Primera imagen que asocia corazón y amor, de 1344. El enamorado se arrodilla y se lleva la mano al pecho mientras la amada sujeta el corazón que él le ha ofrecido
Al acercarse la fecha
del 14 de febrero proliferan los mensajes en los que aparece el consabido
corazón, que ya se ha establecido como símbolo del amor. No se tiene noticia
cierta de cuándo y por qué se empezó a utilizar esa inconfundible silueta
(generalmente roja o rosa) como sustituto de las palabras que vienen a expresar
ese sentimiento; pero sí que hay varias teorías
Lo de ‘yo corazón tú’
es tan internacional como los aros olímpicos, es reconocido en el acto y en
todas partes se sabe su significado al primer golpe de vista. Pero ¿cuándo y
por qué empezó el dibujito a significar lo que significa? Según quienes han
investigado el asunto, los orígenes históricos de ese emblema son casi
imposibles de precisar, aunque hay diversas posibilidades que, juntas, han
convertido la víscera cardiaca (y no el hígado o los pulmones) en sinónimo de
amor.
Algunos aseguran que
la imagen más antigua conocida que muestra la forma de corazón es una moneda de
una ciudad griega, Cirene (fundada en el siglo VII a. C. y despoblada unos
1.500 años después), que estaba en lo que hoy es Libia; en su anverso muestra
una representación de una hoja de silphium, que es una imagen del consabido
corazón. Cuentan los especialistas que tanto griegos como romanos usaban una
especie de hinojo llamado silphium (cuyas hojas tienen esa forma) como método
anticonceptivo; fue tan popular esta planta que llegó a asociarse con el amor y
el sexo. Es la referencia más antigua.
Gran parte de la
cultura occidental tiene su origen en la antigua Grecia, y parece que también
surgió allí la asociación de este músculo con este sentimiento (y vale para
amor conyugal, paternal, fraternal…). La poetisa Safo de Lesbos (que vivió
entre los siglos VII y VI a. C.) dejó escrito en uno de sus versos “mi corazón
loco temblando de amor”. Por su parte, Platón (427-347 a. C.) explicaba que el
corazón era esencial para el amor, el miedo, la rabia y el dolor. Otros sabios
griegos, como Aristóteles y Galeno, afirmaban que el corazón humano tiene “tres
cámaras con una pequeña abolladura en el centro”…Es muy probable que, dada la
influencia de la cultura y el saber clásicos en toda la historia de occidente,
los artistas plásticos de la Edad Media utilizaran esa somera descripción para
figurar el corazón; e igualmente, si los grandes nombres de la Filosofía Griega
le dieron tanta importancia a este órgano, la asociación del corazón con la
felicidad, el amor y las relaciones galantes parece hasta lógica.
En fin, es evidente que
desde muy antiguo se viene relacionando esa víscera musculosa con el
sentimiento amoroso; claro que cuando se representa se hace esquemáticamente, o
sea, sin dibujar arterias, válvulas, venas…
La primerísima imagen
que asocia explícitamente el típico dibujo con forma de corazón (los dos
lóbulos que se estrechan y convergen abajo) con el ardor de los amantes se vio en
1344, en una ilustración de la obra ‘El romance de Alejandro’ del francés
Lambert le Tort; la escena presenta una mujer que sujeta un corazón (esa
reconocible representación) mientras el amante, que se lo ha ofrecido, se lleva
la mano al pecho, a su propio corazón, como prueba de amor.
Esa especie de figura
retórica, ese ideograma tan fácil de identificar tuvo mucho éxito en
manuscritos posteriores, cuyos ilustradores lo usaron muy a menudo; y también
se grabó en mangos de espadas, figuras y tallas de madera, joyas, tarjetas y
cartas, incluso en lápidas del cementerio. Desde finales del siglo XVIII y
durante el Romanticismo del XIX ya era bastante habitual simbolizar el amor con
florecillas, cupidos, pajarillos…, y siempre aquella representación de la
imprescindible bomba de sangre.
El corazoncito de
marras está hoy por todas partes, sobre todo en torno al 14 de febrero, San
Valentín, aunque es casi omnipresente durante todo el año en emoticonos,
mensajes en papel o virtuales, abreviaturas, publicidad... Y la idea surgió,
como tantas otras, en la antigua Grecia.
CARLOS DEL RIEGO
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