domingo, 12 de febrero de 2023

LA CARA OSCURA DE ROGER WATERS, CUANDO UN GRAN ARTISTA NO ES UNA GRAN PERSONA

 


Waters y Gilmour haciendo de tripas corazón

 

Ya entonces chocaban continuamente

Un gran artista no tiene que ser necesariamente una gran persona. Así se ha demostrado infinidad de veces en cualquier rama del arte. Roger Waters es un músico dotado de gran talento, como prueban los discos que hizo con Pink Floyd. Pero no puede decirse que es una persona con gran humanidad, como también ha quedado patente en no pocas ocasiones. El bajista y compositor, como viene siendo habitual, ha dejado salir la bestia que todo homo sapiens lleva dentro 

Los que llevan en la sangre tanto rock como glóbulos rojos siempre estarán agradecidos a Roger Waters. De su cacumen salieron tantos discos, tantas canciones, tantos pasajes musicales enigmáticos y encantadores… Pero como persona sus actitudes, actuaciones y manifestaciones son, cuando menos, discutibles. Viene ya de largo su crítica constante y altisonante contra el presidente de EE UU, Biden, al que ha calificado de “genocida y criminal de guerra” (contra Trump no tenía palabras), mientras elogia a Putin y la guerra que se inventó. Podría preguntársele por qué vive en Estados Unidos (enorme mansión en Nueva York) y no en Rusia o en un país comunista, por qué prefiere los privilegios, lujos y ventajas del capitalismo (fortuna estimada en 400 millones, ganados honradamente según parámetros capitalistas), que incluyen la libertad de criticar e insultar al presidente de la nación, o si se atrevería a decir lo mismo del líder ruso o chino estando en uno de esos países (probablemente se caería por la ventana del hospital, un raro veneno acabaría con él o simplemente desaparecería). Su antisemitismo es ya patente, y no sólo contra el Gobierno de Israel, sino contra todo judío, como demostró al colocar la Estrella de David en su famoso cerdo. También se desenmascaró cuando dijo reírse de quienes vaticinaban una invasión rusa de Ucrania para, al estallar la guerra, decir que era culpa del país invadido. Por no hablar de su apoyo incondicional a Nicolás Maduro y otros sátrapas parecidos. 

Por otro lado, es evidente que la megalomanía se apoderó de él durante los últimos años de Pink Floyd. Se proclamó a sí mismo jefe absoluto de la banda, se erigió en auténtico dictador que decía a todos lo que tenían que hacer, y si no obedecían, bronca y amenaza. A Rick Wright lo insultó, humilló y menospreció en público, hasta el punto de despedirlo del grupo (él ya era quien mandaba y ordenaba) para luego contratarlo como teclista ocasional de sesión; o sea, hacía exactamente lo mismo pero cobrando muchísimo menos. El batería Nick Mason siempre dijo que sobrevivió a todo gracias a su capacidad para hacerse el sueco. Sólo  David Gilmour le daba réplica, y si no lo largó fue porque sabía que el guitarrista conseguía enlucir mucho sus ideas, pero la guerra entre ellos ya había estallado. Han tenido múltiples encontronazos en los tribunales y, curiosamente, Gilmour ha salido siempre victorioso, lo cual ha multiplicado la inquina de Waters, sin que Gilmour haya dado un paso atrás. 

La última batalla de esta larga guerra entre Waters y Gilmour la ha provocado la esposa de éste, la escritora Polly Samson, quien ha publicado recientemente en sus redes sociales un mensaje bastante explícito: “Por desgracia eres un antisemita en lo más hondo de tu podrido corazón. Un aliado de Putin y un ladrón, hipócrita, evasor fiscal, misógino, cantante en play back, enfermo de envidia y megalómano”. David Gilmour asintió: “Todo eso es cierto y demostrable”. La lista de calificativos es más que explícita, destacando lo de estafador fiscal porque será raro el artista que no evada, y sobre todo por eso de “cantante en play back”, uno de los mayores pecados del músico de rock. La confirmación de Gilmour de que “cada palabra es cierta y demostrable” deja fatal a Waters no sólo como persona sino también como artista.    

Optar por el insulto en lugar de utilizar la palabra para contradecir o criticar no es lo más aconsejable, pero teniendo en cuenta que Roger Waters siempre ha tirado del insulto, la descalificación, la grosería e incluso la amenaza, no puede quejarse si le pagan con la misma moneda. En todo caso, el gran compositor, cantante y bajista es un perfecto modelo del gran artista que no es gran persona. Su ego y fanatismo son del mismo tamaño que su talento. Por eso, no parece sensato defender su forma de ser sólo por ser un músico brillante.  

CARLOS DEL RIEGO

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