Imagen con que el Telegraph inglés ilustra las maldades de la siesta y otros usos españoles. |
Hay cosas que no cambian por más tiempo que pase.
Una de esas es aquello de “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el
propio”. Es sorprendente que esa forma de ver, esa visión comprensiva con la
maldad propia y despiadada con la flaqueza del otro se da en todas partes, en
toda sociedad, en toda clase social, en toda época. Hay quien se pone como un
basilisco con un conductor que no pone el intermitente mientras él pasa a 80
donde hay límite de 40. Y hay asesinos múltiples que claman al cielo porque
otros presos fuman cerca o porque no tienen en sus ordenadores de la cárcel los
video-juegos más novedosos…, ese tipo de ‘agresiones’ les parecen
insoportables, pero no ven tan reprochable liquidar a dos docenas de personas.
La última visión de mota en ojo ajeno la protagonizan
los columnistas y opinadores de Inglaterra y Estados Unidos. Resulta que desde el
New York Times se echan las manos a la cabeza y señalan como origen de todos
los males de España la costumbre de la siesta y, en general, los horarios por
los que se rige el personal por estas latitudes; además, reprochan que los
españolitos se reúnan en el bar para ver el partido tomando una ‘birra’, que se
cene a las 10 de la noche y que se vaya tarde a la cama.
Porque,
claro, tener tan fácil acceso a las armas como a la goma de mascar es mucho
menos perjudicial que dormir la siesta; y eso que no se tienen noticias de que
nadie haya muerto por dormir mucha o muchas siestas; en todo caso, seguro, hay
menos bajas por sestear que por disparar. Ah!, y ejecutar a unos cuantos negros
e hispanos (y también blancos, oiga), a disminuidos psíquicos, a menores o a
personas sin dinero para pagar a los mejores abogados, eso es mucho más
saludable que cenar a las diez…, a pesar de que la silla o la inyección suelen
causar más muertes que las cenas tardías. Además, como ni británicos ni
estadounidenses trasiegan cerveza ni ven partidos, pueden, pues, criticar que
otros lo hagan.
Por otro lado, afirman aquellos ‘expertos’ que la
siesta debe durar una hora o menos, cuando todos los verdaderos estudiosos del
tema (o sea, los que tienen experiencia) señalan que lo conveniente y
beneficioso es que no pase de los quince o veinte minutos. Y para mayor
desfachatez, los mencionados diarios ilustran su regañina con la imagen de un
gordinflas durmiendo…, como si en USA no hubiera durmientes obesos y sebosos o
como si todos los ingleses tuvieran la figura de Beckham.
En fin, que en el colmo de la hipocresía, la
petulancia y el engreimiento, en la cumbre del complejo de superioridad, aquellos
periodistas se preguntan si no sería hora de que España cambiara muchas de sus
costumbres…, ¿alguna vez se habrán hecho tal pregunta refiriéndose a su país?
Será que, tal vez, aquellos países, aquellos periodistas se creen legitimados
para tirar la primera piedra.
No es que las costumbres españolas sean las mejores
(seguro que son fácilmente mejorables), pero que aquellos se atrevan a afear menudencias
a otros y se olviden de sus enormidades denota cinismo e ignorancia. De hecho,
¿sabrán los gacetilleros de marras, que se piensan libres de culpa y defecto,
situar España en el mapa?
El caso es que aquellos fenómenos quieren imponer
hasta sus costumbres, como si pretendieran uniformidad en usos y maneras, como
si ansiaran que todos los pueblos adoptaran lo que ellos creen que es lo
mejor…, porque es lo suyo. Por cierto, al parecer, menos de uno de cada cuatro
celtíberos puede permitirse la cabezadita tras el cocido.
CARLOS DEL RIEGO
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