Hace
60 años se produjo uno de los magnicidios más enigmáticos de la Historia.
Investigaciones, libros, publicaciones, comisiones y teorías se han sucedido casi
desde el momento del asesinato, y todavía no se ha desvelado ninguna prueba
concluyente de los grandes enigmas que permanecen seis décadas después: quiénes, cómo y, lo más importante, por qué
El 22 de noviembre del corriente se
cumplirán sesenta años del asesinato del trigésimo quinto presidente de Estados
Unidos, John Fitzgeral Kennedy. Seguramente volverán a enfrentarse la teoría de
que fue Oswald en solitario con la que señala una conspiración. Es uno de los
grandes misterios sin resolver de la época contemporánea que despierta siempre
el máximo interés en todo el mundo.
Como todo el interesado sabe, el
magnicidio ocurrió en Dallas, Texas, hace exactamente seis décadas y, según el
informe oficial (el de la Comisión Warren), fue obra exclusivamente de un
tirador solitario, Lee Harvey Oswald. Sin embargo, investigaciones y juicios
posteriores llegaron a la conclusión de que, al menos, la cosa no estaba tan
clara. De hecho, a finales de los años setenta del siglo pasado se determinó
que la muerte del presidente fue una conspiración, e incluso el comité que
llegó a tal conclusión afeó duramente el trabajo de la CIA, el FBI, los
servicios encargados de la seguridad presidencial e incluso el de la propia
Comisión Warren. En resumen, se les dijo a todos esos estamentos y
organizaciones que habían sido unos auténticos chapuceros. Así las cosas, la
pregunta oportuna actualmente sería ¿qué interés tenía la Comisión Warren para
actuar como lo hizo? A pesar de todo, una parte significativa de la población
(tanto estadounidense como del resto del mundo) sigue anclada firmemente en la
teoría del loco solitario a pesar de las evidencias que, al menos, dejan serias
dudas.
Existen varias certezas, más allá de
los casi infinitos indicios e incomprensibles irregularidades detectadas en la
investigación, que llevan a confirmar que hubo más de un asesino aquel
mediodía. Por un lado, al parecer, la trayectoria prevista para la comitiva
presidencial se cambió a última hora, de manera que incluso los periódicos del
día indicaban el itinerario desechado; entonces, ¿cómo sabía Oswald que el
coche de Kennedy pasaría por delante del almacén de libros desde donde
supuestamente disparó?
Y por otro lado existe un dato
puramente físico que descarta totalmente que el dudosísimo personaje fuera el asesino
o al menos el único. Según demuestra la película del asesinato que filmó Abraham
Zapruder, se produjeron al menos tres disparos en menos de siete segundos, el
segundo y el tercero absolutamente perfectos, cosa que es absolutamente
imposible. El prestigioso tirador deportivo español José Borja Pérez (varias
veces campeón del mundo y de Europa de tiro de precisión, récord mundial de
carabina a 100 metros y experto absolutamente fiable) publicó hace treinta años
en la revista Historia y Vida una carta en la que explicaba que él mismo había
intentado varias veces imitar lo que supuestamente hizo Oswald.
Así, se procuró un arma idéntica
(Mannlicher Carcano) y munición casi idéntica a la que oficialmente usó el supuesto
‘asesino solitario’ (dicen los expertos que ningún tirador experimentado
escogería ese fusil para hacer este ‘trabajo). Se colocó a cien metros y, con
ayuda de un amigo cronometrando (arrancó el crono al sonar el primer disparo y
lo paró justo con el tercero), apretó el gatillo tres veces en 15,70 segundos,
resultando que los dos primeros acertaron perfectamente en la diana mientras
que el otro se quedó cerca; en un segundo intento rebajó el tiempo hasta los
10,40 segundos, haciendo diana perfecta en el primer tiro y dejando un poco más
lejos los otros dos; y en la tercera tanda tardó 9 segundos justos, con un
blanco perfecto y dos peores que la vez anterior. Asimismo hay que tener en
cuenta que la diana utilizada estaba fija, no en movimiento como hace 60 años
el Lincoln en el que iba Kennedy, de forma que cuando se tira contra un blanco
móvil el tirador ha de ‘correr la mano’, es decir, apuntar delante del objetivo
y calcular instintivamente el punto exacto en el que proyectil y diana han de
encontrarse. Esta circunstancia dificulta muchísimo más conseguir precisión y
exige bastante más tiempo para hacer puntería; y no hay que dejar de un lado
otro factor de dificultad, que es el nerviosismo que ha de tener quien va a
disparar a una persona y más a alguien tan importante. En definitiva, deduce el
experimentador campeón de tiro deportivo, es absolutamente imposible hacer tres
blancos perfectos en menos de 7 segundos contra un objetivo móvil con un fusil
de cerrojo y a 90-100 metros de distancia.
Finalmente, observando detenidamente
los fotogramas 310-314 de la película Zapruder, se ve perfectamente que el
presidente, que ya ha recibido un tiro en el cuello, tiene la cabeza caída
sobre el pecho y ligeramente vuelta hacia su esposa Jacqueline (izquierda)
cuando recibe el tiro fatal en su parietal derecho; esto indica que Oswald,
cien metros detrás, no tenía posición para conseguir ese blanco. Además, la
cámara lenta muestra sin la menor duda que el impacto fatal que revienta la
cara de Kennedy es frontal. La conclusión es que hubo más de un tirador, es
decir, fue una conspiración.
Admitida la imposibilidad física de
que el enigmático Oswald consiguiera tal proeza, la pregunta ahora sería,
¿quién fue, cómo y por qué? Lo único que parece seguro es que Oswald, él sólo,
no perpetró el asesinato. Tal vez estuviera implicado (probable), pero es
imposible que un solo tirador hiciera esos blancos perfectos en aquellas
condiciones y tirando desde el mismo lugar. Por tanto, de momento y hasta
dentro de unos cuantos años, habrá que conformarse con hipótesis.
CARLOS DEL RIEGO
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