Uno de los 'Petit Curie', ambulancias con rayos X ideadas por Marie Curie que salvaron muchos miles de vidas en la I Guerra Mundial.
Hay pocas cosas más detestables que la
guerra, como demuestra la que actualmente (marzo 2022) hay en Europa. A pesar
de ello, ha habido numerosos casos en que la guerra ha obligado a las personas
a encontrar soluciones que, de otro modo, buscarían con menos ahínco. Hasta de
la guerra se han extraído beneficios
El gran éxito funk ‘War, what is good
for? (Absolutely nothing)’, publicada en 1970 protestaba contra la guerra en
general y la de Vietnam en particular desde el título: ‘Guerra, ¿para qué es
buena? (absolutamente para nada)’. Sin embargo, aunque no lo parezca, aunque su
objetivo no sea ese, aunque moleste y haga llevarse las manos a la cabeza a los
más políticamente correctos, la Historia señala un gran número de avances y
descubrimientos esenciales (a veces inesperados) que llegaron gracias a los
conflictos armados. Es decir, aunque indeseable y sin propósitos benignos, algunas
guerras han producido (en espacios de tiempo cortos) significativos beneficios
al conjunto de la Humanidad. Es preciso insistir: no es que las guerras tengan
algo deseable, nadie se atrevería a afirmar tal especie, sin embargo, ya que se
han producido, tonto sería no aprovecharse del esfuerzo de la mente humana que,
en casos extremos, es capaz de encontrar soluciones que no buscaría en caso de
no tener tanta necesidad. En fin, aunque sería mejor avanzar sin esas
catástrofes, ¿debe renunciarse a los avances por haber surgido de situaciones
tan sangrientas?
No hay que olvidar que la necesidad
estimula y obliga, y como en la guerra la necesidad es máxima, parece casi
lógico que sea en medio del conflicto armado cuando hay más mentes trabajando
para hallar nuevas soluciones. Hubo enfrentamientos bélicos en la
Antigüedad que trajeron importantes
avances en materias como la metalurgia, ingeniería o construcción. A finales
del siglo XV y principios del XVI, personajes como Ludovico Sforza o César
Borgia (siempre en guerra) contaban y escribían que habían tenido a su servicio
a un hombre que, además de artista, encontraba soluciones para todo problema
que se presentara: fortalezas, obras de ingeniería, artilugios y soluciones de
gran ingenio; el tal era Leonardo da Vinci.
Ya en el siglo XX, la sucesión casi
continua de guerras incrementó el progreso en muy diversas ciencias. Un buen
ejemplo es la Primera Guerra Mundial; durante su transcurso se estudió
científicamente el origen de las enfermedades infecciosas y los modos de
combatirla, y se empezó a tener en cuenta la higiene. Se dieron enormes pasos
en la práctica quirúrgica y ortopédica, se aceleraron e incrementaron las
investigaciones médicas y farmacéuticas e incluso se empezaron a afrontar los
problemas sicológicos con una visión moderna. Asimismo, cosas tan corrientes
hoy como las transfusiones o las ambulancias (algunas, equipadas con rayos X
gracias a Marie Curie) empiezan a utilizarse en la Gran Guerra. Fue durante
este terrible conflicto cuando se asentó
definitivamente la medicina científica. Y algo parecido sucedió en otros
campos: la navegación aérea y marítima mejoró notabilísimamente, la fotografía
dio pasos gigantescos, las telecomunicaciones experimentaron un enorme
desarrollo… Hubo millones de muertos, calamidades, desgracias y atrocidades
escalofriantes, pero la realidad dice que la sociedad se benefició de todas las
mejoras que la necesidad obligó a idear.
Algo parecido sucedió en la II Guerra
Mundial. Por citar sólo lo más llamativo: aparece y comienza a desarrollarse la
tecnología de motores a reacción, turborreactores y cohetes; el hoy
imprescindible radar surge ante la urgencia de detectar aviones enemigos; se
produjo un impulso enorme en campos como la automoción, la emisión radiofónica
o la grabación de sonido, e incluso se ideó lo que puede ser considerado el
primer ordenador, pues era preciso dar con una máquina capaz de descifrar los
mensajes del enemigo. Y muchos otros campos experimentaron importantes
desarrollos, lo cual sirve de contrapeso a las infinitas infamias, vilezas e
imperdonables crímenes contra la Humanidad que se llevaron a cabo. Es preciso
subrayar que los experimentos con seres humanos fueron no sólo imperdonables,
injustificables, criminales y acientíficos, sino que no aportaron absolutamente
nada.
Tampoco se puede olvidar que Internet,
algo hoy tan imprescindible para la gran mayoría de individuos, colectivos y
sociedades, se origina (entre otras cosas) por la necesidad de tener conectados
los ordenadores de diversas bases militares estadounidenses durante la Guerra
Fría.
Incluso nada menos que los Juegos
Olímpicos tienen su germen en la guerra. Cuenta la Historia que el niño de
siete años Pierre de Fredy, Barón de Coubertin, se quedó aterrado ante la
visión de los soldados franceses que regresaban derrotados de la batalla de
Sedán (Guerra Franco-prusiana de 1870). Había raquitismo, polio y desnutrición,
todos parecían debiluchos, sin vigor físico, y su aspecto era el de jóvenes
enfermizos y derrengados. Por eso, pronto el empeño de Coubertin fue dar a la
juventud un instrumento para mantenerla sana y fuerte: la competición deportiva;
se convirtió en un firme defensor del deporte y de su inclusión en los planes
educativos. Además, también comprendió que la competición podría acercar países
y culturas. Por todo ello, cuando tuvo oportunidad de hablar ante políticos y
poderosos, esgrimió su recuerdo de aquellos vencidos soldados franceses, un
argumento que consiguió interesar a todos los que podían ayudarlo a
materializar su idea de restaurar los Juegos Olímpicos. La visión del calamitoso
estado físico de los soldados franceses volviendo de la guerra desembocó en los
JJ OO.
En fin, la guerra es una catástrofe, una
carnicería, esto es evidente, pero también es totalmente cierto que de ella han
resultado numerosos beneficios de los que todo el mundo se beneficia.
CARLOS DEL RIEGO
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