Queen en la gira de 1975
El año 1975 es un año de excelencia en
cuanto al rock & roll se refiere, sin duda. Ha pasado ya medio siglo y, sin
embargo, resulta casi imposible señalar otro año que haya dejado tanto y tan
perdurable. La enumeración de discos memorables que vieron la luz en el 75 es
kilométrica, aunque algunas piezas mantienen toda su frescura, su encanto, su
chispa
Y es que la lista de discos
convertidos en clásicos de leyenda que se publicaron aquel año puede dejar
boquiabierto a cualquier aficionado, sobre todo si se mira desde hoy con la
perspectiva que proporcionan las cinco décadas transcurridas desde entonces.
Eran los tiempos dorados del rock.
Extendido por todo el planeta, aún no era otro producto de consumo más, es
decir, los amantes de este género formaban casi una cofradía, una hermandad no
prohibida pero sí un tanto despreciada, marginada; es más, los miembros de la
tribu del rock se sentían muy cómodos, orgullosos de ser vistos como bichos
raros, como ‘peludos sin vacunar que llaman música a ese ruido’. En aquel
momento, tanto los grupos de rock como sus incondicionales todavía estaban como
rodeados de un halo de rebeldía, pues el sonido grueso tan típico del género
repelía a los condescendientes y acomodados al sistema. Era el rock una forma
de distinguirse, de sentirse diferente. Esa música había superado su adolescencia,
pero aún conservaba la ingenua arrogancia juvenil y se había convertido casi en
una forma de afrontar la vida. Y otra razón más, los discos de vinilo o las
recién aparecidas cintas de casete eran las únicas formas de tener rock en casa
(rarísimas eran las emisoras de radio que se atrevían a difundir alguna pieza
con sonido rock), lo cual indica el rito casi sagrado que significaba ir a comprar
el elepé o el single, luego escucharlos en casa mientras se escudriñaba hasta
la última letra de los créditos y las portada para, finalmente, mostrar la nueva
joya a los amigos ‘correligionarios’. La era dorada del rock.
Diez lustros atrás las musas de la
Fender y la Gibson debieron irradiar toneladas de inspiración sobre los
creadores de rock, pues la relación de discos históricos aparecidos al
cumplirse los tres cuartos del siglo XX es asombrosa. Y aun se escuchan y se venden.
Son, en fin, referencia.
The Queen había llamado la atención
con su anterior disco, pero entonces lanzaron una de las cumbres de la historia
del rock, el insuperable ‘A night at the Opera’. Contenía innovaciones
sorprendentes, atrevimiento, virtuosismo, creatividad, talento…, fue un
auténtico impacto que entonces dejó descolocados a muchos y tanto tiempo
después sigue provocando profundas sensaciones; ¿quién puede resistirse a esa
prodigiosa rapsodia?
Bruce Springsteen también estaba en
ascenso, pero no fue hasta la publicación de ‘Born to run’ que el mundo supo de
él. La fuerza irresistible del rock lucía en todos sus matices, y el poderío
sencillo y sin dobleces de ‘The Boss’ llegaba para quedarse; en ese momento
entró en el Olimpo. En ese momento empezó a ser ‘El Jefe’ (apodo que le viene
de cuando, en sus inicios, él era el encargado de repartir el dinero con el
resto de la banda).
Pink Floyd estaba en la cima. Tanto en
el plano comercial como en el artístico había llegado a la cara oscura de la luna
con un disco que parecía insuperable. Sin embargo, con ‘Wish you where here’ se
mantiene en la excelencia, regala piezas inmortales y, de paso, reivindican la
retorcida personalidad de su fundador. Ojalá estuvieran aquí, ojalá siguieran
así.
También Neil Young estaba muy bien
situado en el negocio. Había formado parte de lo que se llamaba un supergrupo
(con Crosby, Stills y Nash) tras militar en bandas heroicas, y ya había
demostrado gran facilidad y talento para crear ambientes intensos y, a la vez,
sosegados. Entonces lanzó ‘Zuma’, un disco en el que brilla su destreza para el
country y deslumbra su granítica percepción del hard-rock. El extenso ‘Cortez
the killer’ acusa al conquistador y elogia a (Mocte) Zuma, aunque el propio
Young especificó años después que no sabía de la historia más que cuatro
tópicos (en España se tituló ‘Cortez Cortez’ en uno de los últimos actos de la
ya agonizante censura).
Led Zeppelin estaba igualmente en su
mejor momento tras la fantástica acogida de sus dos discos anteriores (sobre
todo el ‘IV’). Ahora se atrevían con un doble LP, ‘Physical graffiti’, cuya
portada mostraba un edificio con ventanas que podían abrirse y mirar dentro…
Heavy rock en su sentido más estricto, con piezas para el recuerdo y (¡cómo
no!) acusaciones de plagio.
Kraftwerk había inaugurado una nueva
posibilidad: una visión tecnológica, casi mecánica y robótica del rock con su
anterior disco. Este año confirmó la aparición del techno con el inquietante
‘Radio-Aktivität’. La fórmula no parecía muy complicada: sonido aparentemente
frío pero mucho más cercano de lo que parece, melodías simples pero con más
alma que lo que muchos lograron ver, y letras muy directas con versos casi
independientes. Esa peligrosa radioactividad (“está en el aire para ti y para
mi”) resultó irresistible para muchos, que quedaron contaminados para siempre
entre aquellos irreales sonidos sintetizados. Nadie, ni ellos mismos,
imaginaron la múltiple influencia de su ‘descubrimiento’.
Y hay más, muchos más discos editados
en el 75 que han traspasado la barrera del tiempo. ‘Crisis? What crisis?’, se
preguntaba Supertramp. Bee Gees anunciaban la fiebre con un excelente y
trepidante ‘Main course’. El gran Bob Dylan dejaba otra muestra de genio con
‘Bood on the tracks’ (su decimoquinto álbum). Patti Smith adelantaba la
explosión del punk con el deslenguado ‘Horses’. Los inconfundibles barbudos ZZ
Top dejaban claro que todo en Texas tiene una personalidad poderosa, como
demuestra el potente y divertido ‘Fandango!’. Los ingleses Camel exhibían la
elegancia del rock con su ‘The snow goose’. Los Eagles dejaban para la
eternidad el delicioso ‘One of these nights’. David Bowie se volvía funk con
‘Young americans’. Y no son todos, la
lista podría ser interminable.
La nostalgia invadirá a quien estaba
allí, pero todo se puede disfrutar hoy.
CARLOS DEL RIEGO
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