Así debieron ser las primeras las primeras 'ciudades'. |
Se daba a conocer hace unos días (VI-19)
el sensacional descubrimiento de los restos de cientos de pobladores de una de
las primeras “comunidades protourbanas” de que se tiene noticia, Catal Huyuk (asentamiento
descubierto en Turquía hace unos sesenta años). Analizados esos huesos se han
hallado evidencias de enfermedades, heridas y violencias. En torno a estos y
anteriores hallazgos se ha desarrollado una teoría que sentencia que con el
paso del Paleolítico al Neolítico el hombre perdió calidad de vida. Una
afirmación más que discutible
La cosa viene de años atrás: expertos,
no tan expertos y aficionados han concluido que cuando el ser humano pasó del
Paleolítico al Neolítico perdió calidad de vida, es decir, cuando hace unos
diez mil años dejó de vivir de la caza y la recolección y se convirtió en
agricultor y ganadero, cuando abandonó el modo nómada por el sedentarismo, empezó
a vivir peor. Los estudios sobre los esqueletos de Catal Huyuk han devuelto a
la actualidad esta idea que, sin embargo, resulta muy fácil de rebatir.
En primer lugar parece de lo más absurdo
y anticientífico trasladar un concepto tan moderno como ‘calidad de vida’ a una
época en la que, con absoluta seguridad, nadie conocía y nadie había siquiera
imaginado; es como decir que las neolíticas eran sociedades machistas y
antidemocráticas. En segundo lugar, no se tiene la más remota idea de lo que
hace diez mil años se entendía como mejora de las condiciones de vida, es
decir, el concepto actual de ‘calidad de vida’ tendría en aquellos tiempos
tanto significado como el de ordenadores cuánticos. Puede añadirse que
actualmente no se tiene el más mínimo indicio de prueba de cuáles eran los
deseos y pensamientos del hombre de hace diez milenios, por lo que no se tiene conocimiento
probado de cómo era su mentalidad, motivos, preferencias, angustias, intenciones...
Por otro lado, si dieron el paso de la
cueva o la cabaña provisional a la construcción sólida sería porque les pareció
beneficioso; si dedujeron que era mejor tener el ganado controlado en rebaños
que salir a cazar varias veces por semana fue porque le vieron ventajas; si entendieron
que era más práctico y fácil sembrar y cosechar que depender de lo que se
encontraban por ahí debió ser porque pensaron que su vida sería así más segura.
En resumen, aunque nunca se pararan a reflexionar sobre el asunto, aquellos
grupos humanos dieron el paso de tribu nómada a sociedad urbana, y al hacerlo dejaron
de ser otra especie animal incorporada a la naturaleza y siempre dependiente de
ella (con su nicho ecológico, sus depredadores y sus presas como cualquier otro
animal) para buscar la seguridad que proporciona poder controlar el entorno. Y
si así lo hicieron no fue porque decidieran vivir en peores condiciones, ya que
el ‘invento’ de la agricultura y la ganadería se extendió con (relativa)
rapidez por todo el planeta, cosa que indica que en todo el mundo vieron las
ventajas de cultivar y pastorear, lo que condujo a instalarse definitivamente,
a construir agrupaciones de casas, o sea, a ‘inventar’ la aldea, el pueblo, la
ciudad. Además, nadie presionó a los grupos paleolíticos para que adoptaran los
nuevos modos, sino que todos se convirtieron por deseo propio; y por otro lado,
ningún agricultor renunció a sembrar para volver a depender de lo que se
encontrara, es decir, no debieron encontrar tan perjudicial el nuevo modelo.
Sea como sea, es sin duda una idea
absolutamente conservadora, retrógrada incluso, esa que proclama que era mejor
vivir como un animal dependiente de la naturaleza que convivir en un
asentamiento definitivo controlando los procesos agrícolas. Cierto que hubo
problemas, ¿cómo no iba a haberlos si no se había inventado la autoridad municipal, si no se habían inventado las leyes ni la obligación de
cumplirlas para conseguir la convivencia, si no se habían inventado soluciones como calles o alcantarillas? A pesar de todo
es evidente que vieron más ventajas que inconvenientes.
Y a ello se puede añadir la cuestión
puramente intelectual. Y es que, de haber continuado viviendo en las cavernas
cazando y recogiendo frutas, el desarrollo mental de la persona se hubiera
detenido, con lo que no hubieran aparecido ideas tan luminosas como la
escritura o la rueda, que surgen en entorno ciudadano, ya en la Edad de los
Metales.
No dejar de sorprender que expertos e
intelectuales del siglo XXI hablen de las bondades del Paleolítico y de los
problemas surgidos en el Neolítico; es evidentemente absurdo que estudiosos y
pensadores que se tienen por progresistas se conviertan en regresistas
extremos, ya que reniegan del evidente progreso que, en todos los campos,
supuso la agricultura y la aparición de la ciudad. Es preocupante que los que
se dicen progresistas elogien el regreso total. Es algo así como el mito del
buen salvaje y la perversa civilización, sin embargo, la aportación al avance
de la Humanidad de las sociedades urbanizadas (en pensamiento, tecnología,
arte…) es muy superior al de las culturas nómadas.
CARLOS DEL RIEGO
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