The Who siempre mostraron gran atención a la temática de sus canciones |
Una de las constantes en el repertorio de los grupos
más clásicos del rock es la pieza lenta, generalmente con textos cargados de
apasionamiento, ternura, poesía, con pensamientos elevados y reflexiones
idealistas. De hecho, no son pocos los grupos de rock grueso que reservan gran
parte de su oferta a las piezas pausadas y serenas; es más, los hay que han
hecho de esos temas la esencia de su propuesta artística.
De este modo, las bandas más renombradas han puesto
especial empeño en que sus ‘lentos’ y ‘medio tiempos’ tengan un lustre
especial, un algo que eleve esas partituras a la categoría de emblema, de forma
que cuando suenan en vivo el ambiente adquiere tintes mágicos. Tres bandas
especializadas en rock musculoso fueron capaces de mostrar enorme ternura y
delicadeza en momentos puntuales (hay muchos más ejemplos, claro); son tres
grupos que tienen su origen aun en los años sesenta: The Who, que en 1971 publicó
la preciosa ‘Behind blue eyes’, el mismo año en que Uriah Heep dejó esa perla
titulada ‘Lady in black’, y los indescriptibles Blue Öyster Cult con su
inquietante y siempre recordada ‘Don´t fear the Reapper’. Se trata de
formaciones que se asocian de modo infalible a lo más recio y vigoroso del
rock, aunque con estas (y algunas otras) canciones dejaron bien patente que
también poseían su corazoncito, que tenían algo más que transmitir que una
sucesión de ritmos desbocados y guitarras rabiosas y afiladas.
De los británicos The Who está casi todo dicho. Lo
suyo siempre fue rock sobrecargado, energético hasta el extremo: la figura de
Pete Towshend dándole a las seis cuerdas como si fuera el aspa de un molino, o
las muecas del malogrado Keith Moon mientras aporreaba parches a tres mil
revoluciones por minuto (sin olvidar la voz de Daltrey y la inmovilidad de
Entwistle) son ya parte de la historia de este negocio. Sin embargo, la
creatividad del compositor principal (el mencionado Townshend) iba mucho más
allá, como demuestra la profundidad de intenciones de sus óperas rock o
canciones como la brillantísima ‘Behind blue eyes’. Cuentan que era una pieza
pensada para otra ópera que no pasó de proyecto, publicándose definitivamente
en el sensacional Lp ‘Who´s next’. Ese ‘Tras unos ojos tristes’ (o ‘azules’), ofrece
una melodía delicada, dulce, que Roger Daltrey entona con gusto, con mucha
clase. Comienza filosofando con pensamientos como “nadie sabe cómo es ser el
malo, el triste, el odiado…, tras unos ojos azules” (o tristes)…, para
transmitir una sensación de soledad, de aislamiento, y finalmente de desamparo.
La pieza explota brevemente cerca del final. Aseguran que el trasfondo es la
presión que sentía Townshend tras el éxito de ‘Tommy’, pues él mismo se
separaba del mundo cuando iniciaba el proceso creativo. Es, en fin, una obra
sobre el individuo que mira hacia sí mismo.
Uriah Heep es considerado como pionero del heavy más
académico, del hard más poderoso, ese que hace pensar en una apisonadora lenta
pero imparable. Lo épico, lo mágico y mitológico presiden los temas de sus
canciones. En su segundo álbum regalaron la hipnótica ‘Lady in black’. Tiene un
ritmo que apenas varía y un ambiente de himno que sólo precisa unas guitarras
acústicas y al que no le falta la tonada para corear todos a una. El texto es
muy simbólico y poético con metáforas e imágenes irreales, como un cuento
romántico en el que predomina el paisaje de ruinas y destrucción producto de la
miseria humana; el desolado caminante se topa con la misteriosa dama que le
interroga sobre el por qué de tanta violencia (“La guerra es tan fácil de
empezar y tan difícil de terminar”), y cuando él quiere respuestas la dama
desaparece; finalmente, el protagonista reflexiona sobre el encuentro y renace
su esperanza. Aunque en el propio disco se explica que la letra se inspira en
la visión de una desconocida mujer, o sea, en algo fantasmagórico e irreal, su
temática gira en torno a extremos tan reales y humanos como la violencia y el
amor.
Desde Nueva York, Blue Öyster Cult se atrevió a
abrirse camino por el rock oscuro e inquietante en épocas en las que la
contracultura era la vanguardia. Grupo de guitarras distorsionadas y sección de
ritmo profunda y poderosa (rara vez a toda velocidad), en su cuarto álbum
sorprendieron con un tema de complexión ligera, casi transparente, pero con una
reflexión sobre el destino del hombre: la muerte. ‘(Don´t fear) The Reaper’
(‘No temas a la Parca’) es, según su autor, un tema de amor, pero de un amor
eterno, más allá incluso de la muerte, y por eso se menciona el máximo símbolo
del amor: Romeo y Julieta. Hubo, sin embargo, quien entendió la canción como
una invitación al suicidio, pues lo de ‘no tengas miedo de la muerte’ puede
retorcerse para darle el sentido de ‘atrévete’; Donald ‘Buck Dharma’ Roeser ha
desmentido esta intención mil veces, tantas como sobre ello se le ha
preguntado. Sea como sea, es una melodía excelente, casi pop (o sin casi), con
un diálogo que invita a participar. Nuevamente trata de temas tan propios y que
tanto inquietan al hombre como el amor y la muerte, los que llevan al escritor
a la reflexión.
Sí, los que escriben rock también son capaces de
pararse y pensar en las cuestiones que desde siempre preocupan a la persona.
Los grupos ingleses son menos extrovertidos, a pesar
de lo cual, no tuvieron problema en dejar constancia de su visión del ‘God sabe
the Queen’ nombres tan significados como The Queen, que lo incluyeron como
cierre del ‘Una noche en la ópera’, o The Beatles, que la tocaron de improviso
en el famoso concierto de la azotea.
CARLOS DEL RIEGO
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