La libertad de expresión no está por encima del derecho a escuchar el himno |
Tal suceso constituye una incomprensible e hipócrita
incoherencia, ya que es a todas luces contradictorio que se tome parte en una
competición y, a la vez, se la desprecie e insulte…, es una evidencia de esquizofrenia
ciertamente digna de estudio. Sin embargo, la cosa tiene su lógica si se es
consciente de la eficacia de la manipulación a que han sido sometidos los
gritones, una de las armas más potentes que utilizan los poderosos, sobre todo
en el terreno de la política.
Todos los que acuden a un estadio de fútbol para
manifestar sus ideas políticas están, en primer lugar, fuera de lugar, ya que
si se lleva la ideología como estandarte y a voces a todas partes, la
convivencia sería poco menos que imposible (además, el primero que usó el
deporte como arma política y de manipulación fue Hitler en los Juegos Olímpicos
de Berlín 1936). Así, si se acude a un evento deportivo con la intención de
insultar símbolos, se está traspasando el límite de la libertad de expresión,
ya que esta libertad estará pasando por encima del derecho de quienes tienen el
ídem a escuchar su himno y a que sus emblemas y representaciones sean respetados.
Pues esa mala educación, imprescindible para vejar a
quien no piensa igual, procede de la manipulación. Puede parecer innecesario,
pero se antoja oportuno recordar cómo el gobierno de la Comunidad Autónoma de
Cataluña viene propalando desde hace años, obstinada y metódicamente, su mantra
antiespañol. Esa insistencia machacona y adoctrinadora, intencionada y
subvencionada desde el poder, se ha llevado a cabo en todas la esferas de la
sociedad; así en las escuelas, centros docentes y ámbitos universitarios, en
los ambientes pretendidamente intelectuales y en los medios de comunicación, en
los múltiples organismos creados ‘ad hoc’, en los clubes y organismos
deportivos (desde infantiles a profesionales), ambientes culturales y
artísticos, centros de trabajo, agrupaciones lúdicas y comunidades de vecinos.
Lógicamente, en todos estos espacios de la sociedad, quien se aparte del dogma,
quien no comulgue con la postura oficial y se atreva a discrepar, es tratado de
facha, de traidor, y es señalado, aislado, condenado, insultado.
En realidad, es
extremadamente difícil escapar a tan formidable bombardeo, el cual está
omnipresente, es decir, no puede extrañar que gran parte de la población de
Cataluña caiga en la trampa de la propaganda, es lógico (en Vascongadas sigue
existiendo el poso nacionalista combativo y gritón, pero los dirigentes han
caído en la cuenta de que, sin España, perderían los injustos privilegios
económicos que tiene su región, así que tratan de disimular ante unos y ante
otros). Sin embargo, gran parte de los catalanes separatistas defienden su
postura negando que se pueda manipular a dos millones de personas: “¿todos
estamos manipulados?”, suelen preguntar irónicamente cuando se les advierte de
tal cosa. Pero el caso es que si se echa un vistazo a la historia reciente se
comprueba que no es la primera vez que desde un gobierno se lleva a cabo un
proceso de lavado de cerebro de tal intensidad, el cual
permite cambiar la apreciación de la realidad hasta el punto de conseguir que
la persona modifique radicalmente su pensamiento.
Salvando las infinitas distancias y sin que exista
comparación posible, tal manipulación se llevó a cabo tanto en la Alemania nazi
como en la Unión Soviética. El ‘Propagandareichsminister’ Joseph Goebbels puso
en práctica un completo y sistemático programa de manipulación que abarcó todo:
escuelas y universidades, prensa, radio y cine, calles y salas de conciertos,
mercados, oficinas…, nadie escapaba a las odiosas salmodias nazis; de este
modo, hablando de los judíos a la vez que se mostraban imágenes de ratas, el
repugnante personaje consiguió que, de repente, los hebreos fueran vistos como
‘untermenschen’, subhumanos cuya eliminación estaba más que justificada; la
eficacia de la actividad propagandística fue tal que, quienes vivían en
perfecta armonía con sus vecinos sin tener en cuenta si eran rubios o judíos,
pasaran a denunciarlos y señalarlos para su ‘conveniente tratamiento’. Por su
parte, el adoctrinamiento comunista de la URSS llegaba también a todas partes;
baste recordar que el NKVD (antecedente del KGB) tenía miles y miles de agentes
obligados a informar sobre el grado del adiestramiento ideológico de la
población, así como sobre los que no terminaban de ‘comprender’ y precisaban
ser ‘reeducados’ (es típico de los regímenes totalitarios el uso de eufemismos);
la propaganda estaba allí tan extendida que se daba por hecho el pensamiento
único, de modo que sólo se buscaba a quien no fuera suficientemente fanático,
ya que la doctrina oficial era como el aire: obligatoria y omnipresente.
Son dos casos absolutamente contrastados de
manipulación de masas: en ambos fueron manipuladas poblaciones enteras,
millones y millones de ciudadanos. Son dos ejemplos extremos, dos situaciones
que, evidentemente, nada tienen que ver con los nacionalismos segregacionistas
de los que se habla y sólo vienen a colación para demostrar cómo el
adoctrinamiento termina por calar en las sociedades, sobre todo si se lleva a
cabo con insistencia y en todos los estratos.
Los silbidos, la falta de respeto y la mala
educación son consecuencias de esa manipulación a la que el gobierno catalán
somete a los catalanes, a los que ha hecho creer mentiras de todo tipo:
históricas, económicas, sociales…, algunas tan burdas y estrepitosas que incluso
provocan risa lejos de Cataluña y del resto de España. Por su parte, los
aficionados vascos insultan y pitan como consecuencia de una especie de odio
inducido desde el poder y desde las cavernas nazionalistas-terroristas; así, la
mayoría de esos vascos que pitan y abuchean, aplaudirán y vitorearán a los asesinos
etarras en cualquier momento o lugar; sin embargo, llegará un día en que los
vascongados se avergüencen de la Eta lo mismo que los alemanes se avergüenzan hoy
de los nazis.
CARLOS DEL RIEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario