En casi todas las grandes batallas de emancipación de los territorios americanos españoles tomaron parte decisiva tropas inglesas mercenarias
En países como Puerto Rico o República
Dominicana se ha tenido noticia recientemente de ciertos movimientos y
opiniones sobre el deseo de algunos (pocos) de convertir estas naciones en
comunidades autónomas dentro del Reino de España. Al parecer, una parte
(escasa) de los políticos de esos dos lugares ha caído en la cuenta de cómo
Inglaterra y EEUU hicieron todo lo posible para atomizar, desmembrar,
balcanizar lo que era Hispanoamérica
En realidad ya hace años que se viene
hablando en algunos países hispanoamericanos de esa posibilidad: dejar de ser
comparsa de EEUU y volver a formar parte de España como comunidades autónomas
de ultramar (y es que en todos los parlamentos españoles del siglo XIX, desde
la Constitución de Cádiz hasta 1898, hubo representantes de las provincias de
ultramar). A tal conclusión han llegado bastantes intelectuales al estudiar y
comprobar cómo el Imperio Británico primero, y sus herederos de EEUU después,
pusieron lo que fuera necesario para que jamás se constituyera algo así como
unos Estados Unidos Hispanoamericanos (o Iberoamericanos), de modo que
utilizaron todos los medios para que nunca hubiera unidad en el territorio que
va desde Río Grande a Tierra de Fuego, y para que allí se constituyeran cuantos
más pequeñas repúblicas mejor, puesto que unos Estados Unidos Hispanos serían
muy difíciles de manejar y manipular, mientras que unos cuantos pequeños países
serían mucho más fáciles de mangonear.
Y para lograr tal fin utilizaron tres
herramientas. Primero la leyenda negra, basada en el texto de Bartolomé de las
Casas, un libro y un cronista hipócrita, mentiroso y manipulador (¡qué gran
político hubiera sido este de las Casas!). Todos los cronistas contemporáneos
de fray Bartolomé coinciden en que nunca trató bien a los indios, a los que
hacía trabajar sin luego pagar sus servicios, jamás hizo nada por aprender las
lenguas autóctonas, por informar de sus costumbres o por convivir con ellos;
mintió descaradamente, por ejemplo cuando escribió que los indios eran mansos y
no conocían la violencia…, o sea, sacrificar y extraer el corazón de la víctima
viva, y luego comérsela no es violencia; y distorsionaba la verdad al contar
sólo lo malo (como le increpó Motolinia, otro fraile que sí convivió con los
indios, aprendió su idioma y sus costumbres y trasmitió todo en sus libros) y
jamás escribió sobre todo lo que los españoles llevaron y dieron a América. Los
historiadores contemporáneos califican el libro de de las Casas de
“groseramente exagerado y falso”. Pero para los fines de británicos y sus
herederos el libro fue una herramienta perfecta (asombra cómo los
estadounidenses, desde el ciudadano anónimo hasta el catedrático pasando por el
político, acusan a España olvidando cómo ellos han dejado la población indígena
en el 0.6%) .
En segundo lugar el Imperio Británico
y los EEUU usaron su poder bélico y económico para apoyar con todo lo necesario
a los movimientos independentistas. Por eso los ejércitos liderados por los
‘libertadores’ Bolívar, San Martín, Miranda, Santander, Páez…, contaron con mercenarios
ingleses, generales, oficiales y tropa pagados por Inglaterra, al igual que
armamento y munición, suministros y pertrechos; todo costeado por el Imperio Británico
con el fin de que cada territorio (desde México a la Patagonia) se convirtiera
en una república fácil de manejar. Curiosamente en los ejércitos realistas eran
mucho más numerosos los indios que los españoles (europeos o americanos).
Y en tercer lugar está la maniobra de
ingleses y estadounidenses, apoyados por franceses, para suprimir cualquier
alusión o mérito de España en América (todos ellos, junto a holandeses, forman
el ejército de envidiosos que no soportan la idea de que un país mediterráneo,
católico y del sur fuera el gran descubridor no sólo de América, sino de mares
y océanos, territorios desconocidos e incluso de la forma del planeta). Y el
modo de quitar todo mérito a España fue, ante todo, retirar el término
Hispanoamérica y sustituirlo por el bastardo e indeseable ‘latinoamérica’. Y es
que si aquel territorio es ‘latino’ mucho más lo serán España, Francia, Italia,
Portugal…, de manera que estos deberían ser conocidos como países
‘latinoeuropeos’. Lo peor es que el horrible y servil palabro ‘latinoamericano’
se usa continuamente y está admitido en todas partes y en todos los contextos: se
dice música latina para referirse a salsa, cumbia, samba, ranchera, son…; se
dice bandas ‘latinoamericanas’ para hablar de los grupos violentos mafioso-terroristas
que operan en España o en EEUU, literatura ‘latinoamericana’, población ‘latina’,
comida ‘latina’…
Desgraciadamente, a día de hoy, el
éxito de las maniobras y manipulaciones de la Historia y la realidad llevados a
cabo por británicos y sus descendientes (con la colaboración de muchos
españoles acomplejados y papanatas) han logrado un enorme éxito. Han alcanzado
su objetivo, basándose en mentiras, manipulaciones, maniobras políticas y en el
pago de mercenarios, cierto, pero han logrado su objetivo. Al menos hasta
ahora, puesto que tarde o temprano la verdad suele salir a la luz, y un día
todo se pondrá en su lugar. Puede que pasen décadas o siglos, pero sin duda un
día se conocerá, se admitirá y se estudiará la verdad.
CARLOS DEL RIEGO
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