Piropos callejeros de este jaez están más en desuso que los curas de esta imagen de Catalá-Roca |
Sea como sea, el asunto demuestra un par de cosas.
Primero que en ese consejo general no deben tener mucho que hacer, pues es fácil
encontrar numerosas causas de mayor interés y provecho para la población por
las que elevar la voz. Segundo, que quienes integran esta cuadrilla están lejos
de la calle, ya que la cosa no puede estar más en desuso; la imagen de
viandantes y obreros diciendo vulgaridades y ordinarieces a ‘Mari’ se ve menos
que el Nodo. Así, lo que muestra el vídeo de la mujer que, paseando por Nueva
York, es piropeada, mirada de soslayo y aludida toscamente (si es que no está
manipulado), es prácticamente imposible que suceda aquí (seguro que este vídeo
ha influido en la ocurrencia de la señora del observatorio); y además, hay otro
vídeo similar en el que el protagonista es un hombre. Asimismo es fácil
observar que las féminas han adoptado en las últimas décadas actitudes y
comportamientos hasta hace poco exclusivos de los hombres, como la costumbre de
soltar tacos continuamente y proferir amenazas e insultos groseros, o como el
auge de las fiestas con ‘stripers’ masculinos exclusivas para mujeres; en ese
sentido, también se han soltado la melena a la hora de tirar flores y lisonjas
a los chicos (a veces con varonil zafiedad), aunque sólo en ambientes de
confianza y familiaridad.
Hay que entender que se refiere la consejera Carmona
a quien se dirige a una desconocida por la calle; es decir, no tendrán igual
consideración las zalamerías y cucamonas a una desconocida en la acera que los
cumplidos, más o menos bastos, a la compañera de trabajo que devuelve una
sonrisa. ¿Y decir a una mujer cosas como ‘¡qué ingeniosa eres!’ no es, en
realidad, una alusión evidente a su intimidad? Si se reflexiona detenidamente
sobre el asunto, se puede concluir que hay más atentado a lo estrictamente íntimo
cuando un desconocido se te acerca y te pregunta por qué partido votarás o cuál
es la radio que más te gusta; estos abordajes callejeros sí que son, sin duda,
mucho más atentatorios a la intimidad que el piropo (no confundir con la
grosería, que es más insulto que otra cosa), puesto que, en puridad, las
palabras zafias y rastreras se refieren no a la intimidad, sino exclusivamente a
la superficialidad, a lo que se ve por fuera. En todo caso, el ya muy
inhabitual (y más bien palurdo) ‘¡tía buena!’ a una desconocida sentará mal a
unas y no tan mal a otras, pero parece exagerado darle importancia judicial,
salvo que la cosa no se quede ahí y se convierta en verdadero acoso, que ya es
otro cantar.
Otro aspecto desde el que analizar el tema es el de
la comparación con otras controversias más o menos relacionadas. Por ejemplo: si
la libertad de expresión incluye infamar, denigrar, menospreciar, insultar a
otras personas, instituciones o religiones, ¿el piropo debería tener idéntica
consideración y ser valorado como libertad de expresión?; o lo que es lo mismo,
largar una grosería a la viandante solitaria ¿es cosa peor que vocear, editar,
publicar que la única iglesia que ilumina es la que arde o que los banqueros
son todos ladrones? ¿No invade más el derecho personal el insulto? ¿Y la
invasión telefónica, casera o callejera sobre gustos y preferencias, o
propagandística, a que se somete al ciudadano? Asimismo, si el piropo es considerado
evidencia punible de machismo ¿no deberían verse con idénticos ojos las groseras
y explícitas imágenes que la publicidad vierte continuamente en televisión?
En fin, que levantar tanta polvareda por cuestión
tan escasa supone una desproporción casi hilarante. Sobre todo teniendo en
cuenta la levedad con que el poder judicial mira otros actos más gruesos, incluso
delitos graves.
CARLOS DEL RIEGO
En el CGPJ no tienen nada bueno que hacer, lo cual no les impide embolsarse al año unos 110.000 euros por barba (netos), más viajes y gastos. Entre los más desocupados y ociosos habitantes de aquella casa se encuentra sin duda el presidente del "observatorio" de la violencia de género, que se siente obligado (u obligada, que ya me hago un lío) a decir "algo" de vez en cuando, aunque sea una tontería monumental. No se da cuenta esta buena señora de que nada perjudica más la lucha contra la violencia contra las mujeres que asimilar indiscriminadamente los verdaderos actos de violencia con comportamientos más o menos educados desde el punto de vista social. Como escribió hace años un eximio profesor, el Código Penal es "el juguete favorito de los políticos". Lo malo es que sus juegos los acabamos pagamos todos a un alto precio.
ResponderEliminarAmigo Alfonso, ese es el asunto, que no tienen gran cosa que hacer. Me parece muy interesante tu observación de que parecen pretender equiparar verdadera violencia con halagos o incluso con lo que es una grosería que, por otro lado, está en total desuso. Sí, los políticos manipulan todo, empezando por el Código Penal, según conveniencia política. Lo que me deja de piedra es que haya tantos disfrutando de puestos como estos, que son "de poco esfuerzo y mucho provecho". Gracias, saludos
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