viernes, 16 de mayo de 2025

UNO DE LOS MEJORES AÑOS DE LA HISTORIA DEL ROCK: 1975

 


Queen en la gira de 1975

 

El año 1975 es un año de excelencia en cuanto al rock & roll se refiere, sin duda. Ha pasado ya medio siglo y, sin embargo, resulta casi imposible señalar otro año que haya dejado tanto y tan perdurable. La enumeración de discos memorables que vieron la luz en el 75 es kilométrica, aunque algunas piezas mantienen toda su frescura, su encanto, su chispa

 

Y es que la lista de discos convertidos en clásicos de leyenda que se publicaron aquel año puede dejar boquiabierto a cualquier aficionado, sobre todo si se mira desde hoy con la perspectiva que proporcionan las cinco décadas transcurridas desde entonces.

 

Eran los tiempos dorados del rock. Extendido por todo el planeta, aún no era otro producto de consumo más, es decir, los amantes de este género formaban casi una cofradía, una hermandad no prohibida pero sí un tanto despreciada, marginada; es más, los miembros de la tribu del rock se sentían muy cómodos, orgullosos de ser vistos como bichos raros, como ‘peludos sin vacunar que llaman música a ese ruido’. En aquel momento, tanto los grupos de rock como sus incondicionales todavía estaban como rodeados de un halo de rebeldía, pues el sonido grueso tan típico del género repelía a los condescendientes y acomodados al sistema. Era el rock una forma de distinguirse, de sentirse diferente. Esa música había superado su adolescencia, pero aún conservaba la ingenua arrogancia juvenil y se había convertido casi en una forma de afrontar la vida. Y otra razón más, los discos de vinilo o las recién aparecidas cintas de casete eran las únicas formas de tener rock en casa (rarísimas eran las emisoras de radio que se atrevían a difundir alguna pieza con sonido rock), lo cual indica el rito casi sagrado que significaba ir a comprar el elepé o el single, luego escucharlos en casa mientras se escudriñaba hasta la última letra de los créditos y las portada para, finalmente, mostrar la nueva joya a los amigos ‘correligionarios’. La era dorada del rock.

 

Diez lustros atrás las musas de la Fender y la Gibson debieron irradiar toneladas de inspiración sobre los creadores de rock, pues la relación de discos históricos aparecidos al cumplirse los tres cuartos del siglo XX es asombrosa. Y aun se escuchan y se venden. Son, en fin, referencia.     

 

The Queen había llamado la atención con su anterior disco, pero entonces lanzaron una de las cumbres de la historia del rock, el insuperable ‘A night at the Opera’. Contenía innovaciones sorprendentes, atrevimiento, virtuosismo, creatividad, talento…, fue un auténtico impacto que entonces dejó descolocados a muchos y tanto tiempo después sigue provocando profundas sensaciones; ¿quién puede resistirse a esa prodigiosa rapsodia? 

 

Bruce Springsteen también estaba en ascenso, pero no fue hasta la publicación de ‘Born to run’ que el mundo supo de él. La fuerza irresistible del rock lucía en todos sus matices, y el poderío sencillo y sin dobleces de ‘The Boss’ llegaba para quedarse; en ese momento entró en el Olimpo. En ese momento empezó a ser ‘El Jefe’ (apodo que le viene de cuando, en sus inicios, él era el encargado de repartir el dinero con el resto de la banda).

 

Pink Floyd estaba en la cima. Tanto en el plano comercial como en el artístico había llegado a la cara oscura de la luna con un disco que parecía insuperable. Sin embargo, con ‘Wish you where here’ se mantiene en la excelencia, regala piezas inmortales y, de paso, reivindican la retorcida personalidad de su fundador. Ojalá estuvieran aquí, ojalá siguieran así.

 

También Neil Young estaba muy bien situado en el negocio. Había formado parte de lo que se llamaba un supergrupo (con Crosby, Stills y Nash) tras militar en bandas heroicas, y ya había demostrado gran facilidad y talento para crear ambientes intensos y, a la vez, sosegados. Entonces lanzó ‘Zuma’, un disco en el que brilla su destreza para el country y deslumbra su granítica percepción del hard-rock. El extenso ‘Cortez the killer’ acusa al conquistador y elogia a (Mocte) Zuma, aunque el propio Young especificó años después que no sabía de la historia más que cuatro tópicos (en España se tituló ‘Cortez Cortez’ en uno de los últimos actos de la ya agonizante censura).

 

Led Zeppelin estaba igualmente en su mejor momento tras la fantástica acogida de sus dos discos anteriores (sobre todo el ‘IV’). Ahora se atrevían con un doble LP, ‘Physical graffiti’, cuya portada mostraba un edificio con ventanas que podían abrirse y mirar dentro… Heavy rock en su sentido más estricto, con piezas para el recuerdo y (¡cómo no!) acusaciones de plagio.

 

Kraftwerk había inaugurado una nueva posibilidad: una visión tecnológica, casi mecánica y robótica del rock con su anterior disco. Este año confirmó la aparición del techno con el inquietante ‘Radio-Aktivität’. La fórmula no parecía muy complicada: sonido aparentemente frío pero mucho más cercano de lo que parece, melodías simples pero con más alma que lo que muchos lograron ver, y letras muy directas con versos casi independientes. Esa peligrosa radioactividad (“está en el aire para ti y para mi”) resultó irresistible para muchos, que quedaron contaminados para siempre entre aquellos irreales sonidos sintetizados. Nadie, ni ellos mismos, imaginaron la múltiple influencia de su ‘descubrimiento’.

 

Y hay más, muchos más discos editados en el 75 que han traspasado la barrera del tiempo. ‘Crisis? What crisis?’, se preguntaba Supertramp. Bee Gees anunciaban la fiebre con un excelente y trepidante ‘Main course’. El gran Bob Dylan dejaba otra muestra de genio con ‘Bood on the tracks’ (su decimoquinto álbum). Patti Smith adelantaba la explosión del punk con el deslenguado ‘Horses’. Los inconfundibles barbudos ZZ Top dejaban claro que todo en Texas tiene una personalidad poderosa, como demuestra el potente y divertido ‘Fandango!’. Los ingleses Camel exhibían la elegancia del rock con su ‘The snow goose’. Los Eagles dejaban para la eternidad el delicioso ‘One of these nights’. David Bowie se volvía funk con ‘Young americans’.  Y no son todos, la lista podría ser interminable.

 

La nostalgia invadirá a quien estaba allí, pero todo se puede disfrutar hoy.

 

CARLOS DEL RIEGO

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