miércoles, 28 de octubre de 2015

LOS DUDOSOS ESTUDIOS E INFORMES DE LA OMS Cada vez que eleva su voz corre un riesgo muy elevado de meter la pata, más alto que el que aseguran sus desproporcionadas conclusiones sobre el consumo de carne. Claro que la experiencia con sus anteriores informes induce a la desconfianza

Hay que ser mequetrefe para afirmar que esto es cancerígeno, cuando lo que es malo para la salud emocional y sensorial es no comerlo
Enorme conmoción, sentimientos de incredulidad, indignación, alarma social e incluso risa ha producido el informe que en todo el mundo ha publicado la Organización Mundial de la Salud (la OMS) acerca de los peligros de comer carnes rojas. Resulta que, según un comunicado sensacionalista y de dudosas intenciones, comer ciertas carnes eleva la posibilidad de contraer cánceres en unas proporciones que, de ser ciertas, llevarían a casi toda la población a la mortal enfermedad; por otro lado, no parece demasiado perspicaz afirmar que comer carnes ( o cualquier otra cosa) en exceso es malo para la salud…, no se puede decir que ha descubierto la pólvora.

Da la impresión de que la OMS viene a ser algo así como el oráculo de Delfos, de modo que para gran parte de la población (y para ellos mismos), lo que esos señores digan es dogma de fe. Sin embargo, detrás de esa organización están personas, con sus simpatías y antipatías, preferencias, ascendencias, influencias, creencias…, todo lo cual afecta a cada uno de ellos; es decir, nada es verdaderamente objetivo, al contrario, toda investigación, análisis o ensayo depende de quién lo realice y de quién extraiga las conclusiones (los productores de alimentos cárnicos podrían sacar infinidad de estudios que ‘demuestran’ lo imprescindible de comer abundante carne). Además, la OMS ha protagonizado escandalosos deslices, vergonzosos errores y desprestigiantes desaciertos; por ejemplo, ¿alguien recuerda la alarma que provocó con aquello de la ‘gripe aviar’ y los 14 millones de vacunas que obligó a comprar?, y ¡qué decir de su penoso ‘mea culpa’ en cuanto a la gestión del virus del ébola de este mismo año! No se puede olvidar que la mayoría de los ‘expertos’ que emiten estos informes no salen jamás de la oficina o el laboratorio, o sea, jamás ven a un enfermo; ni tampoco es cosa de poco el hecho de que coloquen en el mismo nivel de riesgo el jamón ibérico y el tabaco o el plutonio… , ¡qué disparate! Asimismo, si la OMS está segura que determinados aditivos o ingredientes utilizados en el procesamiento de vacuno y porcino son perjudiciales, que los prohíba sin más, en lugar de avisar de lo perniciosos que son.

Hay ocasiones en que se tiene la sensación de que esta organización hace proclamas aparatosas y sensacionalistas para llamar la atención, para demostrar que hace algo, que sirve para algo. Siguen al pie de la letra eso de que ‘más vale que hablen de uno aunque sea mal’. En fin, que la OMS, a día de hoy, tiene su crédito y prestigio en horas muy bajas.   

Esta organización, que ha perdido tanto peso e influencia como su superior, la ONU, basa sus conclusiones en muchos estudios (400, 600), pero no indica ni quién los hizo, ni de qué modo, ni sobre qué tipo de sujetos, ni cuántos, ni edades, ni antecedentes médicos, ni en qué capas sociales, ni en qué ambientes (¿en el sudeste asiático o en la Patagonia?), ni cuándo, ni cómo ni, en fin, dónde se puede comprobar cada uno de ellos. Por ejemplo, investigando y profundizando se puede saber que algunos de esos trabajos se han hecho con ratones de laboratorio a los que, en algunos casos, sólo se les ha dado a comer carne roja, de modo que no hay que ser adivino para concluir que esos ratones desarrollarán enfermedades. Otros se han realizado a base de encuestas y estimaciones, lo que permite poner en duda su fiabilidad, puesto que no se tiene en cuenta cómo ha combinado el condumio cada sujeto, es decir, si además de filetes y chuletas ha consumido recomendables cantidades de frutas y verduras.

No se debe olvidar tampoco que parte de la alarma viene provocada por los titulares de los medios de comunicación, que extraen una parte, un párrafo que, sin todo el contexto, distorsiona su sentido. También comenten muchos errores los periodistas que traducen, pues la traducción induce al error y en ella también se pierde significado e intención.

Se tomen como se tomen este tipo de informaciones, es conveniente ser escéptico: recordar antecedentes de la entidad que publica, pedir demostración empírica (lo único fiable y científico), pruebas concluyentes, claridad y posibilidad de comprobar los hechos que permiten las conclusiones; y si no hay nada de esto lo prudente es, como mínimo, poner la cosa a enfriar. Lo más curioso del caso es que uno de los responsables del informe, un tal Kurt Straif (con más de político que de científico), declara “no hemos hallado un nivel de consumo por debajo del cual no haya riesgo”…; está claro: comer (desgastas órganos), respirar (oxidas las células) y vivir afectan a la salud y llevan inexorablemente a la muerte.

No es de extrañar que hayan aparecido por las redes ‘servicios gratuitos de recogida de carnes de cerdo y vacuno, incluyendo jamones (aunque estén empezados)’…  


CARLOS DEL RIEGO

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