El Congreso en España se ha convertido en una carpa de circo en donde lo que único que importa a muchos diputados es llamar la atención, salir en la foto. |
En
los últimos días (12-XII-17) los políticos que pueblan el Congreso español han
malgastado el tiempo (que cobran a precio de oro) en cuestiones que no son, ni
de lejos, las más importantes ni las más urgentes de las que preocupan al
ciudadano. Pero es que, además, los profesionales del poder (cuyo principal
objetivo es no bajarse del carro cueste lo que cueste) se han enzarzado en
plantear leyes y proposiciones que pueden entenderse como contradictorias,
incoherentes.
Como
si el país no estuviera amenazado por asuntos muy graves, las gentes encargadas
de regular y legislar dedicaron tiempo a una propuesta para cambiar el nombre
del Congreso de los Diputados, denominación que algunos-as entienden machista,
ya que, explican, también hay diputadas; así, se propone que sea simplemente el
Congreso, sin más. ¡Menos mal que hay quien se ocupa de las cosas trascendentes,
menos mal que aquello que más preocupa a la ciudadanía se tiene en cuenta en el
núcleo de la democracia española! Todo el mundo estará más tranquilo, puesto
que si esto se resuelve convenientemente se habrá terminado con un problema que
tiene obsesionada a la gran mayoría de la población… Ese tiempo, esas energías
que se han gastado en simpleza semejante se podrían haber utilizado en pensar,
debatir y buscar soluciones a alguno de los verdaderos problemas que tiene
España, por ejemplo al tremendo atolladero demográfico en que se ha metido; y
es que también se han difundido las cifras de nacimientos y muertes, y
nuevamente son muchos más los que se van que los que llegan, situación que
conduce a un auténtico desastre poblacional y, claro, social. Así, ¿qué es más
urgente y trascendental, el nombre del Congreso o la pérdida continua de
habitantes? Para gran parte de los que viven de la política hay que atender a
los nombres de las cosas antes que alentar, subvencionar, facilitar la
natalidad y buscar el modo de no perder más y más habitantes.
Pero
hay otros asuntos que, sin tener la mínima presencia en la lista de
preocupaciones de la sociedad española, no sólo se llevaron también tiempo, ganas
y fuerzas en el Congreso de los Diputados (de momento ese es su nombre oficial)
sino que pueden llegar a ser contradictorios y moralmente cuestionables. Por un
lado está la resolución de que las mascotas han de tener consideración de seres
vivos y no de cosas (¿es que alguien lo dudaba?) y que deben ser tenidos en
cuenta cuando se produzca una separación de pareja, de modo que su custodia pueda ser compartida, y
no pueden ser embargados (¿quién querría embargar un animal para tener la
obligación de cuidarlo?); tremendo asunto que, al parecer, está entre lo más
importante y urgente para la ciudadanía. Y por otro lado se propuso que las
chicas de 16 años puedan ir a abortar sin el conocimiento de sus padres; es
asombroso que a esa edad no se pueda votar, ni abrir una cuenta o sacar dinero
del banco sin la presencia de papá o mamá, ni hacerse un tatuaje sin permiso de
padre o madre, o que sin el papelito firmado no se pueda siquiera ir a la
excursión del colegio… Sin embargo, gran parte de los miembros de la cámara
exigen que a esa edad la niña pueda tomar una decisión que, sin duda, le
resultará traumática y le afectará profundamente; ¿de verdad piensan sus
señorías que una chiquilla de 16 puede ir sola a que le practiquen una
operación, sea la que sea?, ¿mejor acompañada sólo por sus amigas?, y si se
rompe una pierna ¿iría ella sola al hospital sin avisar o llamaría a sus
padres?, ¿es más importante poner la escayola o una intervención para extraerle
un ser vivo, algo que, sin duda, le dejará cicatriz para el resto de su vida?
Sin
entrar en el problema moral de acabar con la vida de un ser vivo de la especie
humana, que es lo que en realidad ocurre cuando se practica un aborto, deja
descolocado que los que ‘trabajan’ en
el Parlamento estén más preocupados por el bienestar de perros y gatos que por
la salud mental y física de muchachas de 16 años.
Es
evidente que los encargados de legislar pierden mucho tiempo en cosas
innecesarias y que no preocupan lo más mínimo al conjunto de los españoles. Y
también lo es que, enredados en ‘gilichorradas’ y simplezas, descuidan otros
problemas acuciantes, como el mencionado de la demografía o los que causan
alarma social. Por ejemplo el caso del prehomínido que, si todo es como parece,
mató a palos a un hombre por llevar la bandera española en los tirantes (este
odio criminal a los símbolos nacionales sólo existe en España), un pervertido
que ya había dejado tetrapléjico a una persona a pedradas, barbaridad por la
que sólo pasó cinco años en la cárcel; esto es lo que debiera centrar la
atención de los representantes políticos: evitar que las hienas rabiosas con
delitos tan graves vuelvan a la calle a buscar víctimas, pues cada día que
semejantes bestias estén libres se dedicarán a buscar a quién condenar a muerte
o a una silla de ruedas.
Pero
no, decenas de paniaguados con privilegiado sueldo público atienden a las
mascotas y a los nombres de las cosas antes que preocuparse por la salud de las
adolescentes y la integridad física de los ciudadanos.
CARLOS
DEL RIEGO
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