Niños en bici con lanzagranadas van a enfrentarse a los ejércitos soviéticos |
El último episodio de la pavorosa tragedia ideada y
ejecutada por los nazis fue la denominada Batalla de Berlín, que tuvo lugar
durante la segunda mitad de abril de ese año. Como es sabido, Stalin quería que
sus tropas fueran las que antes llegaran a la capital germana: deseaba a toda
costa que el Ejército Rojo se apuntara esa victoria simbólica; además, el
georgiano exigía que el fin del nazismo coincidiera con el 1 de mayo, Día de
los Trabajadores; este empeño supuso la muerte innecesaria de miles y miles de
soldados. Aún hoy existe la opinión de que fueron los ejércitos soviéticos los
verdaderos y casi únicos artífices de la victoria, los que realmente inclinaron
la balanza hacia el lado de los aliados. Es más, hay quien califica a las
tropas estalinistas como ‘glorioso y heroico ejército’. Sin embargo, las cosas
no son así.
Soldado ruso arrebata su bici a una berlinesa sin el menor reparo, sin esconderse |
Para empezar, el imparable avance soviético en los
últimos meses de la guerra fue enormemente facilitado por la tremenda escasez de
munición, combustible, armamento, vehículos, pertrechos y suministros de todo
tipo que padecían la Whermacht, las Waffen SS y demás fuerzas alemanas. Esas
carencias eran insuperables: en aquellas últimas semanas cada cañón alemán sólo
disponía de dos proyectiles por día, apenas había combustible, no se podían
reponer blindados, artillería pesada, aviones, transportes, vehículos... Tal
escasez se debía al constante, sistemático y eficacísimo bombardeo llevado a
cabo por la aviación inglesa y estadounidense, que destruyó fábricas de
armamento pesado y ligero e instalaciones industriales de todo tipo,
refinerías, depósitos, almacenes y, en fin, cualquier construcción relacionada
con la maquinaria bélica nazi. De este modo, el Ejército Rojo pudo avanzar muy
deprisa y sin la resistencia que cabía esperar. Por otro lado, conforme a la
Ley de Préstamo y Arriendo, Estados Unidos abasteció a la URSS (y a las otras
potencias aliadas) con ingentes cantidades de equipo y maquinaria de guerra;
por ejemplo, el avance soviético se llevó a cabo en vehículos Studebaker, Dodge
y Chevrolet. En resumen, con la Wehrmacht apoyada por el poderío industrial
germánico las cosas hubieran sido distintas, la guerra se hubiera alargado y
las bajas multiplicado.
En cuanto a lo de ‘glorioso y heroico’ ejército,
también se pueden presentar abundantes objeciones. Muchos soldados rusos, bielorrusos,
ucranianos, georgianos… escribieron a sus familias desde el frente, contando en
sus misivas que gran parte del día estaban ebrios (el vodka formaba parte de la
ración del soldado, y cada vez que llegaban a una población lo primero que
hacían era buscar alcohol). Las tremendas cogorzas de la soldadesca provocaron
todo tipo de calamidades; así, muchos conductores borrachos provocaron
numerosos accidentes con muertos, incluyendo un general; hay que tener en
cuenta que hubo que transportar tropas por cientos de miles, y con beodos al
volante… Asimismo tampoco se puede decir que el saqueo brutal y destructivo sea
algo glorioso, y fue de tal magnitud en ciudades y aldeas, casas, hospitales o
cuadras, que hubo quien envió a su casa de la estepa rusa lunas de ventanas y
escaparates, es más, durante los últimos días de la guerra vagaban por entre
los escombros de Berlín niños ucranianos y rusos tratando de hacerse con cualquier
despojo. Peor fueron las violaciones masivas, colectivas, despiadadas e
indiscriminadas, y no sólo contra las alemanas (‘acontecimientos
extraordinarios’ o ‘fenómenos vergonzosos’ eran eufemismos usados por el NKVD).
Los episodios documentados son interminables: niñas y ancianas, embarazadas o
monjas fueron atrozmente violadas. Cuentan testigos que en aquel Berlín no
había ni una sola ventana con cristales, pues todos estaban reventados por
bombas y tiroteos, y por eso las noches eran aterradoras, ya que en todas
partes se escuchaban los gritos desesperados, escalofriantes, de las mujeres
que estaban siendo violadas por grupos grandes y pequeños de borrachos con
uniforme (algunas se entregaban al primero de ellos prometiendo convertirse en
su amante a cambio de defenderla de los otros). Además, empapados en alcohol,
no se detenían en nacionalidades: muchas mujeres liberadas de campos de
concentración fueron atrozmente violadas a pesar de que gritaban “¡soy judía!,
¡soy polaca!, ¡soy francesa1” e incluso “¡soy rusa!”; una de éstas, Klavdia
Malashenko, declaró a Tsygankov, subjefe del departamento político del 1º
frente ucraniano: “Esto no es una liberación, nos tratan de modo terrible y nos
hacen cosas espantosas”. En el llamado ‘Balcón del Báltico’ (Pomerania y Prusia
Oriental) una comisión de médicos calculó que fueron violadas más de un millón
de mujeres, muchas en grupo (una desdichada fue forzada por 23 soldados, uno
tras otro); el diez por cien murió a causa de las heridas. No es este un
ejemplo de ejército glorioso.
Lo que sí es cierto es que los soviéticos sufrieron
más bajas que ninguno de los países aliados, dato al que contribuyó el camarada
Stalin, para quien lo único importante eran los objetivos, no los medios, las
pérdidas o las bajas. Significativo fue el empeño en enfrentar a sus generales
y mariscales (Zhukov, Konev, Rokossovsky) para que compitieran por llegar antes
al búnker de la cancillería y al Reichstag; como todos querían ser los
primeros, algunos iniciaron avance sin avisar a sus ‘competidores’, de manera
que fueron atacados por otras tropas soviéticas que los tomaron por alemanes…
Es interesante, y de gran valor histórico, la
obsesión que tenían en Moscú por los informes; no había compañía, batallón,
regimiento o cuerpo de ejército que no contara con sus correspondientes
comisarios políticos, los cuales tenían obligación de enviar regularmente
informes precisos y exhaustivos de todo lo que ocurriera o se dijera. Por eso,
en los infinitos archivos existentes en Rusia hay montañas de documentos en los
que encontrar incalculable y valiosísima información; al caer el Muro de
Berlín, parte de esos archivos ha sido abierta a historiadores e investigadores
de todo el mundo, los cuales van divulgando apasionantes y horrorosos hallazgos.
Atrocidades nazis no justifican atrocidades
soviéticas. Y ninguno de sus ejércitos fue ni glorioso ni heroico.
CARLOS DEL
RIEGO
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