Bill Wyman y Ringo Starr siempre fueron muy buenos amigos
Es bastante habitual que, cuando los
músicos de rock cumplen años, muchos años, se suelten la lengua y cuenten
recuerdos, anécdotas y chascarrillos variados de sus colegas. Durante sus treinta
años con los Rolling Stones, Bill Wyman se cruzó con innumerables iconos
musicales y acumuló un sinfín de historietas memorables con figuras como
Hendrix, Keith Moon, Beatles…
Bill Wyman dejó su grupo de siempre 1993,
pero se mantuvo activo en la música con su proyecto personal Bill Wyman's
Rhythm Kings, banda que fundó en 1997. De todos modos, sus tres décadas como
bajista de los Stones dieron para mucho, tanto en lo artístico como en lo
personal, y dejaron en su memoria infinidad de situaciones compartidas con
otros músicos legendarios.
Contó hace unos años: “Vi por primera
vez a Jimi Hendrix en un club de Queens, Nueva York, en 1966, cuando era
conocido como Jimmy James. Hacía cosas que la gente normal no hacía, aunque se sabía
que ya se habían hecho antes: tocar la guitarra en la nuca o con los dientes.
Jimi era un buen tipo y todos los Stones se llevaban muy bien con él. Cuando
volvimos de Estados Unidos me encontré con The Animals en un club de Londres. El
bajista Chas Chandler me dijo que se iban a EEUU a tocar, y entonces le
recomendé que, si iban a Nueva York, fueran a ver a un tal Hendrix, un
guitarrista fantástico. Me hizo caso, lo conoció, lo contrató y lo trajo a
tocar a Londres. Fui de los primeros en verlo en el The Bromel Club en 1967. Había
muy poco público, pero dio igual, roció su guitarra con gasolina y le prendió
fuego”.
Sobre sus compis: “Siempre que los
Stones salíamos de gira Brian y yo compartíamos habitación. Podía ser muy dulce
y encantador, era más inteligente que cualquiera de los demás y se expresaba
con mucha claridad. Pero a veces también podía ser un pequeño cabroncete. Tenía
un lado malvado, que es por el que mucha gente lo recuerda. Un día se fue con
mi novia y, esa misma noche en la
habitación, lo perdonabas porque ponía esa sonrisita inocente y angelical: «Lo
siento, tío, decía, no era mi intención». Así que lo amabas y lo odiabas a la
vez. Siempre he hablado bien de él porque fue el creador de los Rolling Stones.
Me da igual lo que digan de Mick y Keith o lo que ellos digan, pero si no
hubiera sido por Brian probablemente habrían tenido una banda diferente en
Dartford, allá en el campo donde vivían. No eran londinenses aunque Mick
siempre intenta imitar el acento cockney, algo que, la verdad, no se merece.
Los únicos de clase trabajadora en los Stones éramos Charlie y yo. Cuando dejé
los Stones, tardé unos meses en reconstruir mi relación con ellos. Fue bastante
estresante, pues no querían que me fuera. Así que se pusieron muy
desagradables. En vez de ser amables y decir: «¡Han sido 30 años geniales! ¡Un
saludo, colega!», Mick decía las cosas más absurdas y estúpidas con esa actitud
de niño mimado que tenía, como: «Bueno, si alguien tiene que tocar el bajo, lo
hago yo. No puede ser tan difícil». Y Keith: «Nadie deja esta banda a menos que
esté en un ataúd». Pero hay que entenderlos y, al fin y al cabo, compartimos
mucho durante mucho tiempo”.
Raro es el músico de aquella época que
no cuenta algo de Keith Moon: “Solía quedarme mucho en casa de Moonie. Era un
tipo estupendo pero ¡madre mía!, cómo se pasaba con la bebida. El médico venía
y le recetaba un montón de cosas, y tres días después Keith se las había tomado
todas. Había Valium 10, pastillas para dormir, estimulantes, anfetaminas..., y
él lo tomaba todo sin parar. Y por las mañanas, champán con brandy. Yo lo
miraba incrédulo. Una vez, mientras me preparaba una taza de té por la mañana,
bajó su encantadora novia sueca (Annette Walter-Lax); yo los había oído
discutir arriba y ella bajó se me presentó con arañazos ensangrentados a ambos
lados de la cara. Le pregunté: «Annette, ¿qué ha pasado?». Y ella respondió:
«Oh, nada. Keith me tiró el gato»… Hacía las cosas más descabelladas. Si
quedaba conmigo y con Ringo en Tramp, llegaba vestido de cazador de pies a
cabeza. Había alquilado todo el equipo necesario para la caza del zorro:
sombrero, abrigo, fusta, pantalones de montar. Una vez le compró un cementerio
en el suroeste de Inglaterra como regalo de cumpleaños a John Entwistle,
bajista de The Who”.
También tiene cosas que contar de
Beatles: “Solía ver a John Lennon bastante a menudo en Estados Unidos; nos encantaba
sentarnos y charlar. Recuerdo que una vez, en Los Ángeles, me dijo: «Me
encantaría ir de gira contigo y con Charlie como sección rítmica algún día».
Pero, claro, nunca sucedió. También pasaba mucho tiempo con Paul McCartney; de
hecho, le regalé un montón de recuerdos de los Beatles que nunca habían tenido,
como películas de ellos tocando en el Shea Stadium en1965 u otra de ellos
tocando en Washington en febrero de 1964, que fue el primer concierto que
dieron en Estados Unidos. Luego le di a Ringo un montón de cosas del cómico
Tony Hancock. De todos ellos era con Ringo con quien tenía una relación más
cercana. Lo veía mucho en los 70, cuando él vivía en Montecarlo y yo en el sur
de Francia. Íbamos a discotecas, bebíamos, íbamos a Montecarlo, cenábamos…, luego
venía a mi casa y veíamos videoclips. Eran buenos tiempos. Todavía lo veo de
vez en cuando. George Harrison tocó en uno de los discos de Rhythm Kings (grupo
en solitario de Wyman) justo antes de morir, el ‘Double Bill’, de 2001. Lo
llamé y le dije: «¿Puedes grabar una parte de guitarra en este tema?». Me
respondió: «¿Para qué me llamas? Tienes a dos de los mejores guitarristas del
mundo en tu banda: Albert Lee y Martin Taylor. ¿Para qué me quieres?, yo sólo
sé tocar una nota». Y le dije: «George,
esa es la nota que quiero”. Entonces me dijo: «De acuerdo. Envíame la cinta». Y
así lo hice. Su parte de guitarra fue genial. Después me escribió una carta
preciosa agradeciéndome que le hubiera pedido que lo hiciera. La firmó como
‘Bert Weedon’ (¿)”.
Pocos pueden contar batallitas así con
tipos así.
CARLOS DEL RIEGO

