Bob Marley, cubierto de sangre, muestra la herida del tiro que recibió en un brazo. |
Aunque
la historia del rock no ha cumplido aún los setenta, su trayecto ha sido tan
intenso que podrían escribirse infinidad de libros sobre todas las peripecias,
anécdotas, batallitas y momentos de auténtico peligro de muerte por los que han
pasado casi todos los que se dedican a este negocio, estrellas incluidas.
Una
vez Alice Cooper apuntó a Elvis Presley con un 38… Corrían los primeros años setenta
cuando, una noche, Elvis se encontró con Alice Cooper, su novia Liza Minelli
(¡jo!) y otras personas en Las Vegas y les invitó a todos a tomar algo en su
casa. Según ha explicado el cantante de hard-rock, una vez que todo el mundo se
había puesto cómodo, Elvis le pidió que le acompañara a la cocina, y allí, con
el fin de hacerle una demostración de sus habilidades de karateca y otras artes
marciales, le entregó una pistola cargada, quitó el seguro y le dijo que le
apuntara como si fuera a matarlo, y que no se preocupara, puesto que él lo
desarmaría con un par de movimientos. Alice Cooper ha confesado que durante un
segundo, mientras encañonaba a su colega, por su mente pasó la idea de
disparar, como si una voz interior le gritara “¡tira, dispara!”, e incluso
durante ese instante tuvo tiempo de imaginarse el escándalo que a escala
mundial originaría el hecho de que una estrella del heavy acabara con el rey
del rock & roll. Afortunadamente (según palabras del propio Cooper) el
ángel bueno del hombro derecho se impuso sobre el malo. En todo caso, al
segundo siguiente Elvis lo había tumbado e inmovilizado poniéndole su pie sobre
el cuello. Luego salieron de la cocina, el rey siguió la fiesta como si nada,
pero Alice Cooper se quedó pensativo e incluso asustado del pensamiento
homicida que cruzó su cabeza…
También
resulta divertida la batallita que
pasaron el cantante de U2, Bono, su colega Jimmy Buffet, el productor Chris
Blackwell y sus respectivas mujeres e hijos. Todos ellos volaban hacia Jamaica disfrutando
ya de lo que serían unas maravillosas vacaciones. Sin embargo, la policía
jamaicana había identificado el hidroavión en que viajaban los músicos y sus
familias como el de unos narcotraficantes en plena operación; así, cuando
amerizó, los agentes empezaron a disparar a discreción (ya preguntarían
después), con lo que los asustados turistas optaron por tirarse al agua para
evitar las más de un centenar de balas que tiraron los policías. “Cuando estaba
bajo el agua me sentí como si estuviera en una peli de James Bond”, dijo Bono
posteriormente. Enseguida se aclararon las cosas y las autoridades de Jamaica
pidieron disculpas, pero el cantante irlandés optó por no esperar a las
explicaciones, de manera que, en el momento en que todo estaba preparado, decidió
volver a embarcar y poner rumbo a Miami con toda su prole. Fue un momento de
peligro para todos, aunque los niños lo contarán como emocionante aventura.
Y
es que las calles de Jamaica han tenido siempre fama de ser muy violentas, como
muy bien podría explicar el que fuera el jamaicano más ilustre, Bob Marley.
Poco antes de las elecciones presidenciales de 1976, el país estaba
violentamente dividido en dos partidos políticos, cuyos partidarios se
enfrentaban a tiros casi a diario por las calles de Kingston y otras ciudades;
la policía se sumó a la vorágines y hubo cientos, tal vez miles de muertos. En
ese ambiente, el candidato oficial pidió a Bob Marley que actuara para todos,
que lejos de teñirlo de política sería un concierto de unión y concordia de
todos los jamaicanos. Marley aceptó y se fijó fecha. Pero dicho político
(manipulador y marrullero como todos), que era el primer ministro, cambió la
fecha del referéndum para un par de días después de concierto, con lo que daría
la impresión de que Marley lo apoyaba. Los partidarios del otro se lo tomaron
como afrenta, como traición, y a primeros de diciembre de aquel año hombres
armados asaltaron la casa del músico disparando sin preguntar, luego se
pusieron a atizar a los presentes, resultando heridos Marley, su esposa y otros
invitados. Una vez que sacudieron a todo el mundo, los pistoleros escaparon sin
que nunca se aclarara el suceso. Afortunadamente no hubo heridos graves y Bob
Marley dio el polémico concierto en la fecha prevista y sin ocultar vendajes,
heridas y contusiones. Tal vez la intención de los asaltantes no fuera matar,
sino asustar y tratar de disuadir al músico, pero en una ‘balacera’ siempre
puede escaparse un tiro fatal.
A
finales de los años sesenta del siglo pasado se celebraron los festivales
legendarios de la historia del rock, Monterey, Woodstock…, y también el de
Altamont, cuyo recuerdo siempre está asociado a los ‘Ángeles del infierno’, los
Rolling Stones, la violencia y la muerte; y tuvo un colofón en el que corrió
peligro la vida de Mick Jagger. Aquel festival contó con los propios Stones, Crosby,
Still, Nash & Young, Santana, Jefferson Airplane o Grateful Dead (que no
tocaron asustados por los incidentes violentos). El caso es que alguien del
entorno de los Stones contrató a los ‘Ángeles del infierno’ como cuerpo de
seguridad de la banda, los cuales, empapados en cerveza, se dedicaron a sacudir
a quien les miraba mal durante toda la actuación, o sea, dieron de palos a un
montón de gente; al final, cuatro muertos: dos en accidente, un ahogado y un
chaval de 18 años que, después de recibir unos cuantos porrazos, sacó una
pistola poco antes de que uno de los motoristas le metiera un palmo de acero
inoxidable en el cuerpo…, varias veces. Casi todo puede verse en la película
que se filmó. Pero la cosa no acabó ahí. Al parecer, el propio Mick Jagger
exigió despedir a esos ‘encargados de la seguridad’ (¿a quién se le ocurriría tan peregrina
idea?), algo que enfureció a los violentos moteros. Según un agente del FBI,
varios integrantes de los ‘Hell´s Angels’ planearon liquidar a Jagger en su
casa de Long Island; así, tenían previsto acceder a la casa por el mar, con lo
que burlarían la seguridad, cogerían al cantante y le darían su merecido. Pero
claro, gobernar un bote, barquito o barquichuela no es lo mismo que conducir
una Harley, de manera que, una vez embarcados, al menor oleajillo que se
levantó se fueron todos los moteros al agua, con lo que quedó frustrado el
chapucero intento. De todos modos, lo que digan desde el FBI…
Peor,
muchísimo peor fue lo de George Harrison. Todo aficionado recordará aquel suceso de los últimos días de 1999,
cuando un desequilibrado entró en su casa armado con un cuchillo y una espada
de piedra que había cogido de una estatua (¿); el chiflado, un esquizofrénico
diagnosticado, gritaba que George era un brujo que lo tenía poseído, así que
Dios le decía que había que matarlo. El agresor allanó la casa del ‘beatle’,
éste lo vio y ambos se enzarzaron en una pelea, Olivia (mujer de George) cogió
un atizador de chimenea y atizó al majara, los tres rodaron por el suelo, el
agresor apuñaló a músico en el pecho, Olivia avisó a la policía y el peligroso
demente fue detenido. Ingresado en un siquiátrico, desde entonces vive bajo
vigilancia y con una fuerte medicación que lo mantiene ‘tranquilo’. El pobre
George, siempre tan espiritual, padeció secuelas físicas y sicológicas el resto
de su vida, que apenas fue de un par de años.
También
es conocido el episodio en que un imbécil (no un enfermo mental), creyendo que
su novia estaba colada por Frank Zappa, irrumpió en un concierto de éste (en
1971) y lo empujó fuera del escenario, cayendo desde unos cinco metros;
resultado: fractura de pierna y tobillo, laringe aplastada, costillas rotas, un
brazo casi paralizado y pérdida de memoria, un año en silla de ruedas y dolor
crónico de espalda. No murió, pero estuvo cerca.
CARLOS
DEL RIEGO
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