Estado en que quedó la Venus del espejo, de Velázquez, tras el ataque de una sufragista fanatizada
Casi cada día se tiene noticia de alguna
acción protagonizada por feministas radicales. En las últimas fechas una
asociación feminista francesa ha denunciado y se ha manifestado contra un
concurso de belleza sin que nadie las molestara; y es que hoy los y las
activistas tienen de su parte derechos, leyes, abogados y gran parte de la
opinión pública. Hace unos cien años las cosas no eran tan fáciles para las
pioneras del feminismo y de los derechos de las mujeres, las sufragistas, que
sufrieron terribles penalidades
Una organización feminista francesa
‘Osez le feminisme’, ha puesto en su punto de mira un concurso de belleza (miss
Francia), al que acusa de sexista, rancio, machista, explotador retrógrado…
Curioso es que, siendo la base del feminismo la idea de que la mujer es dueña
de su vida y soberana a la hora de decidir sobre su vida, su trabajo y su
sexualidad, las feministas ultras niegan esa capacidad de decisión a las
mujeres que deciden por su cuenta participar en un concurso de belleza o ser
azafatas de una carrera de coches. Es decir, según estas mujeristas extremas,
la mujer tiene libertad para decidir sobre sí misma siempre que decida lo que dice
el feminismo. Indescifrable contradicción.
En todo caso, el feminismo tiene hoy de
su parte muchas herramientas que no tenían las sufragistas que pedían el voto
para las mujeres hace unos cien años. Las legislaciones del siglo XXI en
occidente (en otras culturas la cosa es distinta) protegen los derechos de manifestantes,
activistas o delincuentes. Las sufragistas de entonces, que eran feministas
porque exigían derechos para las señoras (el derecho al voto), debían
enfrentarse a la mentalidad de la época y a la brutalidad del sistema, que no
tuvo piedad con ellas. Baste recordar las desgracias y sufrimientos de tres de
aquellas mujeres, valientes y a la vez cercanas al fanatismo: Mary Richarson,
Emmeline Pankhurst y Emily Davison, tres nombres emblemáticos del sufragismo y
de la lucha de las mujeres por la igualdad política.
Mary Richardson (1889-1961) ha pasado a
la historia como la mujer que apuñaló ‘La Venus del espejo’ de Velázquez en el
National Galley de Londres el 14 de marzo de 1914 para protestar por el arresto
de otra sufragista, Emmeline Pankhurst. El cuadro recibió siete cortes con un
cuchillo, aunque fue reparado, y Richardson fue condenada a seis meses de
cárcel. Ella contó que tras romper el cristal un guardia se levantó de la silla
y fue hacia ella, mientras otro quiso ir tan rápido que se cayó de bruces:
“tuve varios segundos extra para dar otros cuatro tajos”. Luego, en 1932, Mary
Richardson se unió a la Unión Británica de Fascistas (BUF), donde ascendió
rápidamente. El fanatismo suele conducir a más fanatismo.
Richarson integró la WSPU, la Unión
Social y Política de Mujeres, asociación puesta en marcha por una de las
sufragistas más célebres, Emmeline Pankhurst. Esta organización llevó a cabo
cientos de acciones violentas a lo largo de los meses previos al inicio de la
Primera Guerra Mundial: incendiaron casas y mansiones en Inglaterra y Escocia,
quemaron la Biblioteca de Birminghan, y lo mismo hicieron con estaciones
ferroviarias, muelles, pabellones deportivos..., pusieron bombas en iglesias e
intentaron volar un depósito d agua, además de destrozar obras de arte; en total
se cuentan 140 actos similares sólo de enero a julio de 1914.
Emmeline Pankhurst (1858-1928) fue una
de las más importantes sufragistas, y luchó por el voto femenino a través de la
mencionada WSPU, sobre todo mediante la ‘acción’ directa, es decir, la
violencia. Las militantes del grupo lo pasaron fatal, puesto que a menudo eran
atacadas y golpeadas por agentes de paisano o por tipos que odiaban lo que las
feministas representaban. Muchas de aquellas mujeres fueron detenidas, pero
para que su causa tuviera más impacto social era común que se pusieran en
huelga de hambre, debiendo ser alimentadas a la fuerza. Pankhurst cuenta que,
estando ella en la cárcel, escuchaba a todas horas los gritos desesperados de
las sufragistas detenidas: las inmovilizaban con camisa de fuerza, les sujetaban
la cabeza y les metían algo en la boca para que no pudieran cerrarla, entonces
les introducían un tubo por la boca (o la nariz) y por allí les metían la
comida… A pesar de que fue detenida muchas veces y otras tantas se puso en
huelga de hambre, a Pankhurst no la sometieron a tal tormento porque ya era
demasiado famosa. Con todo, jamás perdió su empuje y presencia de ánimo. Pero
su pensamiento tendía al fanatismo; su ideología viene definida por la
respuesta que dio a una de sus hijas, la cual, descontenta con las acciones
violentas de la WSPU, se marchaba a otra asociación: “Tú tienes tus propias
ideas y no queremos eso. Queremos que todas las mujeres sigan las instrucciones
(de WSPU) y caminen al unísono como un ejército”. En fin, la biografía de esta
mujer está abarrotada de sucesos, violencias, amenazas, declaraciones, viajes,
cárcel, política, reivindicación y lucha. El voto femenino llegó en 1918 para
las mayores de treinta y en 1928 para todas.
La peor parte se la llevó Emily Davison
(1872-1913). Se unió a la WSPU en 1906 y tomó parte en diversas acciones
violentas, destacando como una de las “militantes más atrevidas e imprudentes”
(según una compañera). Detenida varias veces, hizo huelgas de hambre y fue
alimentada por la fuerza. El 4 de junio de 1913, sin avisar a nadie de sus
intenciones, viajó a Epson para asistir al Derby. Cuando los caballos corrían a
toda velocidad, Davison salió de su escondite y se puso en el trayecto del
caballo del rey, montado por un jinete llamado Herbert Jones. Su intención era
colocar una bandera sufragista alrededor del cuello del animal, pero lo que
ocurrió es que el caballo la arrolló y montura y jinete rodaron sobre la mujer.
Davison murió unos días después con fractura de la base del cráneo, el jockey
sufrió heridas menos graves y sólo el caballo salió ileso. Davison quiso dar un
tremendo golpe propagandístico, pero no calculó el riesgo de ponerse delante de
un caballo en una carrera.
Independientemente de los actos y
crímenes que perpetraron y de las contradicciones en que caían, es innegable el
arrojo, la convicción y fuerza moral de estas mujeres, que lucharon contra lo
más difícil, el pensamiento de casi toda la sociedad. Y lo hicieron a cara
descubierta costara lo que costara.
CARLOS DEL RIEGO
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