En presencia del Rey don Alfonso y de su mujer doña Elvira nos reunimos en León..., así comienza el Fuero de León de 1017 |
Hace nada menos que mil años, el 30 de julio de 1017, el rey de León Alfonso V proclamaba el Fuero de León, una nueva legislación para la ciudad y para el reino cuyas avanzadas propuestas fueron luego imitadas en Europa. Con esas ordenanzas León se convertía en la primera ciudad del Medievo europeo que garantizaba a sus vecinos una serie de derechos que no existían en ninguna otra urbe del viejo continente. Sin embargo, una conmemoración tan importante apenas ocupará unos segundos en los medios y, por tanto, no será valorada, ni siquiera conocida.
Para
acercarse un poco a lo que aquello significó para la capital del principal
reino cristiano de la Hispania del año mil hay que intentar situarse en el
tiempo. Apenas iniciado el segundo milenio, bien se puede decir que el
pensamiento era más de la Antigüedad Tardía que de la Alta Edad Media. Es
decir, el pensamiento de la época ni siquiera soñaba con los conceptos que
presiden la sociedad de hoy (derechos, democracia, igualdad…), por lo que, para
entender, hay que tener presente esas carencias, del mismo modo que se
entienden sus carencias tecnológicas: hay que pensar que toda la sociedad
estaba convencida de que la Tierra era plana, que desde el rey al labrador
sabían tanto de higiene como de chino, que desconocían el tenedor o que de
Córdoba a Toledo se tardaban nueve días. León capital tendría en torno a los
5.000 habitantes, una centésima parte de los que tendría Córdoba y, seguro que
aunque Almanzor había muerto hacía años, los leoneses temerían que en cualquier
momento se presentasen allí los sarracenos, y recordaban perfectamente cómo se
las gastaban. La mayoría trabajaría de sol a sol, sufriría todo tipo de
necesidades y, la mayor parte del año, pasaría un frío de narices; padecerían
estoicamente todo tipo de dolores y enfermedades sin más remedios que las
sangrías, los paños calientes o las pócimas de vaya usted a saber qué; no
existían ideas como respeto a los animales, ecología o machismo como no existía
la tele. Dios estaba presente en todo de la mañana a la noche, a pesar de lo
cual la gente era muy promiscua, el robo y el engaño eran corrientes si se
presentaba la oportunidad y la violencia era recurso general. En definitiva,
aunque sea difícil, hay que tratar de situarse en aquel sitio en aquel momento
para entender.
En
este contexto, un joven Alfonso entendió que había que poner un poco de orden
en el reino y en la ciudad, reafirmar su autoridad, protegerse contra los
musulmanes, controlar las revueltas aristocráticas, acabar con la sensación de
inestabilidad y, en fin, organizar la sociedad. Reunió a los notables (la curia
regia) en la antigua catedral en julio de 1017 y promulgó una serie de normas
que afectaban al pueblo de León, a su iglesia y su aristocracia. Todas las
disposiciones del Fuero de León están publicadas y a disposición del interesado
en muchas páginas de Internet; baste destacar algunos aspectos: se protege y
otorgan beneficios a todos los comerciantes, agricultores, ganaderos,
artesanos… de la ciudad y su alfoz, es decir, se apoya la producción local; se
impone el miércoles como día de mercado y se perseguirá al que perturbe su
normal desarrollo, o sea, se promueve la actividad económica; se garantiza la
propiedad y la vivienda, derechos hoy normales que hasta entonces dependían del
más fuerte; se establece la inmunidad de la esposa: “ninguna mujer de León sea
presa, ni juzgada, ni procesada en ausencia del marido”, y también el derecho
de la mujer a heredar, algo que debió ser poco menos que revolucionario… Las
normas acordadas para el resto del reino incluyen un primer paso para la
separación de Iglesia y Estado, la protección de los vecinos y sus pertenencias,
de la mujer y sus bienes dentro del matrimonio, ciertas garantías para el
ciudadano si se veía obligado a presentarse ante los tribunales… Una de las
leyes de este fuero tenía cierta gracia, es la que dice textualmente: “Si
alguno hiriere a otro y éste lo denunciare al sayón del rey, el que causó la
herida pague al sayón una cañadilla de vino y compóngase con el herido; y si no
lo denunciare al sayón no le pague nada pero compóngase con el herido”.
También
había obligaciones: acudir a la llamada del rey cuando era preciso combatir a
los infieles (excepto los recién casados antes de que engendraran), pagar
impuestos (esto es constante en cualquier época en cualquier lugar), y otras
leyes referentes a la Iglesia.
El
texto terminaba con una terrible amenaza: “Quien de nuestro o de extraño linaje
intentase quebrantar esta nuestra constitución, quebradas las manos, los pies y
la cerviz, sacados los ojos, derramados los intestinos y herido de la lepra,
así como de la espada del anatema, padezca las penas de la condenación eterna
con el diablo y sus ángeles”.
Algunos
historiadores afirman que aquello fue el germen de lo que luego serían los
ayuntamientos, pues otorgaron derechos específicos a sus ciudadanos e incluso a
algunos forasteros que, en algunos casos, podrían beneficiarse de esos
derechos. Sea como sea, el Fuero de León supuso un enorme avance en cuanto a la
protección y los derechos de los leoneses, algo que no existía en ningún otro
lugar de la Europa altomedieval; de hecho, muchos códigos y disposiciones
legislativas posteriores tomaron el Fuero de León como base. Y andando el
tiempo, unos 170 años después, ahí mismo, en León, otro joven rey, Alfonso IX,
volvió a reunir a los notables, pero también y por vez primera en la historia,
a los ciudadanos…
A
pesar de todo, habrá muchos españoles empeñados en quitarle importancia, los
cuales, sin embargo, se la darían exageradamente si en vez de en un territorio
español, ese corpus legal hubiera surgido en otro sitio. Si otros países tuvieran
en su historia hitos de este calibre, serían difundidos y enaltecidos hasta la
saturación a través de todos los medios.
CARLOS
DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario