Gretel Bergmann, saltando a tijera
Posible retrato de Nicolai Kovtun, cuyos récords desaparecieron de los registros, igual que sus fotos
Los Juegos Olímpicos
son, esencialmente, el atletismo. Podría haber juegos sin fútbol, sin deportes
de agua o de equipo, pero jamás serían olímpicos sin atletismo. Los atletas son
lo único imprescindible de los JJ OO, por ello resulta triste e injusto que los
totalitarismos privaran el honor olímpico a quienes estaban destinados a
brillar en la pista. Los nazis apartaron a la saltadora judía Gretel Bergmann y
los soviéticos machacaron al saltador Nicolai Kovtun. Apenas son conocidos, pero
no por falta de valor y mérito atléticos
A lo largo de los
veinticuatro Juegos Olímpicos celebrados en el siglo XX (las guerras dejaron
tres Olimpiadas sin juegos) el atletismo ha convertido en leyendas a algunos de
los héroes del estadio. Otros, desgraciadamente, jamás aparecerán en las listas
olímpicas a causa de dos de los regímenes dictatoriales más sangrientos del
siglo, el soviético y el nazi.
Gretel Bergman era
una saltadora de altura alemana judía nacida en 1914. Comenzados los años
treinta Gretel batió el récord alemán con 1,60 metros. Pero al hacerse los
nazis con el poder, se marchó a Inglaterra. Meses antes de los Juegos de Berlín
1936 el equipo alemán la convocó; según dicen los especialistas, la presión del
COI y de EE UU consiguió que fuese seleccionada. Pero una vez en Alemania
recibió un comunicado de su federación en el que le decían que quedaba excluida
por sus ‘mediocres resultados’, aunque tenía la mejor marca del año. En su
lugar se incluyó a un hombre disfrazado de mujer: Heinrich se hizo pasar por
Dora y sólo consiguió un cuarto puesto; la vencedora saltó 1,60 metros, lo que
significa que Gretel hubiera peleado por aquella medalla de oro y hubiera
ocupado el lugar que le correspondía por mérito y esfuerzo. Unos meses después
de los juegos emigró definitivamente a EE UU, donde continuó su carrera
atlética con notables éxitos.
Gretel nunca perdonó a Alemania, donde borraron sus marcas y su
nombre como si nunca hubiera existido. Murió en Estados Unidos a los 103 años recordando
perfectamente todo aquello y renegando de los nazis, de su país e incluso del
idioma alemán. Su récord fue restituido en 2009. Otros atletas corrieron
idéntica suerte, y sólo una esgrimista judía alemana, Helene Mayer, participó
en Berlín 1936.
Peor lo pasó el
saltador de altura soviético Nicolai Kovtun, que en 1937 se convirtió en el
primer atleta de la Unión Soviética en saltar dos metros, concretamente 2,01, y
lo hizo ante un estadio abarrotado y con la incipiente técnica del rodillo
ventral. Ese mismo año, mientras estaba entrenando se presentaron en la pista
unos tipos oscuros escoltados por uniformados y se lo llevaron, sin dar
explicación, sin decir palabra. Alguien debió acusarlo de enemigo del pueblo,
burgués, saboteador, antirrevolucionario, capitalista o cualquier cosa similar
que, en los años treinta en la URSS, eran sinónimos de años en el Gulag o
paredón. El saltador fue ‘juzgado’ sin abogado, sin derecho a declarar y sin
apelación, así que fue condenado a pasar 10 años en los gulag de Norilsk y
Vorkuta (al norte del Círculo Polar Ártico). Nadie informó de lo que había
pasado, nadie dio explicaciones, sólo se sabe que su mujer fue llamada a Moscú
para que repudiara a Nicolai, pero ella se negó… En 1947 Nicolai terminó su
condena y fue liberado, pero sólo tres años después volvió la acusación sin
pruebas, el juicio sin abogado y la condena sin poder defenderse, esta vez a
cinco años en un campo de trabajo cerca de los Urales.
Los registros
deportivos de Nicolai Kovtun (también tenía la mejor marca soviética en triple
con 14,66 m.) desaparecieron, fueron borrados de los ránkings. Finalmente, en
1955, fue liberado definitivamente; otro saltador con el que Kovtun había competido
lo describió entonces: “No se parecía nada al joven fuerte y alegre que yo
conocía. Siempre callado, muy reservado, nunca hablaba y no tenía ningún
interés por el salto de altura”. Murió por problemas cardiacos en 1981. En 1988
fueron restituidos los nombres y registros de los atletas que fueron proscritos
por el comunismo stalinista y las grandes purgas; según R. Quercetani en su
‘Historia del atletismo mundial’, fueron 39 los atletas perseguidos por aquella
locura que no terminó hasta la muerte del dictador.
En realidad hubo
muchísimos casos de discriminación y represión, y no sólo en los países totalitarios.
Podrán escribirse varios libros sobre las tragedias personales que soportaron
no pocos atletas a causa de la política y la guerra.
CARLOS DEL RIEGO
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