Ya hace mucho que dejó de tener sentido
aquello de ‘el sexo débil’, puesto que sólo los más tontos siguen creyéndose el
tópico. De hecho, no son pocas las mujeres que se vieron en la necesidad de
tirar de espada o pistola y demostraron tener tanto arrojo, decisión y sangre
fría como cualquier maromo. Se podría bucear en la Historia y llegar a la época
del Imperio Romano, aunque por ahí hay más leyenda que historia; en los últimos
cinco siglos, sin embargo, están documentadas las andanzas de algunas mujeres
de armas tomar
Seguramente hay féminas heroicas en los
anales de cualquier país. En la vieja Hispania algunos nombres de mujer han
pasado a los libros de Historia por sus hazañas bélicas, destreza con las armas,
valentía en batalla e incluso por haber superado a los hombres en la lucha.
Además, merece recordarse a algunas chicas del viejo (y mitificado) oeste
americano que también se las vieron ante chulos y pistoleros, y les dieron su
merecido.
Al lado de los Reyes Católicos luchó la
leonesa conocida como la Dama de Arintero, Juana García. Para complacer a su
padre, que no tenía hijos para el ejército de Isabel y Fernando, Juana se
vistió y equipó como cualquier soldado y se fue a la batalla con el nombre de
Caballero Oliveros. Destacó por su valentía y manejo de la espada en la batalla
de Toro (1478), donde fue herida y se destapó el engaño. El Rey la premió con
varios privilegios.
La sevillana María de Estrada se hizo
famosa por su participación en no pocos combates como integrante de las tropas
de Hernán Cortés; sus compañeros contaban cómo daba espadazos a diestro y
siniestro en batallas como la de ‘la Noche triste’ o la de Otumba. Y venció a
Pánfilo de Narváez en un de un duelo cara a cara. Cuentan los cronistas que
cuando Cortés quiso dejarla en retaguardia ella le dijo: “¡Donde ellos mueran
moriremos nosotras!”
La Monja Alférez, Catalina de Erauso,
nunca profesó (escapó con 11 años del convento), aunque sí alcanzó el grado de
alférez. Se vistió de hombre, vagó por España y se embarcó a sus 13 primaveras (en 1605) para América.
Dura y resistente a cualquier penalidad, fue habilísima esgrimista ‘llamándose’
Francisco de Loyola o Pedro de Orive. Tomó parte en diversas campañas en
Sudamérica, haciéndose famoso con el nombre de Alonso Díaz Ramírez de Guzmán como
soldado, jugador, pendenciero y de espada fácil. Mató a indios en batalla y a
españoles en duelos y trifulcas de todo tipo, y a más de uno le marcó la cara
con cuchillo. En cierta ocasión jugaba una partida en una taberna cuando, tras
una buena mano, un matón le birló las monedas de la mesa; don Alonso no dijo
nada pero preparó su puñal, de modo que cuando el truhán quiso repetir la
jugada ella le clavó la mano contra la mesa; a la salida no tuvo más remedio
que atravesarlo. Fue perseguido por la justicia, pero cuando tres alguaciles lo
reconocieron y le exigieron rendición, dijo que tendrían que rendirlo luchando,
y tal era su fama que los tres rehuyeron el combate y se marcharon al galope.
Al saberse que el alférez Alonso de Guzmán era mujer todos quisieron conocerla,
desde el Rey hasta el Papa.
En el oeste americano también hubo
algunas señoras y señoritas que echaron mano del revólver o el rifle para
medirse a quien fuera, sobre todo si era hombre. Merecerían mucha más atención
del ‘cine del oeste’, pues sus trayectorias vitales no tienen nada que envidiar
a los pistoleros famosos.
Asombra la vida de Mary Fields, esclava
liberada tras la Guerra Civil de EEUU. En 1895 logró ser contratada para escoltar
diligencias (le llegaron a llamar Stagecoach Mary, Diligencia Mary), ella,
mujer y negra. Vestía de hombre, su carácter era bastante agrio, tenía muy
malas pulgas, bebía lo suyo, portaba revólver y rifle y disparaba muy rápido.
Los bandidos y atracadores nunca se atrevieron a asaltar una diligencia custodiada
por Mary Fields.
También nació esclava Cathay Williams,
la primera mujer negra en alistarse en el ejército de la Unión (en 1866); bajo
el nombre de William Cathay, tomó parte en diversas escaramuzas sin levantar
sospechas. Al acabar la guerra se casó, pero su marido le robó todo lo que tenía.
Belle Starr fue conocida como la ‘Reina
de los bandidos’. Nacida en 1848, desde muy joven se mezcló con atracadores y
pistoleros de la peor calaña, especializándose en el robo de caballos. Aguantaba
la bebida más que cualquier hombre y era invencible a caballo, y eso que
siempre montaba de lado. Se sabe que se vio obligada a poner su colt en las
narices de algunos que quisieron sobrepasarse, y seguro que más de una vez
apretó el gatillo. Planeaba los robos, se encargaba de los sobornos, escondía
los botines…, era la Reina de los bandidos y siempre iba de punta en blanco.
Fue asesinada en 1889 sin que nunca se supiera quién y por qué.
Annie Oakley no fue una criminal, sino
una tiradora de primera categoría. Con sólo 15 años venció a un tirador
profesional (de espectáculo, no pistolero). Se integró en el ‘Wild West’ de
Buffalo Bill, realizó exhibiciones de puntería con revólver o rifle por medio
mundo, y clamó por la presencia de mujeres en el ejército. Incluso en 1898 se
ofreció al presidente McKinley para combatir en la guerra contra los españoles.
Pearl Hart era una gran tiradora y
siempre será recordada por haber perpetrado los últimos asaltos a diligencias
de que se tiene constancia; en el último, en 1899 junto a un tal Bolt, se llevó unos 500 dólares
de los pasajeros y sus armas. Fue capturada y pasó unos años en la cárcel;
dicen que al salir cambió de nombre y entró en el espectáculo de Buffalo Bill.
Eleanor Dumont se ganó merecida fama de
jugadora en la California de mediados del siglo XIX. Luego abrió su propio
‘saloon’, donde era muy estricta con el aspecto de sus clientes, pues prohibió
que nadie entrada desaliñado o sucio. Ganó mucho, se compró un rancho y ganado,
pero se enamoró y se casó con un embaucador, un estafador que, lógicamente, le
robó todo y la dejó sólo con las deudas. Eleanor lo persiguió, lo encontró y lo
mató de dos tiros con su escopeta. Finalmente, agobiada por las deudas, se
suicidó.
Laura Bullion era hija de un nativo que atracaba
bancos. Trabajaba como prostituta hasta que pensó que era mejor irse con una
pandilla de bandidos, así que se unió a la ‘Wild bunch’ de Buch Cassidy y
Sundance Kid. Ayudaba en los atracos, falsificaba cheques, vendía lo robado…
Hay más, muchas más mujeres que tomaron
las armas y se comportaron igual que el más temido pistolero o el más valiente
soldado (Calamity Jane, Rose Dunn, Agustina de Aragón), y seguro que hay otras
sin constancia histórica.
CARLOS DEL RIEGO
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