“Si yo he conseguido ser feliz cualquiera puede ser feliz” dijo Tina Turner a finales del siglo pasado. La emblemática artista no pudo superar las enfermedades que la venían atormentando desde hacía décadas. Durante su infancia y juventud su vida lejos de escena fue de pesadilla, sin embargo, cuando se encendían los focos y los músicos le daban la entrada, su trayectoria profesional siempre fue de ensueño. Un contraste abrumador
Muchos iban a sus conciertos no tanto por sus canciones, que también, como por ella misma, por ver en primera persona aquel huracán, aquel torrente de pasión desbordado, para sentir la potentísima presencia de una artista excelsa. Murió Anne Mae, la tenaz y durísima chica negra del sur de EE UU que escapó de todos los cepos que le puso la vida. Pero queda para siempre Tina Turner, la explosiva cantante que ponía al público en ebullición. La vida de Anne Mae y la de Tina parecen incompatibles: aquella sufrió tanto en casa como ésta disfrutó del estrellato.
Su trayectoria personal, al menos hasta que se separó del despreciable Ike, la obligó a encajar un golpe tras otro, físicos y morales. Nació en el profundo sur, allí donde los negros seguían siendo poco menos que esclavos y totalmente discriminados. Sus antepasados recogerían toneladas de algodón. Su padre abusaba de su madre, que un día se cansó y los abandonó; el maltratador también se largó. Quedó con una prima mayor que, al cabo de un año, murió atropellada por un coche. Volvió su madre. Aun adolescente entró en el grupo de Ike Turner, y con 18 años quedó embarazada del saxofonista; su madre, al enterarse, la echó de casa. Se fue a vivir con Ike y allí volvió a quedar embarazada…, de un hijo del propio Ike. Se casó con éste (1962) y adoptó a sus dos hijos, a la vez que su hijo anterior (el del saxofonista) tomó el apellido Turner.
Entonces empezó el maltrato físico y sicológico de Ike sobre Tina. Palizas, golpes con cualquier cosa que tuviera a mano, desprecios, insultos, más palos, infidelidades y cuernos, burlas y humillaciones en público y, a todo esto, más y más palos…, no sorprende el intento de suicidio poco antes de un concierto en 1968. El divorcio y la liberación llegaron en 1976.Y más cuando, en 1985, conoció al productor alemán Erwin Bach, que se casó con ella y se encargó de mimarla el resto de su vida, e incluso le donó un riñón. Y es que la salud de Tina siempre estuvo cerca del colapso: hipertensión arterial, cáncer intestinal, insuficiencia renal (años de diálisis), un infarto cerebral (ictus) que la obligó a volver a aprender a caminar, entre otros múltiples achaques. La salud tampoco tuvo piedad de ella y, por si fuera poco, tuvo la desafortunada idea de pensar que todo se solucionaría con homeopatía, y cuando volvió a la medicina científica todo se había agravado. Y no hay que olvidar la muerte de sus dos hijos biológicos, uno de los cuales se quitó la vida. Sin duda, su vida personal no es nada deseable.
Donde sí fue afortunada Tina Turner fue en el mundo del espectáculo. Tina ya deslumbraba con el grupo de Ike hasta convertirse en la verdadera estrella. Luego, cuando se liberó de su alcohólico, drogadicto e indeseable marido inició una más que exitosa carrera en solitario. Docenas de álbumes llenos de clásicos, varios números uno y éxitos mundiales, giras multitudinarias por todo el planeta, admiración pública, duetos y colaboraciones con los más grandes del género (y más allá); ocho premios Grammy y unas dos docenas de nominaciones, varias ‘canción del año’ y ‘álbum del año’; actuaciones estelares en películas tan emblemáticas y señaladas como ‘Tommy’ o ‘Mad Max 3’; recepciones en la Casa Blanca con los presidentes rendidos a su talento… Tina Turner era ya mucho más que una cantante de rock, de blues, de soul…, era una leyenda viviente.
La vida le puso la mejor cara y a la vez la peor. Los dos extremos, tragedia y felicidad, en una sola persona, en una sola vida. Tina pudo con todo. Aun así, ¿qué es más deseable, una vida sin tanto bueno y a la vez tanto malo o una menos extremada?
CARLOS DEL RIEGO
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