Muchas grandes multinacionales tienen la mentira como herramienta habitual..., igual que la mayoría de los mortales |
Desde que se tiene constancia histórica se puede
detectar el uso de la mentira. En el año 1274 antes de Cristo se enfrentaron
los ejércitos hititas del rey Muwatalli con los egipcios de Ramsés II;
demostrando el poder de la mentira y la manipulación, los textos jeroglíficos
atribuyen la victoria al egipcio, mientras que los cuneiformes señalan al
hitita como vencedor. Al menos uno (o ambos) mienten, evidenciando que ya
entonces era una certeza la sentencia: en toda confrontación la primera víctima
es la verdad.
Con el paso de los siglos se puede constatar que la
tergiversación de la realidad ha sido una constante en el terreno político. No
hay que ser un estudioso de la Historia para saber que, ya en pleno siglo XX, Goebbels
y Hitler, Stalin y Beria, al igual que todos los dictadores que en el mundo han
sido, han tirado de colosales trolas para tener sometida a la población y mantener
su posición de fuerza. Pero no hay que centrarse exclusivamente en los
totalitarismos: las falsedades y paparruchas son elaboradas y proclamadas por
la clase política en todos los niveles y en todos los sistemas de gobierno; ahí
están los dirigentes separatistas de cualquier país fabulando e inventándose
pasados idílicos e inmaculados con los que mangonear al personal para que los
apoyen y, de este modo, no tener que justificar ni dar cuentas de sus actos; y
también es evidente cómo distorsionan la realidad todo presidente y todo
gobierno.
El ejemplo del 12 de octubre es muy ilustrativo. Palurdos
instalados en alcaldías y otros centros de poder, así como ignorante de toda
clase, rechazan las celebraciones nacionales afirmando que en esa fecha se
inició el ‘genocidio’ en América. Mentira, pues mentira es seguir sosteniendo
una idea en contra de toda prueba. Aun demostrado hasta más allá de toda duda
razonable, sigue siendo necesario recordar que América era un lugar
extremadamente violento, que un pueblo dominaba por la fuerza a sus vecinos,
que los españoles los vencieron (con mucha ayuda local) usando la misma moneda,
que no hicieron nada que no se hiciera en el resto del mundo, que entre el 92 y
el 96% de las muertes de indios fueron debido a enfermedades (un catarro los
llevaba a la tumba), que tarde o temprano hubiera llegado alguien y les hubiera
transmitido los virus y bacterias, que el mestizaje demuestra ausencia de
racismo (¿cuántos mestizos blanco-indígena hay en India, Sudáfrica, Estados
Unidos, Congo, Argelia…?), que aquello ocurrió hace medio milenio y que los que
hoy se rasgan las vestiduras no hubieran actuado de modo distinto… En resumen,
insistir en lo del genocidio es sencillamente mentir.
Y es que la mentira es un recurso, una herramienta
utilizada en todos los estratos de la sociedad. En todos los ámbitos, espacios
y lugares se maneja la engañifa como utensilio multiusos. Así, puede afirmarse
que los publicistas son maestros en el uso del eufemismo, que la prensa se
sirve de medias verdades destacando lo que conviene y arrinconando lo que no
concuerda con sus posiciones, que en las empresas (y no sólo en las
multinacionales) hay catedráticos en el arte de la distorsión de la realidad,
que en las relaciones personales se alcanzan cotas altísimas de creatividad
para llevar a cabo la traición y el ocultamiento, que los abogados construyen
farsas asombrosas y disparatadas pantomimas y enredos.
Incluso en el espacio judicial, un lugar donde la
verdad debería ser el principal objetivo, la mentira y la falsedad son omnipresentes;
se supone que en el proceso jurídico se persigue la verdad, sin embargo no sólo
se permite sino que se entiende como legítimo que los letrados mientan y
mientan…, muchas veces con una imaginación digna del mejor escritor y en otras
ocasiones con una desfachatez ofensiva; peor aun es cuando la trola procede de
las altas magistraturas, pues casi a diario se asiste a enfrentamientos entre
jueces en función de ideas políticas: la primera instancia sentencia en un
sentido, luego la audiencia provincial, después la regional, la nacional, el
Supremo, el Constitucional, el Consejo del poder judicial… van descalificando o
apoyando en función del partido al que se debe el nombramiento
(afortunadamente, las cosas suelen ser distintas en las salas de provincias y
sin política por el medio). En cualquier caso, aunque sólo fuera sobre el
papel, la mentira como argumento legal admisible debería estar erradicada,
puesto que todo el mundo coincidirá en que mentir es inmoral, indigno y
contrario a toda ética. Si los padres aconsejan continuamente a sus vástagos
que no mientan, ¿cómo se puede explicar que el embuste sea un utensilio lícito
y razonable en un lugar donde el principal objetivo es la verdad?
En fin, pasarán otros quinientos años y seguirá
habiendo gentes que mientan y se mientan para no doblegar sus creencias,
opiniones e idearios. Pasarán los siglos y se acumularán las evidencias, pero
siempre habrá quien esté dispuesto a sostener la mentira de que cuatrocientos
españoles acabaron con la vida de millones y millones de inocentes, ingenuos e
inofensivos indios.
Sí, la mentira es tan antigua como el hombre, es una
herramienta tan arcaica como los primeros útiles de piedra, como los bifaces de
hace dos millones de años. Lo que sorprende no es sólo que se trate del recurso
humano más vetusto, sino que siga siendo el más utilizado en todo el planeta.
CARLOS DEL RIEGO
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