Una infantil solución propuesta por un partido contra la crisis económica es imprimir más y más billetes, hasta que sólo valgan como ladrillos para que jueguen los niños, como pasó en Alemania en los años 20 del s xx
La infantilización de
gran parte de la sociedad es una evidencia. Casi cada día los medios de
comunicación y las redes sociales ofrecen pruebas irrefutables de la
propagación de un pensamiento infantil, como por ejemplo ese que está
convencido de que las soluciones a los problemas más complejos están en algo
tan simple como cambiar los usos del lenguaje, o que contra la crisis económica
lo mejor es imprimir más y más billetes
El pensamiento
infantil es simple y maniqueo (bueno o malo, blanco o negro, de los míos o de
los otros), y por tanto su visión de cada cuestión es totalmente superficial y
no tiene en cuenta lo que hay debajo; es como el que da su opinión sobre un
libro basándose en la portada y el título. Hoy se ha extendido esa forma pueril
de expresar opiniones, fobias y filias, y tal vez se deba a lo fácil que
resulta divulgar.
Una de las últimas evidencias
infantilizantes en hacerse visible es la que ha difundido un grupo animalista.
Resulta que proponen dejar de utilizar expresiones como ‘matar dos pájaros de
un tiro’, ‘coger el toro por los cuernos’, ‘como el perro y el gato’ o ‘no seas
gallina’, las cuales denotan un “lenguaje anti-animal y especismo”. ¡Hay que
tener una mente de niño y poco seso para creer que quien dice ‘no seas gallina’
odia a los animales, los ofende o les falta al respeto!; sobre todo teniendo en
cuenta que ellos, los animales, no hacen caso de semejantes gilichorradas, les
importa menos que nada, vamos (¿y decir ‘tiene vista de águila’, ‘es rápido
como una gacela’ o ‘astuto como un zorro’ es antianimalista?). Esta pretendida
humanización del animal deja clara la tendencia infantilizante de quien la
defiende, puesto que los dos pájaros del tiro no se van a ofender por lo que
dicen los refranes; sólo un chaval muy pequeño podría pretender ‘defender’ a
los animales de las palabras de los humanos, pero tal pretensión en un adulto
es puro ridículo. Esto está en la línea de quienes exigen cambiar títulos y
textos de novelas (como ‘Diez negritos’ de Agatha Christie) o insultan a los
que se atreven a disfrazarse. Son criaturas, en fin, que siempre están a la
búsqueda de algo por lo que ofenderse en nombre de otros. Alguien apuntó una
vez, muy certeramente, que este tipo de ideologías son características de
sociedades acomodadas, en las que siempre hay quien busca solucionar problemas que
no hay.
¡Y qué se puede decir
de la petición de un representante de un partido político que propone, como
solución a todas las cuestiones económicas, imprimir y repartir todos los
billetes que se necesiten! La simpleza e ignorancia que demuestra tal petición
no puede ser más propia del niño de ocho años, de hecho, si fuera el chaval
quien la dijera provocaría sonrisas e incluso ternura. Cualquier adulto sabe que los billetes tienen
que tener un respaldo (reservas de oro), y que la impresión ilimitada de dinero
conduce a una inflación insoportable. Tal medida se puso en práctica en la
Alemania de finales de los años veinte, y ocurrió que una barra de pan llegó a
costar diez millones de marcos y los niños construían casitas con los fajos de
billetes como ladrillos; algo parecido hicieron mucho más recientemente en Argentina,
donde a los billetes les llamaban ‘papel pintado’. Sólo una mentalidad aniñada
podría pensar en una ‘solución’ tan simplona e ingenua… y que a nadie se le
hubiera ocurrido antes.
También desde el
mundo hipersubvencionado de los partidos políticos llega otra declaración
necesitada de pañales: “El gordo de navidad incita al odio, no es inclusivo y
alienta en bullying”. Tal vez
provoque envidia (mayormente sana), pero nadie odia al que gana a la lotería
porque ganó; y lo de inclusivo…, quizá exigen repartir el premio entre hombres,
mujeres y trans, blancos, negros, asiáticos y aborígenes, capacitados y
discapacitados…; lo del acoso es ya inexplicable. En todo caso, para un
pensamiento normal y corriente, resulta difícil asimilar que algo que lleva
tantos años celebrándose provocara todo eso sin que nadie se diera cuenta hasta
ahora, hasta que los lumbreras lo descubrieron. Sólo la mente más inmadura
podrá pensar que hay que repartir equitativamente los premios de una rifa. Y ya
puestos, que medallas olímpicas y títulos deportivos se distribuyan de modo
inclusivo y democrático, y que se eliminen las notas y los suspensos: todos
aprobados igualitariamente y así se acaba con el fracaso escolar.
Las redes sociales
tienen que ver en estos asuntos. Así, hay no pocos usuarios que desatan y
vierten sus emociones sin pensar; son habituales las exageradas muestras de
cariño, de amor entre amigos con expresiones que nunca se utilizarían de estar
cara a cara (“siempre te admiré”, “sois imprescindibles en mi vida”);
igualmente ocurre con las manifestaciones de odio y repulsa, pues en las redes
se escupen amenazas, juramentos, desprecios, humillaciones o deseos de muerte con
una ‘naturalidad’ que asusta (“los colgaba a todos”). Esa incontinencia
emocional y oral es típica del rapaz, que no piensa antes de hablar y no
calcula las consecuencias de lo que dice.
Lo peor del asunto es
que, como los niños, las mentalidades infantiloides son más fáciles de
manipular y llevar: con golosinas, colorines, lemas y consignas sencillas, gestos
exagerados, actos grandilocuentes con poca o nula trascendencia… Esto lo tienen
comprobado los expertos en propaganda y manipulación de masas, que son los que
finalmente conducen a los políticos y a los gobiernos, los cuales obedecen a
aquellos ciegamente. Y es por ello que todos los gobiernos (municipal,
provincial, autonómico o central, aquí y en todas partes) gastan millones en
propaganda y autobombo.
El escritor portugués
Virgilio Ferreira dejó dicho: “Ingenuidad es un modo de ser inocente.
Infantilismo es un modo de ser idiota”.
CARLOS DEL RIEGO
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