miércoles, 23 de noviembre de 2022

CUANDO EL ÁRBITRO YERRA SE CONVIERTE EN LO PEOR DEL DEPORTE

 

Los fallos de los árbitros afectan de modo determinante e injusto al marcador, y suelen producir incontrolables reacciones

En la mayoría de las grandes citas deportivas se producen tremendos errores de los árbitros, los cuales afectan de modo determinante al marcador final. Los fallos arbitrales que más llaman la atención y más controversia despiertan son los del fútbol, pero en casi todos los deportes el marcador definitivo depende de las decisiones arbitrarles. En resumen, muchísimas veces el encuentro deportivo está condicionado por los yerros de los jueces y comisarios 

Cierto que el deporte está muy manipulado por sus directivos, casi siempre codiciosos, inmorales y corruptos (como se comprueba viendo a qué países se les conceden grandes acontecimientos deportivos). Cierto que el dopaje es una trampa que utilizan muchísimos deportistas. Pero una vez comenzado el encuentro deportivo son los árbitros, jueces, referís o comisarios los que tienen la última palabra, por lo que, por lógica, se suceden gruesas equivocaciones. 

Para empezar podría decirse que es preciso tener un tanto de osadía, de soberbia, de vanidad e incluso de narcisismo para erigirse en el encargado de impartir justicia sabiendo que, con total seguridad, va a fallar, con lo que va a decidir erróneamente. Así, el encargado de impartir justicia va a cometer gravísimas injusticias (involuntariamente en el mejor de los casos) que afectarán de modo determinante al resultado final. El árbitro habrá influido (inocentemente tal vez) de manera decisiva en el tanteador, lo cual es una aberración, una manipulación, un fraude, un timo. 

Seguro que ante ese razonamiento hay quien argumenta que también los jugadores se equivocan y fallan, cierto, pero es que son ellos, los deportistas, los que tienen que decidir el enfrentamiento con sus aciertos y sus errores, y en ningún caso las decisiones del juez debe afectar al desenlace; si esto sucede es una estafa, generalmente involuntaria, pero estafa . 

En los campos de fútbol se ven decisiones calamitosas, mucho peores ahora que se cuenta con tecnología, puesto que al final la sentencia tiene bastante de opinión, de apreciación, de subjetividad y, desgraciadamente, de disparidad de criterios (ante idéntica situación hoy se señala una cosa y mañana su contraria); además, cuantos más árbitros más fallos. Pero es que el disparate arbitral se ve en infinidad de modalidades deportivas. En baloncesto y balonmano se sancionan o se dejan de sancionar acciones que llevan al aficionado a preguntarse “¿cómo no habrá visto eso si estaba a un metro?, ¿qué habrá interpretado?”. En un reciente campeonato de atletismo, en la salida de una carrera de velocidad, los jueces dieron salida nula y descalificaron a una participante; ésta reclama, van al vídeo y comprueban que no fue ella la que se movió antes de tiempo, con lo que la recalifican; lógicamente, con la concentración arruinada, esa esprínter quedó muy lejos de su marca y de su expectativa; por tanto, se puede afirmar rotundamente que esos jueces defraudaron, estafaron, manipularon el resultado de la prueba. 

¿Acaso usted no se equivoca nunca?, suele ser la principal alegación que usan los árbitros cuando se les señala lo que perjudican sus desaciertos. A lo que podría responderse que sí, que errar es propio de la persona, pero que no todos tienen el cuajo suficiente para meterse a impartir justicia sabiendo que se van a equivocar y, por tanto, a cometer groseras injusticias. Para esto, para erigirse en juez a sabiendas de que cometerá injusticias, hay que tener ese punto de egolatría, soberbia y narcisismo. 

Alrededor del universo del deporte hay todo tipo de sinvergüenzas, unos están ahí para llenarse los bolsillos (la Fifa, la Uefa, el Coi…) y otros se medican fraudulentamente para ganar (los deportistas). Pero peor que esos sinvergüenzas son los que se sienten capacitados para administrar justicia sabiendo que cometerán graves injusticias y, aunque sea involuntariamente, manipulan el resultado final.  

CARLOS DEL RIEGO

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