La elegante estatua
yacente de doña Berenguela sobre su sepulcro en
la Catedral de Santiago
Alfonso
VII tenía la idea de unificar toda España, algo evidente al comprobar que en
mayo de 1135 se hizo coronar en la Catedral de León (la antigua) ‘Imperator
totius Hipaniae’, latinajo que no precisa traducción y que demuestra sus
intenciones (además de seguir la tradición de sus antepasados). Y una
herramienta que los reyes han usado desde siempre para adquirir poder y
territorios es buscar el enlace matrimonial adecuado, ya fuera para sí o para
sus hijos e hijas. El séquito de Ramón Berenguer y su hija (encantados por el
ascenso social que la boda suponía)
emprendió el camino y llegó a Saldaña (hoy Palencia) en los primeros
meses de 1128. Como dato curioso cabe señalar que para agasajar a los recién
llegados se organizó una corrida de toros en la plaza de la localidad, que es
la primera de que se tiene noticia.
El enlace
se celebró en León (hay autores que sostienen que tuvo lugar allí mismo, en
Saldaña) con la presencia de obispos, abades, toda la aristocracia de León,
Asturias, Galicia, Castilla, Navarra, Portugal…, y también representantes del
Califato de Córdoba, de Gascuña y otros condados francos, todos los cuales se
arrodillaron ante el Emperador y le besaron la mano, reconociendo así la
autoridad superior de la corona de León. Según las crónicas, Berenguela cayó
muy bien desde el principio en la corte leonesa, y siempre contó con el respeto
y la admiración general; inteligente, refinada y culta, atractiva y discreta,
alegre y bondadosa, hizo muy buena amistad con Sancha, hermana de su marido (al
que acompañaba en sus campañas militares), y juntas llevaron a cabo diversas obras
benéficas, favorecieron la cultura y la fundación de monasterios. Asimismo,
ella y Sancha solían aconsejar a Alfonso en muchas cuestiones (incluyendo
militares y políticas), e incluso hay autores que afirman que asumió con
entusiasmo la idea de su marido de unificar bajo su autoridad todos los reinos
de España. Tal vez por ello prefería mirar hacia otro lado cada vez que Alfonso
se ‘veía’ con otras. ¿Pensaría que la unificación de todos los territorios
peninsulares era más importante que las infidelidades de su marido?
Así,
la hija del Conde de Barcelona se convirtió en Reina de León y Emperatriz ‘de
toda España’ (totius Hispaniae). Y aunque tardó en tener el primero, tuvo hasta
siete hijos con Alfonso VII, tres de los cuales no llegaron a la edad adulta,
mientras que los otros cuatro también fueron reyes: Sancho III de Castilla, Fernando
II de León, Sancha, esposa de Sancho IV de Navarra, y Constanza, esposa de Luis
VII de Francia.
Es solamente
una prueba de los nexos que ayudan a dar forma a la historia común, la cual
impide explicar aisladamente la de un único territorio. Lógicamente, además de
las siempre determinantes relaciones de parentesco que se creaban entre los
altos estamentos políticos (sin ir más lejos, el padre de doña Berenguela,
Ramón Berenguer III, se casó con María Rodríguez, hija del Cid), el pueblo
llano de cada territorio también entraba en contacto con los de al lado con
total naturalidad. Es evidente, la Historia de España es, entre otras muchas cosas,
la de las relaciones entre los diversos territorios que la conforman, los
cuales no tienen sentido por separado.
CARLOS
DEL RIEGO
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