Como puede verse, la relevista de la calle 3 tomó el testigo fuera de la zona. con la complicidad de los jueces
Todos los deportistas
que participaron en los Juegos de Tokio 2020 hablaron de satisfacción, de
experiencia única, de lo especial que son unos juegos, sin embargo, todos
tenían uno o varios peros. El vacío de público en las canchas, la ausencia de
la interacción y trato con otros deportistas (algo exclusivo de las citas
olímpicas), la frialdad en los pódiums… Pero es que hubo algo peor, algo
inadmisible: las trampas e injusticias que se vieron en el estadio
No pasarán a la
historia los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 salvo por haber sido los más feos,
los más dudosos e incluso los más tramposos, pues auténticas trampas se
perpetraron en la pista de atletismo, y en otras, con la complicidad de los
jueces. Hubo grandes carreras, saltos y lanzamientos, pero también decisiones
incomprensibles que afearon y ponen en duda la propia competición atlética.
En el relevo 4X400
metros mixto se vio un hecho insólito: el primer relevista de un equipo, chico,
entregó el testigo al segundo, chica, unos diez metros fuera del límite de la
zona de entrega. Esta irregularidad es motivo de descalificación inmediata en
cualquier competición; en principio fueron descalificados, pero luego incomprensiblemente
recalificados; ¿la atleta no vio dónde se colocaban sus rivales o pensó que tenía
derecho a colocarse donde quisiera? Se permitió que el relevista hombre corriera
410 metros, mientras que el relevista mujer sólo 390, lo que significa una
evidente ventaja. Pues los jueces, árbitros y comisarios tragaron. Se impuso el
buenismo populista sobre el cumplimiento de las reglas. Trampa, injusticia.
En una serie
clasificatoria de los 3.000 metros obstáculos femenino, en un lance de carrera,
una participante tropezó con otra y cayó, con lo que perdió toda opción de
clasificarse; sin embargo, los jueces determinaron luego calificarla para la
final…; pronto el atleta que tropiece con el obstáculo, caiga y llegue a medio
minuto del último será repescado para la final. En otra serie, a un participante
se le salió la zapatilla, por lo que no entró en los puestos que dan acceso a
la final; pero ahí estaban los encargados de hacer cumplir las normas para, traicionando
la legalidad, recalificar al descuidado atleta que perdió el calzado él solo,
sin que ningún rival le tocase, es decir, la había atado mal, fue culpa suya.
En próximas competiciones de máximo nivel será motivo de recalificación el
hecho de que el atleta pierda la gorra durante la carrera. Un esperpento
irritante.
En la final de salto
de altura masculino, dos saltadores superaron la misma altura, 2,37 metros,
utilizando idéntico número de intentos (el tercero saltó lo mismo pero necesitó
más); entonces, un comisario se acerca y pregunta si quieren desempatar, y
ellos dicen que no, que mejor ser oro compartido que arriesgarse a quedar
segundo… Lo regulado es que se ponga una altura determinada y si ninguno la
salta se baja y se sube hasta que uno falle. Compartir ese oro es como si las
selecciones finalistas de fútbol (o cualquier otro), llegado el final del
partido acuerden no seguir, ni prórroga ni penaltis, sino que ambas selecciones
se cuelgan el oro. Un verdadero fraude, un amaño.
También en la cancha
de tenis se vio una falta grave por parte del juez de silla. Se enfrentaban
Djokovic y Carreño por el bronce; el serbio, en uno de sus ataques de cólera,
lanzó la raqueta a las vacías gradas tras perder un punto, con lo que el juez
le sancionó con una advertencia, un ‘warning’; luego, al acercarse a la red en
un descanso, reventó la raqueta contra el soporte lateral, de modo que el árbitro
le dio el segundo ‘warning’, que automáticamente acarrea la pérdida de un
punto. Pero no fue así, al comenzar el juego inmediato, Carreño le recordó al
juez de silla que dos advertencias, dos ‘warning’, se sancionan con la pérdida
de un punto, por lo que el juego debería comenzar con ventaja del español. El
señor de la silla elevada apenas hizo gesto, como si las reglas del juego
fueran opinables. Aquello fue un robo.
¡Y qué se puede decir
de las zapatillas trucadas utilizadas por atletas en el estadio olímpico! Se ha
permitido el uso de calzado con un dispositivo que ayuda a mejorar el
rendimiento, y por eso, resultan sospechosos los no pocos récords del mundo
batidos (a veces por el primero y el segundo) y la mejora masiva de marcas
mundiales, continentales y personales. Nike ha fabricado un calzado con una
placa de fibra de carbono combinada con una espuma muy reactiva, lo que
devuelve casi el 85% de la energía en cada pisada, algo que, dicen, da
sensación de propulsión. Y todos los que mejoraron registros usaban esas
deportivas; otras marcas ponen una placa de carbono más fina, más simple, pero
al final viene a ser lo mismo. La cosa está aprobada por la federación, que
permite placas de 30 milímetros explicando que es una mejora de tecnología… Es como
si un ciclista acumulara energía con cada pedalada, de manera que al llegar el
puerto pudiera aprovechar esa energía con un dispositivo que permitiera
recuperarla…Estaría bien que en las próximas competiciones, corredores y
saltadores usaran zapatillas convencionales para comparar las marcas que se
hacen con un calzado y con otro.
Y a todo esto, el COI
pensando en convertir en olímpico hasta el juego del escondite.
CARLOS DEL RIEGO
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