Karen Carpenter se definía como una baterista que cantaba |
Es la de Karen
Carpenter una de las mejores voces de la historia del pop, dulce, perfectamente
modulada, armónica…, y le salía de modo natural, aparentemente sin esfuerzo.
Cierto que lo que cantaba suena hoy blando, azucarado, cursi, pero cuando se
escucha a alguien que canta tan bien casi se pasa por alto lo que canta. El día
4 se cumplen 70 años de su nacimiento, de los que no vivió ni la mitad,
arrastrando la enfermedad desde niña
Cuando se escucha
cualquiera de los muchos éxitos de The Carpenters (grupo formado con su hermano
Richard), la voz de Karen Carpenter sigue sintiéndose como una caricia a pesar
de que solían ser letras almibaradas y remilgadas y melodías suaves y
repulidas. El cuatro de febrero de los corrientes se cumplen 70 años de su
nacimiento, aunque sólo vivió 32 y, además, siempre afectada por la anorexia
nerviosa y casi siempre infeliz. Tuvo la desgracia de ser de las primeras en
padecer ese trastorno; de hecho, se dice que cuando murió los médicos sabían muy
poco de los desórdenes alimentarios, e incluso que fue entonces cuando esta
enfermedad empezó a verse como tal.
El origen de su
padecimiento venía de la niñez. Su hermano mayor, Richard, fue algo así como un
niño prodigio al piano y, por desgracia para Karen, el favorito de su madre,
Agnes, que sólo tenía ojos para él. Karen sentía que su madre no la quería y
que no se preocupaba lo más mínimo por ella y por sus problemas. Descorazonada
debió quedarse cuando, en una de las primeras sesiones de terapia, el médico
pidió a sus padres y hermano que le expresaran su amor, que le dijeran que la
querían; el padre y Richard así lo hicieron sinceramente, pero la madre no sólo
no se lo dijo sino que reprendió al médico por referirse a ella por su nombre
de pila, algo que consideraba ordinario.
Cuando apenas era adolescente
alguien tuvo la mala idea de decirle que parecía gordita (medía 1.65 y pesaba
unos 60 kilos), algo que la afectó tanto que inmediatamente comenzó a
obsesionarse por el peso y la dieta. Bebía litros de agua al día y apenas
comía, así que pronto empezó a perder kilos hasta llegar a pesar unos 45. Pero
nadie sabía qué le pasaba, nadie sabía que era eso de la anorexia (una
compañera declaró que no sabía ni cómo pronunciar esa palabra), por lo que poco
se podía hacer.
Al parecer el origen
de esta afección de Karen está en la falta total de cariño e incluso de la
indiferencia de su madre. Tan es así que, aunque de niña ya cantaba y bailaba,
jamás recibió un elogio o una palabra de apoyo, a diferencia de Richard, que siempre
se llevaba todos los piropos y atenciones. Éste había formado una banda en
secundaria, y cuando Karen entró lo hizo como batería, al fondo del escenario,
en segundo plano; se convirtió en una baterista estupenda (a ella le gustaba
decir que se consideraba una baterista que cantaba). Al deshacerse el grupo,
Richard vio las posibilidades de un dúo hermano-hermana con ella como voz
solista.
El primer disco de
The Carpenters pasó sin pena ni gloria, pero el segundo (en 1970) fue un gran
éxito; enamoró al público su pop suave con preciosos matices country y, sobre
todo, la deliciosa voz de Karen, el buen gusto de Karen, la entonación
melodiosa de Karen…, Richard se puso muy celoso, acostumbrado a ser él el
centro de atención y tener que resignarse ahora a ser el acompañante de su
hermana. Aseguran que a causa del recelo hacia ella se volvió adicto a los
barbitúricos, e incluso que cuando ella grabó en solitario él se opuso a que se
publicara el disco, que no salió hasta después de su muerte (eso sí, Richard
siempre exigió los beneficios).
Ella seguía
obsesionada por su peso y su aspecto. Hizo todo tipo de dietas, contrató un
entrenador, tomó todo tipo de fármacos (laxantes, expectorantes…), pero nunca
se veía delgada. Día a día iba encogiendo, consumiéndose de modo alarmante; se
llegó a decir que tenía cáncer. En sus últimos conciertos la gente se espantaba,
pues se podían señalar sus huesos uno por uno. Ella pensó que nunca gustaría:
cuando estaba ‘gordita’ no gustaba, y ahora que estaba delgada tampoco. La
pobre vivía en la infelicidad.
Convertida en
estrella, muchos fans la escribían, algunos preguntándole cómo salir de sus
problemas mentales o sentimentales, cómo dejar las drogas, cómo vivir con
padres maltratadores… ¡como si ella lo supiera! En una actuación un tipo subió
al escenario como si fuera miembro del grupo, y cuando fue desalojado a la
fuerza gritaba que era el prometido de Karen… También solían presentarse
desconocidos en casa de sus padres preguntando por ella con proposiciones
matrimoniales, uno de los cuales no aceptó el no y se pasó la noche gritando el
nombre de la desorientada Karen, que no sabía cómo hacer frente a todo.
Para su primera gira
mundial, en 1975, se fijaron 50 fechas, agotándose todas las entradas en horas.
Sin embargo, Karen estaba enferma y muy débil para echarse a la carretera:
pasaba unas 14 horas diarias en la cama, así que los médicos le prohibieron
terminantemente que se embarcara en la gira, que tuvo que ser cancelada
(perdieron un dineral). Ahora añadía a sus problemas la angustia y el
sentimiento de culpabilidad por los trastornos causados; además, un directivo
de la discográfica la culpó públicamente de las pérdidas.
En 1980 conoció a un
hombre de negocios llamado Thomas Burris con el que se casó a mediados de ese
año. Tal vez el matrimonio y los hijos la sacaran de su jaula mental pues,
además, ella estaba muy enamorada. Pero poco antes de la boda Burris le confesó
que se había practicado una vasectomía, así que de niños nada. Angustiada,
desesperada llamó a su madre para decirle que había decidido cancelar la boda;
la gélida señora le contestó que de eso nada, que había gastado ya mucho en la
boda y que ésta se celebraría. Karen cedió y se casó. El tal Burris hizo de
ella lo que quiso, la manejó y manipuló (además de vaciar su cuenta corriente),
ahondando más su desesperación. Al año se divorciaron, quedándose ella sola,
sin familia, sin los deseados hijos, sin dinero…, sólo sentía tristeza y
desesperación.
En el invierno de
1983 se convenció de que tenía que cambiar y comenzó a llevar un estilo de vida
más saludable, dejó las drogas (casi todas inhibidoras del apetito) y aceptó
una dieta equilibrada, con lo que fue recuperando peso paulatinamente (unos 50
kilos, cuando había estado en menos de 40). El día anterior a su muerte fue
normal, comió con sus padres y por la noche se sentó a ver la tele. Richard la
veía tan bien que pronto organizó el regreso de The Carpenters. Ya estaban
grabando su duodécimo Lp. Dormía en casa de sus padres, en California. La noche
del 4 de febrero de 1983 su corazón, debilitado por todo lo pasado, no soportó
más esfuerzo y se detuvo. Tenía 32 años.
Cierto que siempre
cantó pop suave y acaramelado, pero en su discografía brillan estupendas
incursiones por el soft rock (rock suave) y el country; por citar sólo un par
de títulos, imprescindible es su adaptación del ‘Jambalaya’ del gran Hank
Williams, y el melodioso ‘Top of the world’. Pero por encima de todo está su
voz, su exquisito gusto y su inigualable capacidad melódica. Tipos como Paul
McCartney o Mick Jagger siempre dijeron que, cantase lo que cantase, lo hacía
extraordinariamente bien, y que siempre sería una gran vendedora de discos.
Acertaron: Richard Carpenter exigió en 2017 a la discográfica de The Carpenters
dos millones de dólares por los millones de descargas digitales de sus
canciones. La cosa se arregló sin juicio, o sea, pagaron porque se demostró que
la voz de Karen sigue hechizando: el año pasado el vídeo del ‘Rainy days and
mondays’ de Karen tuvo casi 30 millones de visitas.
De Karen Carpenter sí
puede decirse que canta como los ángeles.
CARLOS DEL RIEGO
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