de haber
llegado antes a estas tierras los ingleses, holandeses o franceses, los indios no
hubieran recibido mejor trato, al contrario, hubieran sufrido mayores calamidades
y tenido peor consideración, ya que nunca nadie habría puesto freno legal a su
avaricia. Además, ni los alemanes en Sudamérica ni los demás en sus colonias pretendían
nada que no fuera la riqueza, no ansiaron ningún hallazgo o conquista de
mérito, no llevaron a cabo acciones gloriosas ni alcanzaron el mínimo triunfo. Asimismo,
todos ellos se condujeron con un racismo y discriminación insoportables, y por
eso no hay mestizos inglés-indígena en ninguna parte del mundo (África,
América, India…), ni holandés-indígena (africano, asiático o americano), ni
belga-africano, ni francés-magrebí, ni japonés-manchú…; sin embargo, el
mestizaje es abundantísimo en Hispanoamérica. Según el hispanista británico
Hugh Thomas (en su obra ‘Felipe II, el señor del mundo’): “El mestizaje fue la
mayor obra de arte lograda por los españoles en el Nuevo Mundo (…). A aquellos
que piensen que se trata de una afirmación obvia les pediría que consideren cuán
raro fue este estado de cosas entre los anglosajones y los indios de
Norteamérica”.
Por último, recuérdese
que la actuación de España en América se produjo tres siglos antes de que se
promulgaran los Derechos Humanos, mientras que ingleses, holandeses, belgas o
franceses masacraron y discriminaron desde sus parlamentos democráticos…
CARLOS DEL RIEGO
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