Aspecto del producto a comienzos de 2013, mil días después de salir de la cadena de montaje |
Una fotógrafa de Nueva York lleva años sacando fotos
de una hamburguesa de una marca multinacional, de la misma hamburguesa, la cual
no modifica su aspecto ni muestra moho o indicios de putrefacción; de hecho, la
cara del supuesto alimento no ha variado prácticamente nada seis u ocho años
después de que saliera de la ‘cadena de montaje’; la presunta carne, las
patatas, el panecillo…, se han vuelto duros como piedras, pero su apariencia
permanece invariable; asegura la neoyorkina que su perro se interesó por el comistrajo
un par de días, pasados los cuales el objeto dejó de oler a algo, de modo que
el chucho perdió todo interés. Indagando por la red se descubre que no es caso único,
que no son pocos los que han llevado a cabo un experimento similar; así, existe
un vídeo creado por un buen señor que preservó un ejemplar del producto
estrella de la famosa cadena ‘alimentaria’ durante nada menos que ¡19 años!,
con idénticos resultados: el mondongo parece recién salido de fábrica. Otro
guardó ese mismo producto durante un tiempo, lo olvidó durante años, más tarde
lo encontró y, ¡milagro!, tenía la misma e invariable pinta que cuando lo
archivó. Existen, en fin, otros testimonios y documentales con similar
argumento y todos con el mismo resultado: fosilización de la pieza. Aseguran
los expertos que tal prodigio se debe a la presencia de compuestos químicos
como clorotolueno, cloroformo, xileno, estireno…, incluso insecticidas y
pesticidas, transgénicos claro. En fin, que se usan químicos con los que se
conservan los cadáveres en las facultades de Medicina.
El caso es que, a veces, se dejan las sobras del
cocido en el frigo y quedan escondidas detrás de las cervezas; días después son
redescubiertas y, al ir a inspeccionar el hallazgo, se siente un golpe hediondo
en las napias a la vez que el explorador contempla un espectáculo de fibras
lanzadas desde la otrora comida hacia las paredes del envase…, todo envuelto en
una nube con colores diversos…; cosa parecida ocurre con el filete ruso
(equivalente hispano a la tal de Hamburgo).
Sí, parece evidente que la calidad de los
comestibles ha bajado en relación directa a la industrialización del sector;
cierto que (al menos en teoría) todo está muy controlado, revisado, homologado,
pero esta ‘seguridad’ exige la incorporación de un sinfín de aditivos,
elementos añadidos, cuerpos extraños que potencien artificialmente el sabor y logren
que se conserve el buen aspecto, compuestos que proporcionen durabilidad a lo
que en teoría es perecedero, técnicas dudosas... Y aunque aún no se haya
demostrado que todos esos compuestos y manipulaciones repercuten en la salud,
seguro que beneficiosos no son, y de algún u otro modo terminarán por causar su
efecto.
La lista de experiencias que todo el que de vez en
cuando hace algo en la cocina podría ser infinita. Por ejemplo, ¿cuánto hace
que no se echa un filete a la sartén sin que se produzcan las vibrantes y
engorrosas burbujas?; esto demuestra que la res estaba engordada
artificialmente. En este sentido hay que recordar aquel análisis que se hizo al
ciclista Alberto Contador, el cual desveló que el campeón tenía en su sangre
0,00000000005 gramos de anabolizante…; el caso es que si tal test se hace a
cualquiera que haya consumido recientemente vacuno, porcino o aviar, el
resultado seguro sería descalificante y sancionable en el ámbito deportivo.
Pero no sólo los productos cárnicos están afectados
por la industrialización, la cual consigue abaratar precios a cambio de rebajar
también la calidad, e incluso la salubridad. Unos ejemplos. Cuando hace cuatro
o cinco décadas el ama de casa compraba un kilo de fresas, el aroma invadía
toda la casa, haciendo imposible sorprender con el postre; hoy se puede pasar
al lado de una montaña de fresas sin que el mínimo olor llegue a las fosas
nasales, y además, al cortarlas suenan como si fueran manzanas. Si se compra en
el súper un kilo de cacahuetes, a la hora de cascar y comer sólo se encontrarán
piezas con uno o dos frutos, nada más; sin embargo, hace unos cuantos años un
chaval se hacía con un cucurucho de maní (alguno decía ‘cacagüeses’) y se
topaba con piezas de uno, dos, tres, cuatro y, alguna vez, hasta cinco frutos…;
por alguna razón, la industrial encuentra más rentable producir exclusivamente
sólo los de uno o dos. Hubo un tiempo en que al anunciar los plátanos de
Canarias se explicaba, entre otras ventajas, que esta fruta no exigía el uso de
cuchillo para separar la piel; despellejar hoy a mano una de estas amarillas
piezas es prácticamente imposible sin aplastarla. ¿Alguien ha comido últimamente
tomates con sabor a tomate?; seguro que los hay, pero no en fruterías
tradicionales, mercados o autoservicios. Raro será, en resumen, el ciudadano
que no tenga sus propias experiencias al respecto.
Parece ejercicio de nostalgia, batallitas del abuelo
Cebolleta, pero pocas cosas hay tan evidentes como la caída de la calidad de
los alimentos desde que se ha impuesto la industrialización: de ellos han huido
el sabor, el olor, la textura, la calidad…, por muy buena facha que presenten.
CARLOS DEL RIEGO
y dudo mucho que en alguna parte del globo terraqueo queden semillas de los tomates como los que sembraba mi padre en la huerta...
ResponderEliminarSí, y es una cosa terrible y, seguro, con consecuencias imprevisibles. Gracias. Saludos.
Eliminarhttp://www.elmundo.es/el-mundo-tv/2015/01/29/54ca6c57268e3eac158b456e.html
ResponderEliminarPero vamos a ver, amigo Carlos, ¿cómo un leonés de pro se pone a hablar de la comida más industrializada que te puedas echar a la cara, la hamburguesa? Por un momento creí que te referías al anuncio al que nos lleva el enlace adjunto... pero no... :-)
Hoy, es sabido, nos movemos entre dos extremos. Por un lado la comida basura y por el otro, la alta cocina, tan alta que no es accesible para el común de los mortales. Así que vamos a quedarnos con platos más sugestivos. No hace falta que te resalte algunos como el cocido maragato, el botillo del Bierzo, el lechazo, la cecina, el bacalao, las sopas de ajo... ¿sabes de qué te hablo? Cuando te lo permita la nieve busca la primera casa de comidas... Un abrazo. Andrés Quintero.
Amigo Andrés, no, no me refería a ese anuncio esperpéntico y disparatado. He puesto esa falsa comida como ejemplo, pero la intención es subrayar cómo han cambiado los alimentos. Lo de la alta cocina... no le he cogido el gusto y, desde luego, prefiero cualquiera de esos fabulosos platos que mencionas, sobre todo el cocido (el que hace mi madre es absolutamente irresistible)... Un abrazo con sopa y garbanzos. Carlos
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