Esta señora que parece va a morder el cuello del calvo, se llama P. McCormack y quiere que todo integrante del género humano sea eliminado en beneficio del planeta
Una de las características de una
parte del pensamiento del siglo XXI es el extremismo, llevar las ideas más allá
de cualquier razón y, por tanto, pensar que todo es sacrificable para conseguir
hacer realidad esa idea; y ello independientemente de que el objetivo sea
deseable o no. Uno de los terrenos donde más abunda el fanatismo más ciego es
en el ecológico, en el ambientalista, donde ya hay quien propugna la extinción
del ser humano como única forma de preservar plantas y animales irracionales
Cuestiones como esta muestran que el
bienestar y la ausencia de preocupaciones vitales que se ha conseguido en las
democracias occidentales mueven a muchas personas a buscar obsesivamente problemas
que solucionar; es decir, no son pocos los occidentales bien situados económica
y socialmente que se buscan problemas típicos de quien no tiene verdaderos
problemas. La idea más extrema que se ha planteado es la que propugna que lo
mejor para las plantas y los animales irracionales, lo mejor para el planeta,
es la extinción de la Humanidad. Pero también hay otras, como la que practicaba
la esposa de Gandhi, que no comía carne (claro) ni vegetales que hubiera que
arrancar, cosechar o coger del árbol, nada, ella sólo comía lo que ya estaba en
el suelo y cuyo destino era la descomposición…
La idea es que los seres humanos se
destruyan a sí mismos en beneficio del planeta, de las plantas y de los
animales irracionales (ante esto cabe preguntarse por qué los irracionales han
de tener más derecho a la vida que los racionales). En otras palabras, los
fanáticos extremistas del medio ambiente han llegado a la conclusión de que la
Humanidad no es sostenible, y por tanto tiene que dejar de existir (aunque ninguno
de ellos quiere ser el primero…), y por ello plantean que es preciso elegir
entre Naturaleza y Humanidad, y ya han tomado su decisión a favor de la
primera.
La escritora y profesora australiana Patricia
MacCormack es la autora del libro de cabecera de esta corriente: ‘El manifiesto
antihumano: activismo para el fin del Antropoceno’ (2020). En este panfleto
desquiciado (propone disparates) y fascistoide (su fin es matar) exige “el fin
de todo lo humano, conceptualmente y como especie”. Y para conseguir ese
propósito, esta individua que encarna el pensamiento hitleriano, estalinista y
maoísta, propone “la desaceleración de la vida humana mediante el cese de la
reproducción (…) el suicidio y la
eutanasia” (vuelve a plantearse aquí la pregunta ¿por qué no da ejemplo y ella
es la primera que libera al planeta de su propia existencia?).
Dejando sentado que esta forma de
pensar (¿) es una barbaridad insostenible desde cualquier punto de vista ético
o moral, caben otras consideraciones. Por ejemplo, puede afirmarse que quienes
exigen la muerte de todo ser humano hubieran estado encantados en Auschwitz y
serían entusiastas de las cámaras de gas, serían defensores de los gulag
soviéticos, de los campos de reeducación maoístas…, lo cual conduce al fascismo
más sanguinario y genocida, pues exige la muerte de todo el que tenga genes
humanos. También podría asegurarse que los anti-humanidad también son
anti-naturaleza, ya que el Hombre es un producto de la Naturaleza y, por tanto,
tratar de suprimirlo es un auténtico pronunciamiento, un alzamiento contra
Natura. Por último, es evidente que esta gente rechaza totalmente los Derechos
Humanos, ya que el primer derecho es la propia vida. Lo dicho: puro nazismo; a
propósito, Hitler también amaba a los animales, como demuestra el hecho de que
sólo mostró verdadero cariño por sus perros, y promulgó la primera ley
animalista de la historia, y era vegetariano…, aunque hizo lo imposible por
matar a millones y millones de personas. Él estuvo cerca de conseguir lo que
exigen los anti-humano, lo que lleva nuevamente a la equiparación de unos y
otro. Y como, llegado el momento, los nazis no dudaron en suicidarse, la
analogía parece más que apropiada, oportuna.
En resumen, los anti-humanidad desean la
muerte para toda persona, con la eutanasia, el suicidio y la esterilización
como herramientas. Es otra evidencia de que la ideología, por bienintencionada
que sea, termina por embrutecer, nublar la razón y esclavizar a la persona.
CARLOS DEL RIEGO
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