Aunque parezaca increíble, hay quien cree ver un caballo con cabeza de conejo y cuerpo de conejo. |
Lo más sorprendente no es que haya individuos que
traten de colocar una paparrucha de tal calibre, sino que haya personas (y no
pocas) que estén dispuestas a creerse tal prodigio. Y sin embargo así es. Una farsa
semejante se está representando en diversas partes del mundo: El pueblo
venezolano, cuando votó al líder bolivariano, se creyó la superchería: “Un
Salvador con cabeza de Hugo Chávez y cuerpo de Hugo Chávez”; y tan
profundamente interiorizaron la maravilla, que les está resultando muy difícil
darse cuenta de que no hay forma de cabalgar un conejo; a pesar de todo, los
feriantes caraqueños siguen insistiendo en que el brioso corcel que hoy tira
del país es el sucesor de aquel gran semental, o sea, que todos los males del
país (desabastecimiento, corrupción, pobreza, delincuencia descontrolada) son
culpa de los que se empeñan en ver conejos, cuando lo que hay son caballos
aunque tengan cabeza y cuerpo de conejo.
El poder de sugestión de los impostores populistas
debe resultar irresistible para muchos en ciertas circunstancias, pues aquellos
siempre encuentran masas que les escuchen con devoción y con una total
disposición a creer en sus palabras por muy disparatadas que sean. Los
argentinos confiaron en que la solución a todo consistía en montar en “un
caballo con cabeza de Perón y cuerpo de Perón”, y pasadas décadas, siguen
tratando de galopar a lomos de conejos, con resultados lógicos y naturales. El
problema es que los abundantes ejemplos sudamericanos se están extendiendo,
hasta el punto de que en la vieja Europa, en Grecia, gran parte de su población
ya ha digerido la idea: “unos políticos capaces y honestos con cabeza de
charlatanes y cuerpo de charlatanes”; así, los recién llegados con el bálsamo
de fierabrás acusan de todos sus males a los de fuera, cuando lo cierto es que
en la histórica Hellas había personas de 60 años cobrando pensión de orfandad y
hospitales públicos con cinco jardineros y sin jardín…, por ello no es de
extrañar no quieran ver la viga en el ojo propio.
Los buhoneros han instalado su feria también en
España. De este modo, los recién llegados a la política tratan de atraer al
personal con las típicas arengas del feriante timador modernizado, cuya barraca
se ha transformado en televisión: “Un Ghandi con cabeza de Iglesias y cuerpo de
Iglesias”, o “unos genios de la política con cabeza de sectarios y cuerpo de
sectarios”. Como era de esperar, no ha faltado gente ansiosa de creer. Y no le ha
importado a esa gente que los mesías que van a salvar al país empiecen a estar
manchados por asuntos dinerarios (y eso que aun no han tenido acceso a fondos
públicos), ni que hayan negado la libertad de expresión a discrepantes
(boicotearon e impidieron que políticos rivales dieran una charla en “su”
universidad), ni que demuestren su fanatismo ciego viendo mensajes
reaccionarios en pelis como ‘El rey león’ o ‘Peter Pan’ (el garfio del Capitán
Idem, afirman, es un símbolo peyorativo de la hoz comunista…, y eso que el
libro con tal personaje es anterior a la Revolución Rusa); nada de eso hace
mella en el dogma de fe que los mesías de la política española han conseguido
implantar en gran parte de la población (a la hora de la verdad la cosa no será
tanto como anuncian las embaucadoras encuestas).
En fin, si un animal tiene cabeza de conejo y cuerpo
de conejo no podrá ser otra cosa. Del mismo modo, un político es un político, y
no hay nada que se parezca más a uno que otro, independientemente de creencias,
partidos y proclamas; todos, sin mirar siglas o nombres, recurrirán a las
mismas tretas, trucos y manipulaciones, tal y como se está demostrando con los
bisoños que van a arreglarlo todo con ‘la purga de Benito’. ¿Que pillan a uno
de los suyos con pasta dudosa?, todos sin excepción reaccionan del mismo modo:
“es mentira, yo no sabía nada, es un ataque a nuestro partido, etc”. Por poner
un símil cotidiano, los políticos son como los futbolistas, ¿acaso un defensa
no agarrará, empujará o trabará al delantero si el árbitro no mira?, pues los
profesionales de la política harán igual. Lo verdaderamente inusitado es que,
pase lo que pase, hay verdaderas multitudes dispuestas a creer a pies juntillas
todo lo que diga su redentor…, aunque tenga cabeza de político y cuerpo de
político.
CARLOS DEL RIEGO
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