Portada de la revista literaria francesa de tendencia comunista con la que se quiso homenajear a Stalin y en la que se publicó el polémico retrato. |
En la Francia inmediatamente posterior al fin de la
Segunda Guerra Mundial el Partido Comunista tenía gran influencia tanto entre
la población (con muchos afiliados y simpatizantes) como en los ámbitos
políticos y, sobre todo, culturales; también es oportuno recordar que el PCF
obedecía incondicionalmente las órdenes que dictaba Moscú. Igualmente, los
dogmas soviéticos habían señalado como único arte admisible el neorrealismo
socialista, de manera que lo contrario, lo abstracto, no era sino “imperialismo
estadounidense, que todo lo corrompe”, “la bancarrota artística del
capitalismo”. Entre los artistas que encarnaban ese “hedor viciado” estaba
Pablo Picasso, quien para entonces ya se había afiliado al partido; desde éste se
comunicó que ni Picasso ni Léger eran pintores comunistas, sino simples
afiliados…
Cuando a principios de marzo de 1953 muere Stalin,
los directores y editores de Les Lettres Françaises tuvieron la idea de hacer
un monográfico que incluyera un buen número de firmas que, inevitablemente,
loaran su figura. Y como guinda, para la portada encargaron un retrato del
dictador a Picasso. Viendo el dibujo del malagueño resulta muy difícil entender
todo el revuelo e indignación que se desató entre las filas del comunismo
francés…
Apenas puestos los ejemplares en las calles llegó la
airada respuesta de los más fanáticos, la cual se contagió como la peste entre
toda la militancia, incluyendo a los que habían tenido la genial idea, entre
los que estaba el escritor Louis Aragón, combativo y exaltado militante. Cuenta
el gran investigador británico Antony Beevor en su muy recomendable obra ‘París
después de la liberación’ que, ante la conmoción producida entre los
comunistas, el editor Pierre Daix telefoneó a Louis Aragón, pero contestó la
esposa de éste, Elsa Triolet, la cual, rabiosa, furiosa, le gritó que cómo se
le había ocurrido encargar a Picasso un dibujo del gran Stalin; ante este
ataque, Daix se defendió: “Stalin no es Dios Padre”; pero ella, enardecida,
contestó “sí que lo es”, y añadió que aunque el retrato estaba hecho con
respeto “Picasso ha osado tocar su cara, ¿no lo entiendes?, ha osado tocarla”
(capítulo XXX, pág. 327).
El siempre desafiante Louis Aragón, quien tuvo la
genial idea del retrato, reculó, se dio de golpes en el pecho y escribió
compungidas disculpas en el siguiente número de la mencionada revista
literaria, la cual también publicó numerosas críticas al retrato procedentes de
diversos y significados nombres del comunismo francés; un texto preguntaba: “¿dónde
se expresa en el retrato de Picasso la bondad y el amor por los hombres de
Stalin?”; otro afirmaba: “dibujar al padre de los pueblos es, pura y
simplemente, una herejía”; igualmente el Partido Comunista Francés emitió un
comunicado desaprobando “categóricamente la publicación del retrato del gran
Stalin”, calificado como “el más grande titán de todos los tiempos” y a quien
se había representado “como una persona cruel y con rasgos asiáticos”. Además,
la redacción de la revista recibió múltiples llamadas insultantes y
amenazadoras. Es fácil suponer que, en caso de haberse producido el incidente
más allá del telón de acero, algunos hubieran terminado en Siberia…, o de
espaldas al paredón.
Contemplando hoy la creación picassiana resulta
difícil entender el por qué de tanto alboroto, ya que el artista trató el
rostro del líder soviético de modo más bien realista, sin cubismos ni
deformaciones. Por eso, se antoja incomprensible la auto-humillación, las
disculpas infinitas de Aragón y los demás responsables de la publicación. Sea
como sea, el caso es evidencia concluyente del grado de fanatismo que exigía la
pertenencia al estalinismo francés, que vivía al dictado del Krmelin y aceptaba
sin rechistar y con total sumisión las disposiciones, órdenes y opiniones del
secretario general. En realidad, eran más papistas que el papa, puesto que
cuando Nikita Kruchov en 1956 denunció los crímenes y atrocidades de Stalin (en
el XX Congreso del Pcus), los comunistas galos miraron a otro lado, y sus
publicaciones no dijeron nada, no trataron el tema en sus páginas a pesar de
ser noticia de primera a escala internacional.
CARLOS DEL RIEGO
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