martes, 12 de marzo de 2024

MELODÍAS INOLVIDABLES DEL ROCK CLÁSICO QUE JAMÁS PIERDEN ENCANTO

 


 Las lentas crean ambientes increíbles en los conciertos de rock

Las canciones de ritmo cadencioso son imprescindibles en la discografía de cualquier grupo de rock por muy bruta que sea su propuesta. Y es que también hay mucha alma, mucha carga emocional en piezas poco revolucionadas. Con total seguridad, cualquier amante del rock & roll podría decir docenas de piezas de ritmo contenido que, por más tiempo que pase, por más veces que las haya escuchado, jamás dejan de hacerle efecto

 

Desde el primer momento las canciones lentas, con ritmo pausado y cadencioso, han formado parte imprescindible del repertorio de la práctica totalidad de los grupos de pop y rock que han tenido algún peso en la historia de estos géneros musicales. Casi siempre esas piezas de atmósfera premiosa tienden al tema amoroso, recurso infinitamente repetido que, por increíble que parezca, sigue siendo la materia con la que se construyen la mayoría de las canciones. Hay, sin embargo, lentas que se separan del sentimentalismo más o menos acaramelado, melodías cuya parsimonia rítmica contrasta con un contenido fogoso, cargado de sentido e intención. El catálogo de grandes canciones con muy pocos golpes de bombo por minuto es interminable, y cada uno tiene las suyas, lógicamente.

 

Difícil sería encontrar a alguien con un mínimo interés por esto del rock que no identifique ‘The house of the rising sun’ al segundo compás. ‘La casa del sol naciente’ es un tradicional estadounidense de autor anónimo; la primera grabación que se conoce es de 1934 y quien la cantaba explicó que la conocía porque se la cantaba su abuelo…, y poco más se sabe de su origen (tal vez incluso británico). Aunque existen no pocas versiones, la que lanzaron The Animals en 1964 (grabada de una sola toma y con todos tocando a la vez) es la que más recorrido ha tenido; inconfundible es el arpegio con que da comienzo, la voz profunda y modulada de Eric Burdon, el órgano evocador…, y ese ambiente melancólico e incluso inquietante que tienen los dos minutos y pico, transmiten la intención pecadora de la pieza. Es sabido que la casa del sol naciente es un prostíbulo-casino de juego (un ‘saloon’ del oeste tal vez) que “ha sido la ruina de muchos pobres chicos, y yo soy uno de ellos”, dicen explícitamente los versos más evidentes del tema, pero hay otros que remarcan el ambiente de vicio y perdición de aquella casa de Nueva Orleáns, como “Madre, dile a tus hijos que no sigan los pasos que yo seguí, malgastando sus vidas en pecados y miseria en la casa del sol naciente”. Juego, mujeres y alcohol, eso es esa casa, no un lugar ideal ni luminoso.

 

Habrá quien se derrita escuchando la deliciosa ‘Please dont let me be misundertood’ (Nina Simone, Elvis Costello…), que el autor de la letra, Horace Ott, escribió pensando en que su mujer malinterpretaba todo lo que hacía o decía; el melódico y filosófico ‘Forever Young’ de Alphaville; o el oscuro, autodestructivo y arrebatador ‘Perfect day’ de Lou Reed; o la maravillosamente necrófila ‘Dead flowers’ de los Rolling Stones.

 

Otra maravilla eterna y arrebatadora es ‘Golden brown’, una preciosa pieza con irresistible compás de tres por cuatro en donde brilla un juego de órganos que deja sin palabras y que adorna una tonada melódica de esas que enganchan desde la primera audición y que siempre se desea volver a escuchar (un periodista inglés dijo que era ‘un intento de vals’). The Stranglers irrumpieron en la primera hornada punk, pero pronto se les quedó pequeño el género, ya que poseían demasiada capacidad interpretativa y creativa para limitarse a hacer canciones de dos acordes y tres arreglos. Incluida en su elegantísimo álbum de 1981 ‘La follie’, su letra resulta tremendamente ambigua, tanto que ellos han dicho que debe escucharse como si fuera un test de esos en los que te enseñan manchas y dibujos y tú tienes que decir qué te sugieren, qué es lo que ves en ellos; sin embargo, en alguna ocasión, los propios ‘estranguladores’ han comentado que, en realidad, tiene referencia tanto a la heroína marrón como a una chica de piel dorada. Los versos dicen (más o menos) “marrón dorado de textura como el sol, me posee, se lleva mi mente (…) marrón dorado, la gran tentadora”. ¿Chica o droga?, da igual.

 

Claro que tampoco hay quien se resista al eterno encanto del ‘Hey Jude’ de Beatles; ¡y qué decir del ‘White bird’ (de It´s a beautiful day) con su multicolor carga hippy!; ¿y el ‘If you ever seen the rain’ de los Creedence?; ¿y la descriptiva y arrebatadora ‘Lady Stardust’ de Bowie?

 

Melodía contagiosa contiene ‘Accidents will happen’, que abría el tercer álbum del gran Elvis Costello, ‘Armed forces’ editado en 1979, con el que el londinense no hacía sino confirmar su talento inagotable. La armonía melódica es deliciosa (como casi todas las que componía en aquellos creativos años), con la voz dando inicio y con una secuencia musical lógica, sencilla, fácilmente asimilable, tarareable, muy dulce. La letra trata de dos de los asuntos que siempre han preocupado a Costello, la infidelidad y la culpa, la traición y el remordimiento; así, explica que “ocurren accidentes, golpean y se van, no quiero escucharlo, porque sé lo que he hecho (…) es el daño que hacemos y que nunca sabremos”. Es de tema amoroso, pero va mucho más allá de la simpleza superficial de la canción sensiblera y enamoradiza.

 

Cuando empiezan las voces de ‘California dreaming’ resulta imposible no sumarse a tan inolvidable diálogo; finísima es ‘Heart of gold’ del siempre iluminado Neil Young; ‘Dust in the wind’, de Kansas, es de esas que atrapan, hacen olvidar lo que se está haciendo y elevan el espíritu; también es fácil caer en el hechizo del ‘Knocking on heaven´s door’ de Dylan.

 

Hace décadas en las discotecas alternaban la música para el ‘baile suelto’ con la que se pinchaba para el ‘baile agarrao’. Con todas estas se haría una sesión de ‘agarrao’…

 

CARLOS DEL RIEGO

 

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