Lo que se anunció como una batalla del heavy, representado por Black Sabbath, contra el punk, Ramones, terminó con estos bombardeados y expulsados del escenario por el público
“No hay negocio como el negocio del espectáculo”, gustan decir quienes se dedican a ello; y en ello cabe perfectamente lo que sucede en el negocio del rock & roll que, en realidad, es puro espectáculo. Iggy Pop vio a unos disparatados The Doors y decidió dedicarse al rock. Ramones se enfrentaron a Black Sabbath en un combate de punk contra heavy. Y los AC DC tuvieron que mostrar en la Inglaterra de 1976 que no eran punks y que eran mucho mejores que Stranglers
Sólo en el mundo del rock & roll en sus años dorados podían ocurrir sucesos como estos, que no son más que una pequeñísima muestra de lo que ha dado de sí este ‘invento’ que, por otra parte, sólo existe desde hace apenas setenta años (aunque hace décadas que el rock & roll no llama tanto la atención, no escandaliza e incluso sigue ciegamente las consignas del poder). Todos los que tienen un nombre en el parnaso del rock podrían contar infinitas batallitas, y casi siempre resultan tan disparatadas como cómicas e incluso ridículas.
El incombustible Iggy Pop era un culo inquieto desde niño, y el rock & roll ofrecía el salvajismo y ausencia de reglas que él (sin saberlo) deseaba. La chispa que lo convenció fue un concierto de The Doors en la Universidad de Michigan el 20 de octubre de 1967. Él mismo recordaba: “Era un concierto para el baile de bienvenida de los estudiantes y sus chicas. Iban a ver al grupo que había triunfado con el provocativo ‘Light my fire’, que había estado tres semanas en el número uno en el verano de aquel año. Jim Morrison iba deslumbrante, de cuero de arriba abajo y con una camisa con volantes, de modo que los chicos empezaron a decir, ¿de qué va ese marica? Y por si fuera poco, empezó a cantar en falsete, cosa que enfureció aun más a los universitarios. Sin embargo a mí me encantaba cómo Jim los estaba cabreando, me pareció genial, me causó una enorme impresión”. Iggy Pop recuerda perfectamente aquel concierto: “No duró más de quince o veinte minutos, puesto que el público no dejaba de insultar y amenazar a Jim, quien no sólo no tenía intención de parar sino que seguía y seguía incitando a los chavales… hasta que lo sacaron del escenario. Yo pensé que ese tío que era número uno era también capaz de provocar, y entonces llegué a la conclusión de que yo también podía hacer eso y que tenía que hacerlo ya”. El teclista, Ray Manzarek recordaba: “Cuando íbamos al concierto decidimos parar a tomar un helado, pero Jim nos gritó que el helado es para niños y que él quería whisky, así que paramos en una licorería y compramos una botella. No la compartió, y cuando llegamos Jim estaba borracho como una cuba”. Lo que pasó luego es lo que contó Iggy.
En 1978 los neoyorquinos Ramones acababan de editar su cuarto Lp ‘Road to ruin’, pero la banda, aunque tenía seguidores incondicionales, no contaba con ventas millonarias. Por eso, su agente pensó que conseguiría muchos seguidores si el cuarteto era incluido en una serie de conciertos de grupos de heavy, como Foreigner, Rick Derringer o Black Sabbath. Así, en diciembre de aquel año Ramones iba a telonear a éstos últimos en California, y para dar más mordiente al asunto los organizadores pensaron en presentar la velada como un combate entre el punk y el heavy rock. Empezó el concierto con los tres temas con los que empezaban entonces (incluyendo el ‘Blitzkrieg bop’) y el personal los recibió muy bien y aplaudió, pero cuando trataron de seguir el ambiente cambió, puesto que la mayoría aplastante del público era cien por cien metalero: las latas de cerveza (algunas llenas) y cualquier cosa que pudiera lanzarse (desde botellas hasta ¡el carburador de un coche!) volaba hacia el escenario, de modo que Ramones estaban más pendientes de esquivar que de tocar; tras un par de temas más todo el escenario estaba lleno de latas y basura, incluyendo amplificadores, monitores… El furioso público no dejaba de insultar y de gritar “¡Sabbath, Sabbath!”. Entonces, alguien tiró un picahielo, que se clavó justo a los pies de Johnny, con lo que la banda, por my punk que fuera, decidió retirarse, ya que lo siguiente podía ser un tiro… En fin, mejor no enfrentar nada ni buscar gresca.
En los primeros momentos del punk en Inglaterra, cuando ese movimiento trataba de hacerse un sitio en el negocio de la música, en Londres volvió a proponerse un concierto con un grupo punk y uno heavy, Stranglers y AC DC. Era 1978 y la nueva corriente amenazaba a todo lo demás. Malcom Young se acordaba de aquello: “Teníamos que ir diciendo continuamente que nosotros no éramos punk, en cada entrevista debíamos proclamarlo varias veces, e incluso gritábamos que AC DC era una banda de rock & roll, nada más”. A la hora del concierto, según contó el recordado Bon Scott: “Los miembros de Stranglers entraron en el camerino (que era compartido), nos miraron con desprecio, señalaron nuestros pelos largos y dijeron ‘¡Malditos hippies!’ Yo contesté llamándoles idiotas y ya estaba encarado con ellos cuando Malcom me dijo, ¡que se jodan Bon’, ya les contestaremos en el escenario”. Cuando los australianos empezaron, “hicimos volar el local, pues el público estaba alucinado; fue media hora feroz, fue puro fuego”, contaba Malcom Young, quien remataba: “Al volver al camerino los de Stranglers nos miraban con la boca abierta y le dijimos que mejoraran eso, pero no dijeron una palabra”.
Sólo en el universo del rock & roll.
CARLOS DEL RIEGO
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