Hay que tener mala sangre, ser un malnacido y un imbécil para escribir tal cosa |
La manipulación de la realidad y el
adoctrinamiento (algo así como aquella asignatura llamada Formación del
Espíritu Nacional que se daba en el franquismo) parece nublar la razón de gran
parte de políticos y ciudadanos de las regiones españolas donde el catalán se
habla tanto como el castellano. Es tal el desvarío que ya se tiene como cosa
normal el uso del idioma como elemento de separación, como frontera o como herramienta
política; por ejemplo, a nadie sorprende que en Cataluña haya una ley que
obliga a rotular los negocios en catalán, o al menos no en castellano, a
imitación de otra ley franquista que obligó al Athletic Club de Bilbao a
llamarse Atlético de Bilbao. En Baleares se ha promulgado una norma que exige a
los médicos un buen manejo del catalán si quieren ser contratados por la
administración, mientras que en Cataluña un tipo amenazó de muerte en redes
sociales a los padres que exigieran castellano para sus hijos.
Todo parece indicar que los legisladores
baleáricos han llegado a la conclusión de que lo importante para dar un buen
servicio médico a los ciudadanos no es la formación del galeno, sino si el
dominio del idioma cooficial de las islas, es decir, según la norma que
pretenden imponer, más vale un médico menos formado pero que se exprese
correctamente en catalán antes que otro con un excelente currículo acreditativo
pero castellanoparlante. Así, algunos de
los baremos con que se puntúan los méritos a tener en cuenta son
desconcertantes, por ejemplo, hablar con total corrección el catalán vale seis
puntos, mientras que tener un máster en la mejor universidad de Usa sólo otorga
uno; o sea, según esa forma de pensar, lo que conviene al paciente no es que el
doctor sea experto y esté a la última en técnicas y tratamientos, sino el
idioma en que se expresa. Y todo ello a pesar de que de los cientos de miles de
pacientes atendidos en Baleares apenas fueron una o dos docenas los que
exigieron que se les comunicara el diagnóstico y tratamiento exclusivamente en
catalán…, y que todos, todos, hablan y entienden perfectamente el castellano;
eso sí, se sabe de uno que prefirió retrasar su operación casi un año porque el
cirujano no era catalanoparlante… Sea como sea, cuando alguien llega a
urgencias con un cólico nefrítico o un insoportable y persistente dolor de
muelas ¿cuál será su deseo?, ¿que le alivien o que le hablen en catalán? En
fin, es perfectamente lícito ser independentista y ansiar la segregación, pero
hay que exigir que sea sin quebrar la ley ni perjudicar al ciudadano.
En Cataluña un tronco se dejó escribir
en las redes sociales que si por culpa de uno o dos niños hay que dar clases en
castellano, mataría a sus padres delante de ellos. Se dio cuenta de la burrada
y lo borró, pero ya era tarde, ya había dejado patente lo penetrado que está
por el odio más xenófobo y tribal; es lo que ocurre cuando alguien que se
siente superior por tener la exclusiva de la verdad absoluta piensa que también
tiene derecho a amenazar, despreciar, insultar. Evidentemente, este sujeto está
transmitiendo toda esa inquina rabiosa a su hijo (o a los de sus cofrades),
tanto con su ejemplo y sus amenazas como, seguro, con su discurso en casa; es
decir, está educando en el odio, dando a entender que el odio es una
herramienta con la que defender ideas y posiciones. Pero es muy probable que,
llegado el momento, cuando el padre le niegue algo, le contradiga o le afee su
conducta, el chaval que creció en el odio lo utilice como instrumento para
lograr su propósito o imponer su criterio; en otras palabras, el que aprendió a
despreciar y odiar desde pequeño recurrirá a esos sentimientos en cuanto las opiniones
empiecen a chocar, y los utilizará como armas de ataque contra quien se los
enseñó.
Y es que difícilmente los desvaríos y
los odios viscerales desembocan en algo positivo. Por último, ¿qué harían los
que amenazan en las redes si hubiera en España la misma facilidad que en Usa
para conseguir armas de fuego?
CARLOS DEL RIEGO
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