Es uno de los más sucios protagonistas
de la II República Española, en la que no había casi nadie limpio; a pesar de ello,
60 años después de su muerte, sigue siendo admirado como político y como
persona, y no faltan estatuas que lo reconozcan como un gran hombre
La Segunda República Española fue un
desastre de principio a fin; llegó mediante un fraude electoral, una burda
trampa de quienes querían quitar a aquel para ponerse ellos, y lógicamente
terminó del peor modo posible, pero del modo más fácilmente previsible. Uno de
los protagonistas de aquellos azarosos tiempos es Indalecio Prieto (que
murió en México en febrero de 1962), un
tipo con buena prensa en su partido, el Psoe, e incluso bien tratado por la
Historia, y ello a pesar de estar más que demostrado que fue un traidor,
cobarde, ladrón e incluso asesino, pues a pesar de no estar totalmente probado,
hay muchos indicios que permiten acusarlo de inductor al asesinato.
Sin la menor duda Indalecio Prieto fue
un traidor, algo que él mismo confesó en sus escritos. Él fue uno de los que
tramaron la imposición de la república costara lo que costara (incluyendo un
chapucero levantamiento militar), y en
encendidos discursos se le llenaba la boca de democracia, justicia, república…;
sin embargo, en cuanto los resultados electorales le fueron contrarios, se
olvidó del significado de esas palabras. Así, al ganar la derecha las
elecciones de 1934, Prieto se encargó (apoyado por su partido) de proyectar un
golpe de estado que se llamó Revolución de Octubre; y para ello no tuvo reparos
en aliarse con quien estaba más alejado políticamente, es decir, con un
monárquico declarado, Ramón Carranza, que fue a quien se alquiló el barco (el
Turquesa) con el que abastecer de armamento a los encargados materiales del alzamiento.
Como era de esperar la intentona fue un fracaso absoluto (nunca hacen nada ‘a
derechas’). Evidentemente, Prieto traicionó a la república y a sí mismo al
aliarse con monárquicos para perpetrar su traición. Doble traidor.
Además, el que fuera ministro de
Hacienda, Obras Públicas, Marina y Defensa (entre 1931 y 1938) fue un cobarde,
pues antes de que todo empezara, y por si algo salía mal, se largó a Francia
para ver los toros desde la barrera; si el motín triunfaba, volvería como héroe,
y si no ya estaba a salvo. Pero como Prieto era cualquier cosa menos tonto, si
salió por pies antes de empezar el jaleo es porque estaba casi convencido de
que la intentona fracasaría.
Asimismo puede afirmarse que Indalecio
Prieto Tuero fue un ladrón con todas las letras. Y para demostrarlo nada mejor
que recordar el bochornoso suceso del barco (yate dicen algunos autores) ‘Vita’.
El caso es que Prieto, astuto, vio ya en 1938 que la guerra estaba perdida, así
que cobardemente puso de nuevo pies en polvorosa y se largó a México; allí le
llegó la noticia que esperaba desde hacía meses: los republicanos habían
perdido la guerra. Y allí recibió al barco’ Vita’ y su valiosísimo cargamento. Más
de cien baúles con todo lo que se había robado de las cajas, montes de piedad y
bancos, de domicilios particulares, museos e instituciones religiosas, iglesias
y monasterios...; un auténtico tesoro con depósitos robados del Banco de España
(uno de los expoliados fue el mismísimo Alcalá Zamora), grandes cantidades de
monedas de oro, joyas valiosísimas, objetos de arte de valor incalculable,
piezas históricas cotizadísimas y muy señaladas y, en fin, otros objetos difíciles
de determinar, pues el contenido de algunas cajas jamás se ha conocido. El
nefasto presidente Negrín (un glotón en todos los sentidos) venía expoliando
aquí y allá desde los comienzos de la guerra (“previsión”, decía el eminente
doctor), y a tal fin creó un organismo que legalizase el expolio, la Caja
General de Reparaciones. Gran parte de lo robado por esa caja (y de otras
procedencias) fue embarcado en Francia en el ‘Vita’ con destino a México.
Negrín y el PNV querían poner sus manos en el tesoro, pero Prieto (nuevamente
el más sibilino) se buscó como aliado al corrupto presidente mexicano Lázaro
Cárdenas, con lo que finalmente los burló a todos y se quedó con todo el botín;
y lo fue vendiendo y gastando a pesar de los llamamientos de otros exiliados
que le insistían en que el tesoro era para sufragar los gastos del gobierno
republicano en el exilio (Gordón Ordás le escribió muchas veces). Pero Prieto
(y su hijo) no quisieron repartir, pues apenas dieron algunas migajas a quienes
mejor les pareció. Aun existen los asientos contables en bancos de Estados
Unidos que prueban que Prieto y su hijo vendían el oro con regularidad (muchas
piezas de enorme valor histórico-artístico fueron sencillamente fundidas). No
cabe la menor duda: un auténtico ladrón.
Probablemente también fuera un asesino,
aunque este extremo no está probado de modo tan concluyente como los
anteriores, aunque sí que hay indicios muy sospechosos. Fueron hombres de su
confianza, sus escoltas personales e integrantes de su violento grupo
paramilitar conocido como ‘La Motorizada’, quienes se presentaron en casa del
líder opositor Calvo Sotelo, lo secuestraron con mentiras, con uniformes y
coches oficiales, lo subieron a una camioneta, le dieron un paseo y le pegaron
dos tiros en la nuca. También fueron a por el otro cabeza visible del partido
contrario, Gil Robles, pero no estaba en Madrid y salvó la vida. Si los hombres
de confianza de Prieto nunca daban un paso sin su consentimiento, si él mismo
tiraba de pistola, si incluso en el congreso se había amenazado abiertamente a
Calvo Sotelo, ¿es o no es lícito sospechar que el orondo político asturiano
sabía a qué iban a casa de Calvo Sotelo sus matones de confianza (Cuenca,
Condés) con los guardias de asalto?
Además, Prieto admite en sus memorias
que Condés le comunicó el crimen casi inmediatamente, y que él le ordenó callar
para encubrir el asesinato de su colega de parlamento..., ¡y lo escribe
abiertamente! Los asesinos materiales se pasearon tranquilamente por Madrid los
días siguientes, lo que indica el clima que había en España en aquellos años,
donde uniformados (Guardia de Asalto y Guardia Civil) se alían con asesinos,
ejecutan al líder de la oposición y el gobierno sólo se preocupa de que, tras
su entierro, sus partidarios no se manifiesten por el centro de la ciudad; incluso
ordena disparar contra ellos causando cinco muertos. Al margen de Prieto, está
claro cómo respetaban las leyes y la democracia los integrantes del gobierno y
del Frente Popular.
Se pueden añadir otros episodios que
explican al personaje; llevó al congreso una pistola con la que amenazó a
diputados rivales diciendo que alguno de ellos también iba armados; otra vez,
contando uno de sus chistes obscenos y groseros mientras bebía horchata, se rió
y ésta se le salió por las narices; por no hablar de la violencia de su
‘Motorizada’.
Es curioso cómo se retiran estatuas,
calles y monumentos de unos y se mantienen o instalan los de otros, a pesar de
que unos y otros eran iguales, usaban los mismos métodos y tenían los mismos
objetivos.
CARLOS DEL RIEGO
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