Nadal, como todo triunfador, despierta envidias entre los mediocres. |
Después
de otro gran triunfo de Rafa Nadal (aplaudido con admiración desde los cinco
continentes), pueden recordarse con media sonrisa las lamentables declaraciones
de un politicastro ignorante y, como todos los zotes, lenguaraz y carente del
sentido del ridículo. El caso es que el triunfante tenista declaró tras la
moción de censura de hace unos días (junio-2018) que a él lo que le pedía el
cuerpo en estas circunstancias era votar, volver a las urnas; ante tan
escandalosas palabras, un diputado de Madrid (cuyo nombre no merece ser
mencionado, entre otras cosas para que no se le caiga la cara) saltó a morder,
le afeó que ejerciera su libertad de expresión e incluso se permitió decir que
a él (al empleado público) le gustaría “que dejase de practicar un tenis
soporífero, defensivo, hipermusculado y pasabolas”.
En
primer lugar hay que señalar que en el tenis y cualquier deporte profesional sólo
hay un objetivo: ganar. Es decir, si haciendo un tipo de juego (en fútbol,
baloncesto, tenis, 3.000 metros obstáculos o ciclismo) se alcanzan todas las
metas deportivas, tonto sería quien cambiara; dicho de otro modo, si haciendo
el deporte que sea de un modo poco vistoso se gana, ¿por qué modificarlo?; cada
uno salta a la pista con sus armas, y lo bonito es que existan muchas maneras
de jugar, o es que el dudoso político quiere que todo el mundo juegue de manera
idéntica (realmente esta idea concuerda con todos los que ansían el pensamiento
único y les gustaría imponerlo por la fuerza).
En
segundo lugar, no debe ser muy soporífero el estilo del tenista, ya que en
cualquier torneo del mundo en el que participa, siempre hay más público
contemplando el entrenamiento de Nadal que viendo el partido oficial del torneo
(en sus primeras rondas); y por supuesto, cuando hay partido de Nadal lo más
común es que las gradas estén a reventar. En definitiva, el hecho de que el
estilo tenístico no guste al personajillo en cuestión no quiere decir que sea
opinión general, más bien al revés. De todos modos, el que tiene más ideología
que inteligencia no es capaz de entender que haya gente a la que le guste
aquello que a él no le gusta.
En
tercer lugar, ¿tenis defensivo? Sólo un tonto niega la evidencia, los datos
fríos, los números: en cada partido Nadal ha ejecutado más golpes ganadores que
su oponente, en algunos casos el doble. El que no tiene ni idea de tenis asocia
devolver todo con jugar a la defensiva (algo tan lícito como a la ofensiva), y
no es así: se trata de ganar el punto, es decir, de esperar a que la ocasión
sea propicia para atacar (esto se llama inteligencia), y no intentar el golpe
ganador en cualquier postura y situación, pues así lo más fácil es que la bola vaya
a dos metros de la línea. Sólo el que no sabe de qué va esto del tenis y el que
le tiene tirria (porque se atreve a discrepar) se dejaría decir necedades
semejantes.
En
cuarto lugar, el envidioso y malintencionado fantoche le dice ‘hipermusculado’,
algo falso, como queda demostrado al ver al jugador moverse por la pista, con
una rapidez asombrosa, algo impensable en alguien con exceso muscular.
Absolutamente
ridícula es la acusación de pasabolas. Quien ha jugado alguna vez un poco en
serio sabrá que el pasabolas (quien se limita a colocar la bola al otro lado de
la red) nunca gana, pues cada pelota será un regalito para su oponente, que se
cansará de hacer ganadores. Por otro lado, si Nadal es pasabolas, ¿cómo de
malos serán sus oponentes para no ser capaces de derrotarlo si tira sin fuerza
ni colocación?, ¿cómo será posible que un tenista sin mordiente en sus golpes
haya ganado tanto y sea número 1 del mundo? Asimismo, sólo hay que revisar las
estadísticas del torneo (y de todos los que ha ganado) para ver que casi
siempre supera en golpes ganadores a su rival, lo que no concuerda con el
despectivo ‘pasabolas’.
Por
otra parte, se describe muy bien a sí mismo el representante político que insulta
y desprecia a un ciudadano por manifestar una opinión de manera tranquila, o
sea, sin señalar, sin empujar, sin descalificar. Seguramente este tipo político
(y otros de su cuerda) sólo concede la libertad de expresión a los que
comparten su modo de pensar. Por ejemplo, hace unos días se boicoteó e impidió
un acto cultural en una universidad catalana, es decir, se negó la libertad de
expresión a unos ciudadanos; es un hecho que contrasta con la libertad de
expresión que este individuo (y sus correligionarios) exigen para los raperos
que insultan, amenazan, desprecian y amedrentan. O sea, exigen libertad de
expresión para el que anima a volar la cabeza a un semejante pero se la niegan
a quien quiere hablar de Cervantes o pide adelanto electoral. ¡Delirante!
Y
finalmente está el factor envidia, que suele ser lo que sienten los mediocres
ante los éxitos de los triunfadores (dicen que la envidia es el elogio del
mediocre); no hay que olvidar que el mediocre no soporta las victorias
alcanzadas a base de esfuerzo, constancia e ilusión, puesto que le recuerdan su
mediocridad, su vagancia, su ausencia de mérito y talento. Y este sentimiento
debe ser duro de asumir.
Sin
detenerse a ver imágenes de tan lamentable y lastimoso sujeto, seguro que puede
decirse que será menos joven y atractivo, menos rico y famoso, menos triunfador
y admirado en todo el mundo que Nadal... ¿tendrá razones para envidiarlo?
Además, con total seguridad, este bocazas jamás haga nada que merezca ser
recordado. Por no hablar de que Nadal ha creado más riqueza en las dos semanas
del torneo que el otro en toda su vida, y ha contribuido al erario público en
la misma proporción; claro que también puede afirmarse que el indomable
deportista ha hecho más esfuerzo en estos quince días que el tronco este aunque
viviera mil años.
CARLOS
DEL RIEGO
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