Muchos muestran en la Red tanta instrucción como un pollino |
Todos esos foros, debates y tertulias que se
establecen en el apartado de comentarios de los periódicos y demás sitios que
admiten participación son, sin duda, algo muy deseable, ya que se permite a
todo el mundo manifestar su opinión, sus creencias, ideologías, criterios… y
también su grado de cultura, formación e incluso su educación. Así, se leen por
ahí críticas profundas, interpretaciones juiciosas, reflexiones lúcidas o
exposiciones muy ilustrativas; pero también se observan muestras evidentes de
ignorancia ilimitada, dislates que resulta difícil explicarse, enormidades
insensatas o desvaríos delirantes. Es curioso comprobar cómo existen criaturas internéticas (¿) que escriben
comentarios a una noticia sin haber leído más allá del titular, personas que,
dejándose llevar por un primer impulso, se lanzan a enjuiciar sin haberse molestado
en leer el texto en su totalidad o, en todo caso, sin prestar la atención
mínima para comprenderlo. Lógicamente, lo que estos comentaristas escriben es
poco menos que una confesión de ignorancia, que en muchos casos se presenta
acompañada de chabacanería y ordinariez.
Esto puede comprobarse a diario, más aún, casi cada
minuto, en todos los lugares donde existe la posibilidad de manifestarse. Así,
las necedades que parte del personal se deja decir llenarían un libro más largo
que El Quijote (partes una y dos). Algunas de ellas, por lo fácil que es
rebatirlas, resultan desconcertantes. Una sandez muy gorda, que ha resucitado
con motivo de un artículo en un diario deportivo, es la que afirma el Real
Madrid ganó sus primeras seis copas de Europa (de 1955 a 1960 y en la 65-66) porque
Franco tenía amedrentados, atemorizados, acogotados, dominados a los países
europeos y a sus instituciones, de manera que todos (árbitros, directivos,
organismos) se veían obligados a favorecer a dicho equipo… La realidad, sin
embargo, dice que el dictador no tenía la mínima influencia más allá de los
Pirineos: casi cada semana había manifestaciones en su contra en las
principales capitales europeas con declaraciones de políticos y dirigentes;
apenas un par de veces se atrevió a salir del país siendo Jefe de Estado (a
Italia y a Portugal); España fue excluida de la ONU y se le negó su entrada en
los organismos económicos europeos (la Comunidad del Carbón y el Acero, luego
Comunidad Económica Europea y finalmente Unión Europea); estuvo años sin
embajadores… En fin, si Franco y su régimen fueron aislados social, política y
económicamente, si España estaba subdesarrollada y su industria era casi
testimonial, ¿cómo asustaría Franco a Europa para que se favoreciese al Real
Madrid?
También suelen verse por ahí cifras
desproporcionadas cuando se habla de muertos. Por ejemplo, hay quien sostiene en
los sitios de debate que España mató a más de ¡cien millones! de indios durante
su estancia en América. Dejando a un lado el hecho de que entre el 90 y el 95
por ciento de las muertes (según los autores más indigenistas) se debieron a
las enfermedades (a las que tarde o temprano los indios habían de enfrentarse),
resulta difícil acabar con cien cuando, según los más optimistas, no habría ni
ochenta; así, hay investigadores que sostienen que no había más de 9 millones
de indios antes de la llegada de Colón (España y Portugal tenían, en total,
unos 10 millones de habitantes), mientras que otros lo elevan hasta esos
ochenta. Por otro lado, según investigaciones sobre los restos óseos, se sabe
que existía una elevadísima tasa de mortalidad infantil y que la esperanza de
vida era muy baja, con lo que es muy difícil el aumento de la población;
además, las precolombinas eran sociedades extremadamente violentas, en las que
el pueblo dominante sojuzgaba, esclavizaba y masacraba a los demás. En todo
caso, siguiendo a los historiadores menos ideologizados, la población indígena hacia
1500 estaría entre los 40 y los 55 millones; así, parece difícil matar a cien
millones.
Volviendo al asunto deportivo. La figura de Rafael Nadal
es denostada por una auténtica legión de opinadores, los cuales señalan
convencidos que el tenista se dopa y si no ha sido acusado oficialmente es
porque está protegido por las agencias antidopaje; esta especie se da tanto en
España como fuera. Un hecho cierto es que en sus doce años de profesional el
deportista se ha sometido a cuantos controles anti-dóping se le han presentado;
en total son más de 400, lo que significa que ha pasado unos 34 cada año (a
todas las horas del día y de la noche), o sea, uno cada diez días, sin
habérsele detectado nunca el más mínimo indicio de sustancia prohibida. Por
otro lado, reiterarse en que la ausencia de positivos se debe a que goza de
protección y que le han enmascarado positivos tiene muy poca lógica; si en USA
la Agencia Antidopaje Americana acosó hasta derribarlo a un personaje tan
emblemático y admirado en su país como Lance Armstrong (recibido por el
presidente, elevado a símbolo de la superación y la lucha contra el cáncer),
¿por qué iba a tener tanto miramiento con un extranjero? Y del mismo modo la
Agencia Mundial Antidopaje y los organismos correspondientes del Comité
Olímpico Internacional.
Y una más, una muy típica del ‘pesimista
narcisista’, ese español que se cree que su país aglutina todo lo peor del
planeta. Se puede leer, sobre todo en algunos periódicos, que “España es el
país más corrupto del mundo”. Esta especie de paranoia la rebatió un
comentarista desde un país sudamericano, quien dejaba escrito refiriéndose a
los españoles: “ustedes no saben lo que es corrupción y robo
institucionalizado, ustedes no saben qué es injusticia, ustedes no saben lo que
es crisis”…, para a continuación recorrer media docena de repúblicas
iberoamericanas siguiendo sólo los casos más escandalosos. Además, nadie negará
que hay mucha más perversión pública en África y en casi toda Asia, más en la
Europa del Este e incluso en algunos países cercanos…
De todos modos, dado el anonimato y la impunidad
para decir cualquier cosa de que se goza en Internet, podrán seguir leyéndose
ahí los más absurdos desvaríos. Sí, ese anonimato permite a cada uno expresar
sus carencias.
CARLOS DEL RIEGO
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