miércoles, 13 de noviembre de 2024

LOS REGISTROS HISTÓRICOS DEMUESTRAN QUE LAS INUNDACIONES NO SON PRODUCTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO

 


La gran riada que sufrió Murcia en 1879, según el famoso ilustrador Gustavo Doré

 

Después de inundaciones, gotas frías, riadas y otras catástrofes por agua hay muchos que tienden a echar la culpa al cambio climático, que es el comodín o solución de talla única para todo. Sin embargo, los datos históricos señalan que todo el litoral mediterráneo español ha visto infinidad de calamidades como la que ha tenido lugar en la región valenciana en 2024

 

Hay noticias de desastres de este tipo mucho antes de que se empezara a hablar de cambio climático y, evidentemente, siglos e incluso milenios antes de que se iniciara cualquier actividad industrial y el consumo global de combustibles fósiles.

 

La cuenca del Turia-Júcar ha sufrido episodios de inundación de forma más o menos periódica, y de ello se tiene constancia desde épocas romana e islámica. La región de Valencia presenta inequívocos registros geo-arqueológicos de inundación, y están acreditados por cronistas e historiadores desde el siglo XIV. Se tiene crónica segura de gotas frías desde el año1328 en la cuenca Turia-Júcar, y se han registrado de modo recurrente desde entonces cientos de sucesos de este tipo que han causado grandes desastres en toda la zona. Se sabe que en 1473 se produjo una inundación que arrasó cientos de casas en torno a Alzina; otras posteriores marcan inundaciones que van desde 2.80 metros hasta casi 4 metros en Camino Real, Alzira, Carcagente … Hubo años en que apenas se produjeron riadas y desbordamientos importantes, mientras que otras épocas vieron varias catástrofes en un año.

 

En la cuenca del Segura se han registrado y acreditado alrededor de trescientos siniestros provocados por riadas, desbordamientos o lluvias torrenciales desde el siglo XIII. Los escritores, cronistas e historiadores señalan los tremendos aguaceros de la segunda mitad del año 1259; las aguas inundaron y destruyeron miles de hectáreas de la huerta, mientras que el barro y todos los materiales arrastrados por el agua cegaron todos los cauces de acequia hasta el punto que aquellas tierras no recibieron agua del río durante casi ochenta años. En 1416 se desbordaron los ríos Guadalentín y Segura, llegando la avalancha de agua a derruir parte de la muralla de Murcia y destruir más de seiscientas casas. En 1504-05 volvieron a desbordarse catastróficamente ambos ríos perdiéndose todos los sembrados e incluso inundando la ciudad de Murcia y toda su huerta… Durante los siglos siguientes se repitió una y otra vez la crecida e inundación, como demuestra la kilométrica relación de riadas y desastres por agua que ofrece la ‘Cronología de riadas de la cuenca del Segura’ en la página web de la cuenca hidrográfica del Segura.

 

En fin, por más que los políticos organicen reuniones y conferencias sobre el clima y sus cambios (a las que acuden en aviones privados), por más que ciertos científicos (enchufados y colocados a dedo en los diversos organismos y generosísimamente subvencionados), la realidad es que no está sucediendo nada que no hubiera sucedido en el pasado. Y por mucho que se reúnan, parloteen y dicten leyes y restricciones para las clases medias, donde hubo riada volverá a haberla, y será catastrófica si no se atiende a la realidad y sí a la ideología-religión del ecologismo y el cambio climático; de hecho los feligreses suelen decir ‘este cree y este no cree’ en el cambio climático, es decir, un asunto científico se ha convertido en dogma, en religión, con creyentes e infieles.

 

El negacionista es el que niega la evidencia, y hasta el momento ésta señala de modo irrefutable que no se ha cumplido ni una sola de las grandes calamidades que se vienen vaticinando desde hace más de medio siglo. Resulta sorprendente, por tanto, que nadie eche en cara a los profetas de la apocalipsis climática los fallos constantes de sus predicciones; por ejemplo Al Gore con su película ‘Una verdad incómoda’, quien en el año 2006 vaticinó que en diez años se fundirían los hielos polares, habría inundaciones de cientos de ciudades costeras, desaparición de miles de islas de Polinesia y Micronesia, extinción de especies animales… Se cumplió el plazo hace casi una década y nada de eso ha ocurrido. Y aun así hay muchos políticos y empresas que sacan copiosos réditos políticos y económicos negando la realidad y aprovechándose del miedo que han metido a la gente.

 

Se ha inculcado ese miedo a la población, que se ve asaltada por la propaganda catastrófico-climática desde todos los ángulos. Hasta el punto de que en las conferencias sobre el cambio climático se atribuye a éste cualquier desastre natural, como las riadas, lluvias torrenciales e inundaciones, a pesar de que la evidencia y los registros históricos señalan que son hechos naturales desde hace milenios.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

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