Igual que los políticos, magnates como Bill Gates se creen con derecho a contaminar porque donan dinero para luchar contra la contaminación
Han pasado totalmente desapercibidas las palabras con las que el magnate Bill Gates justificaba su derecho a viajar en avión privado; más o menos vino a decir que “como yo dono miles de millones de dólares para combatir los efectos del vertido de gases contaminantes a la atmósfera, tengo derecho a viajar en avión y contribuir a contaminar”. Pocas veces se habrá visto una muestra más descarada de hipocresía, sin embargo, muchos otros millonarios y poderosos hacen y dicen lo mismo sin que nadie se lo eche en cara
Es una de las características que nunca faltan en el modo de pensar de los ricos y poderosos: “yo tengo y exijo derechos que el resto de la población no tiene y no puede exigir”. Y este es exactamente el pensamiento de Bill Gates, que viene a manifestar que sus miles de millones de dólares le dan bula para contaminar y verter a la atmósfera lo que quiera, mientras que quienes no tienen todo ese dinero deben sacrificarse y no viajar en avión. En otras palabras: sus millones le dan derechos que los pobres no tendrán jamás. Es como si diera miles de millones para salvar del hambre a miles de niños y, teniendo en cuenta ese gesto, exigiera el derecho a matar a unos pocos: “Como salvo a miles, puedo matar a unos pocos”, pensaría el oligarca. En el culmen de la hipocresía, el opulento personaje se ha atrevido a publicar un libro titulado ‘Cómo evitar un desastre climático’, en el que da unas directrices para combatir ese desastre…, pero los consejos, normas e instrucciones que ofrece son para el resto de la población, no para él, que como tiene y dona mucha pasta para la causa, está exento de cumplir lo que a los demás exige.
En realidad es así como piensan los que han acumulado millones y/o poder, pues tal es la mentalidad de magnates y políticos de alto rango. No se puede olvidar que un verdadero mamotreto como Al Gore fue recompensado con el Premio Nobel de la Paz por un documental titulado ‘Una verdad incómoda’, en el que daba instrucciones para ‘educar’ al ciudadano acerca del calentamiento global; sin embargo, él iba a presentar ese documental por todo el mundo (según él ha ofrecido más de mil presentaciones) a bordo de un avión privado que vertía a la atmósfera miles y miles de toneladas de gases contaminantes. Otra muestra de máxima hipocresía y fariseísmo: denuncia que la población viaja y, por tanto, contribuye a contaminar, a la vez que él, viajando en sus aviones privados, ensucia la atmósfera mucho más que cualquier ciudadano en toda su vida.
Asimismo operan y piensan los grandes empresarios que usan el gancho propagandístico del cuidado del planeta como si fuera una cuestión que preocupara a su empresa, mientras en su vivir cotidiano ensucian y contaminan sin siquiera reparar en ello.
Igualmente se puede decir de los presidentes de gobierno y políticos de alcance internacional que, periódicamente, se reúnen para tratar el asunto de la contaminación. Todos, todos sin excepción, propugnan para los ciudadanos currantes y contribuyentes una serie de medidas restrictivas, mientras ellos viajan y contaminan sin el menor atisbo de vergüenza. Es el modo de pensar del que se siente muy importante: por ello, por ser quien es, exige tener unos privilegios, licencias y regalías que niega a los ciudadanos de a pie.
¡Hay que tener cara dura, ausencia de moralidad y pensamiento supremacista para exigir a los demás aquello que no se exige a uno mismo! Como tienen millones y/o poder, reclaman bulas y derechos que niegan al pobre y al donnadie.
Es una evidencia inequívoca del desprecio y superioridad con que, unos y otros, miran al ciudadano de a pie.
CARLOS DEL RIEGO
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