Pedro de Valdivia es capturado por los indios mapuche, que lo sometieron a horribles torturas (cuadro de Nicolás Guzmán Bustamante) |
El que se lanza a la aventura sabe que no hay tal sin riesgos. Así lo asumieron los españoles que se fueron a las tierras recién descubiertas en las primeras décadas del siglo XVI; iban en busca de la fama y la fortuna, pero a sabiendas de que su vida iba a estar continuamente en peligro. Y así sucedió, pues muchos de ellos encontraron allí la muerte, la mayoría en la batalla o tras ser capturados por los indios, pero también fueron muy numerosos los españoles que murieron a manos de otros españoles o los que, simplemente, desaparecieron para siempre
Las recién
descubiertas tierras americanas fueron un foco de atracción para miles de
españoles (y extranjeros enrolados en expediciones hispanas) en las primeras
décadas del siglo XVI, puesto que la promesa de enriquecerse, de lograr fama y,
en fin, de vivir excitantes aventuras fue irresistible para gentes que, en el
Viejo Continente, tenía escasas posibilidades de mejora. Y también sabían estos
arrojados aventureros que iban a correr peligros extremos, que habrían de
enfrentarse a lo desconocido y que su vida estaría pendiente de un hilo
permanentemente. De hecho, fueron muchos, muchísimos, los que dejaron allí sus
huesos…
Pánfilo de Narváez (1478-1528)
fue uno de los peores conquistadores; torpe, inepto, irresponsable…, un
auténtico incompetente que, incomprensiblemente, encabezó gran cantidad de
empresas, saliendo siempre con el rabo entre las piernas. Fue lo que se dice un
chapucero de la conquista de América, de hecho, es posible que el término
pánfilo (que etimológicamente significaba bondadoso) empezara a usarse como
sinónimo de tonto, bobalicón o incompetente en honor a Pánfilo de Narváez. Su
última expedición, a la Florida, fue un desastre desde que se empezó a preparar
hasta su final. Después de infinitas penalidades y de enfrentarse a indios y
entorno, hizo construir unas pequeñas embarcaciones con las que llegar al mar
siguiendo uno de los muchos cursos fluviales. Una noche estaba tan cansado que
decidió quedarse en la pequeña barca en lugar de ir con sus hombres a pernoctar
a la playa. Fue su postrera estupidez, ya que se desató una tormenta que arrastró
la embarcación al mar y Pánfilo de Narváez desapareció para siempre.
Pedro Alonso Niño
(1468-1502) también fue engullido por el mar. Él y sus hermanos Francisco y
Juan acompañaron a Colón en el viaje descubridor; la carabela La Niña era de su
propiedad y fue bautizada así por razones evidentes. Piloto de gran valía y
experiencia, tomó parte activa en algunas de las primerísimas expediciones,
incluso por el norte de Sudamérica (viven por allí muchos Niño, e incluso el
héroe de la independencia de Colombia, Juan Nepomuceno Niño, fue descendiente
directo de Pedro). En el verano de 1502, no muy lejos de las costas de Santo
Domingo, un huracán se tragó el barco de Pedro Alonso Niño (y otros de su
flota), quien se desvaneció de la Historia, junto a otras personalidades, sin
dejar el mínimo rastro. Triste final para un
hombre de su temple y valía.
Una de las
principales causas de muerte de los expedicionarios españoles fueron las
envidias, rencores, codicia y traiciones de otros españoles. Por ejemplo Francisco
Pizarro (1478-1541), conquistador de Perú, protagonista de una de las mayores
proezas bélicas de toda la Historia (la batalla de Cajamarca, en la que 168
españoles derrotaron a más de 30.000 indios) y responsable de haber dado una
insidiosa muerte al inca Atahualpa. Pero también él iba a padecer la traición. Sus
enemigos, partidarios y familiares de Diego de Almagro (previamente ejecutado
por los pizarristas), lo fueron a buscar a su casa de Lima, donde lo atacaron
varios a la vez, lo rodearon, él se defendió con destreza y bravura, pero
lo cosieron a estocadas, chorreaba
sangre cuando cayó, entonces rompieron un vasija en su rostro y, finalmente, lo
acuchillaron en el cuello…
Claro que, antes, el
propio Francisco Pizarro tomó parte en la captura y ejecución de Vasco Núñez de
Balboa (1475-1519), el primer europeo que vio el océano Pacífico. Protagonizó increíbles
aventuras por tierras americanas, conoció a grandes caciques y se casó con la
hija de uno de ellos, pero no pudo enfrentarse a las interesadas (y seguramente
falsas) acusaciones de traición del gobernador Pedrarias Dávila. Pizarro tomó
parte en la captura de Núñez de Balboa y lo entregó a Pedrarias, quien lo
condenó a ser decapitado por traidor, cargo que el condenado negó
vehementemente. Celos, envidias y codicia están detrás de la acusación. Subió
al cadalso gritando que jamás había traicionado al Rey o a su gobernador, y
mientras Pedrarias Dávila observaba la escena cobardemente escondido, el
verdugo le cortó la cabeza con un hacha (a él y a otros cuatro). Francisco
Pizarro logró así el favor del gobernador, el mencionado Pedrarias, para
emprender la conquista del Perú…
El explorador y
cartógrafo Juan de la Cosa (1550 ó 60-1510) acompañó a Colón en sus viajes y
suyo es el primer mapa (que se sepa) de las nuevas tierras. Formó parte de
varias expediciones al mando de Colón, Alonso de Ojeda y otros, e incluso él
mismo capitaneó algunas. Después de diversos enfrentamientos con los indios de
la actual Colombia, fue capturado, torturado y acribillado a flechazos; cuando
otros españoles encontraron sus restos afirmaron que su cuerpo tenía tantas
flechas que parecía un erizo, y también que los indios se habían comido parte
de su cuerpo.
Pedro de Valdivia
(1497-1553) es uno de los nombres más sonoros de la conquista. Experto en mil
batallas en Europa, descubrió y conquistó Chile y fundó Santiago. Capitaneó numerosas
expediciones y peleó en infinidad de escaramuzas (contra indígenas y contra
españoles). En la batalla final, superado numéricamente por los indios mapuches
y cansadísimo tras horas de lucha, es derrotado y hecho prisionero. Durante
tres días fue salvajemente torturado, le cortaron partes de su cuerpo y se las
comieron delante de él, y aun vivo le extrajeron el corazón y se lo comieron.
Y tampoco se puede
olvidar a Juan Argüello, soldado de Hernán Cortés. Tras una tremenda batalla y
sangrando por todo el cuerpo fue hecho prisionero por los aztecas; herido de
muerte lo llevaban para presentar tan bravo guerrero a Moctezuma, pero murió en
el camino, así que le cortaron la cabeza (grande, con barba larga y cerrada,
pelo encrespado y alborotado y, seguro, expresión de fiereza). Pero el
emperador azteca se horrorizó al ver lo el cabezón de Argüello y ordenó que no
lo ofrecieran en templos de México… ¡Y qué decir de los que, en la Noche
Triste, murieron ahogados por no querer desprenderse del oro que llevaban
encima!
No, no fue aquella
una empresa fácil, al revés, los que allí estuvieron vivieron las mil
calamidades y fueron pocos los que participaron en aquella asombrosa aventura y
murieron en la cama (como Hernán Cortés).
CARLOS DEL RIEGO
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