Chiquilicuatre |
Ruiz Mateos |
Gi |
Aunque parezca innecesario, conviene recordar que en
aquellos cruciales años (la segunda mitad de los años 70 del siglo pasado), los
ciudadanos españoles dijeron sí a las leyes de reforma política y,
posteriormente, al referéndum que consagró esa denostada carta magna española;
y todo ello con una participación masiva y con porcentajes de apoyo en torno al
90%. Esto quiere decir que esos que afirman que se hubieran posicionado en
contra, en realidad habrían estado entre los que no deseaban una democracia para
el país, que básicamente eran los grupos de extrema derecha (Falange, Fuerza
Nueva), pues el resto de las opiniones políticas expresaron sin la menor duda
su respaldo. En fin, que la legión de irritados (con razón) contra la clase
política parecen haberse reunido en torno al partido político que asegura poder
solucionar los problemas.
Iglesias, un producto mediático como los otros, pero nada más |
Este tipo de formaciones políticas cuentan con
respaldo importante en momentos de crisis económica: así fue en Italia con Movimiento
5 Estrellas, así es en Grecia con Siryza y así parece ser en España con Podemos
(a la hora de la verdad, no será tanto); lo malo es que también fue un partido
con promesa de salvación para todos el que acabó con la República de Weimar en
la Alemania de los años 30 del siglo XX (no es preciso recordar el nombre de
aquel partido). Sea como sea, nadie debería creerse que hay quien tiene la
varita mágica que va a resolver todo, pues no existe bálsamo de Fierabrás que
todo lo cura. Nada de eso, no existen soluciones simples a problemas complejos.
Por ejemplo el problema de la corrupción, lacra que es cosa de las personas, de
que se sea más íntegro o más deshonesto, sin que en realidad nada tenga que ver
la ideología, ya que el deporte del trinque se practica en todos los partidos,
en todas partes; además, las cabezas visibles del partido liderado por el
homónimo del fundador del Psoe tienen, antes incluso de tomar contacto con el
poder, no pocas sombras de incorrecciones monetarias, así como sospechas de
nepotismo, amiguismo y endogamia en su ámbito profesional (la Universidad, que
en algunos casos funciona como un estado dentro del estado). Otro problema que prometen solucionar es el de la
deuda externa, ya que, llegado el caso, se negarían a pagar, aunque también
dicen que si fuera necesario se pediría más dinero prestado (es difícil creer
que se te preste algo cuando alardeas de no hacer frente a tus números rojos).
En fin, que prometen dinero y subvenciones para todo ciudadano necesitado, y
para explicar de dónde lo van a sacar señalan la lucha contra el fraude y el
aumento de impuestos, como si no fuera éste un capítulo al que se aplican con
diligencia todos los gobiernos.
Las soluciones simples y rápidas enunciadas desde la
ausencia de responsabilidades son muy fáciles de presentar y defender, pero
luego la realidad se impone, y lo que desde la barrera parecía una oveja, en el
centro de la plaza es otra cosa mucho más temible. Por otro lado, ese tipo de
creencia en el remedio facilón es característico de personajes surgidos de los
medios, sobre todo la televisión y las redes sociales, y/o de criaturas convencidas
de poseer el monopolio de la verdad. Dejando a un lado sus sospechosas
preferencias (por citar una, sus declaraciones evidencian más proximidad a
terroristas, a todo tipo de terroristas, que a víctimas), las cabezas del grupo
político que se ufana de poder, en realidad son productos exclusivamente
mediáticos. Así, salvando las distancias, su líder no deja de recordar a tipos
como Ruiz Mateos (con sus declaraciones y poses esperpénticas), a Jesús Gil
(con su tono desafiante y chulesco) e incluso al ya olvidado y patético ‘Chiquilicuatre’;
todos son productos con buena imagen en cámara, pero lejos de los platós se les
ven las costuras, los rotos y descosidos. Así, ¿alguien estaría de acuerdo en
que personas como estas metieran mano a la Constitución?
La crisis obliga a España y otros países a caminar
cerca del abismo, pero siempre será mejor eso que lanzarse a él directamente.
Por eso, una opción política que tiene como una de sus bases el
desmantelamiento en profundidad de la Constitución, lo que está asegurando, lo
que está prometiendo, es que dará los pasos necesarios para caer por el
precipicio. Cierto que la Constitución del 78 no es perfecta, cierto que
contiene algunas cosillas con las que muchos hoy no están, razonablemente, de
acuerdo (comunidades autónomas, senado, subvenciones…), pero claro, a toro
pasado es fácil ver las imperfecciones, o sea, el lunes es fácil acertar la
quiniela. Los Podemos garantizan rehacer ese texto que contó con un respaldo
masivo sin tener en cuenta que, precisamente ese texto, es el que ha permitido
que ellos estén donde están. ¿Hay demócratas dispuestos a confiar en quienes
exigen ilegalizar o, al menos, poner un cordón sanitario en torno a cierto
partido?, ¿no preferirían pegar una estrella de David en las chaquetas de sus
miembros y simpatizantes?
Del mismo modo que el enfermo desesperado recurrirá
incluso al curandero, al hechicero y al vidente, hay que estar verdaderamente
mal para confiar en quien promete remedio infalible a base de abracadabra. En
ambos casos la realidad será, con total seguridad, el fondo del precipicio.
Lo cual no quiere decir que lo que hay es lo ideal.
CARLOS DEL RIEGO
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