miércoles, 11 de enero de 2023

LO QUE ESCRIBIERON SOBRE EL REINO DE LEÓN DESDE AL ANDALUS

 

A Ramiro II de León, vencedor en la batalla de Simancas, le llamaban 'puerco y tirano' los cronistas andalusíes

El Reino de León sigue siendo hoy un gran desconocido para la mayoría de los españoles, incluyendo autores de prestigio. Sin embargo, en un amplio período del Medievo español fue la entidad política y territorial más importante de las dos zonas, la cristiana y la musulmana. Por eso, a lo largo de sus más de tres siglos de existencia independiente (910-1230), el Reino de León estuvo muy presente en todas las crónicas y anales que redactaban los historiadores de Al Ándalus, que reconocían su poder y, durante mucho tiempo, su supremacía

Abundantes  textos firmados por los principales cronistas de Al Ándalus se refieren al Reino de León, sobre todo para insultar a sus reyes y gentes, lo cual significa que temían lo que hicieran los soberanos y ejércitos leoneses; es decir, desde la fundación del reino, desde García I (910-914), los musulmanes que habían invadido y ocupado la Península Ibérica vieron en el Reino de León a su más peligroso enemigo. Y así lo escribieron los autores andalusíes. 

Cuando García se instaló definitivamente en León, los cronistas árabes se quejaban de que los cristianos estaban cada vez más cerca: “… si desde León ya nos causaban estragos en nuestras tierras, qué será desde Zamora si ya antes nos tendían celadas e intentaban matarnos”. 

El rey Ordoño II, siendo rey de Galicia, atacó Evora y, al parecer, preparó una buena escabechina, de modo que cuando se convirtió en rey de León, los musulmanes de aquella ciudad (y otras) reconstruyeron las murallas para, según cuenta el autor árabe Al Razi, resistir los previsibles ataques del “…tirano Ordoño, rey de los gallegos, a quien Dios destruya”. Siendo ya rey de León, el historiador Ibn Jaldun vuelve a referirse al “… tirano Ordoño, rey de los leoneses infieles, a quienes Dios maldiga”. 

Alfonso IV ‘El monje’ renunció al trono al morir su mujer y se retiró a un monasterio, pero luego cambió de idea y quiso recuperar la corona que ya saboreaba su hermano Ramiro II (931-951). De este asunto habla Ibn Hayyan, quien explica que fueron los cortesanos más viejos quienes convencieron a Alfonso de que cambiara de opinión y volviera para exigir su corona (cosa que le salió mal). Luego, una vez que Ramiro reconquistó tierras y ciudades (incluyendo Madgerit), el califa Abderramán III preparó un enorme ejército para marchar contra “el puerco Radimir”; éste derrotó estrepitosamente al andalusí en la batalla de Simancas (año 939), por lo que continuaron refiriéndose a él como “el puerco y tirano Ramiro”, dice Ibn Hayyan, que también explica que “los infieles cristianos de Ramiro bajaban gritando de los montes, como cabras”. En aquella señalada batalla Abderramán huyó a toda prisa, dejando en su tienda un valiosísimo Corán en doce tomos de oro; pero el astuto Ramiro se convenció de que, de momento, era mejor ofrecer al Califa de Córdoba una muestra de amistad, así que decidió devolverle su preciado Corán; en 941 una embajada leonesa partió hacia Córdoba para devolverle sus queridos libros, además de prisioneros y otros presentes. Abderramán envió a León legados y regalos para agradecer a Ramiro su gesto. 

Fernando I de León (1037-1065) se convirtió en rey de León por matrimonio con Sancha, hermana de Vermudo III (que murió en la batalla de Tamarón). A mediados de ese siglo emprendió numerosas campañas reconquistadoras, por lo que los autores musulmanes escribieron: “El déspota Fernando, hijo de Sancho, rey de los gallegos (a veces se usaba este término para referirse a la zona que comprendía la Galaecia romana) viene por territorios de Al Ándalus con su ejército cristiano tratando de dominar a todos, y se hartó de cobrar parias y no se sació hasta ocupar los reinos y arrebatarlos del poder islamista”. 

Alfonso VI de León (1072-1109) conquistó, entre otros territorios, la emblemática ciudad de Toledo, que además de su valor ideológico era paso estratégico para todos los reinos de taifas, incluyendo el de Sevilla. Los cronistas cristianos otorgaron a Alfonso títulos como ‘Rey de toda España’, ‘Emperador de toda España’, ‘Emperador de León y Toledo’…, mientras que los andalusíes lo intitulan ‘Emperador de las dos religiones’, asumiendo así la autoridad del rey leonés sobre todos los reyes y reinos de taifas.      

Para asistir a la coronación de Alfonso VII (1126-1157) acudieron a León los principales obispos, condes y grandes señores de la Hispania cristiana (y de más allá de los Pirineos), y también los reyezuelos de taifas; todos le rindieron vasallaje mediante los gestos y reverencias característicos, admitiendo la autoridad de León sobre toda Hispania. 

En el siglo XII el viajero Al Idris escribió sobre León: “Allí se practica un comercio muy provechoso, sus habitantes son ahorradores y prudentes”. 

Y también hubo reyes de León que fueron destronados y acudieron a pedir ayuda a Córdoba para recuperar la corona, como  Ordoño IV ‘El Malo’ (958-959); acompañado por su séquito entró en Madinat Al Zahra, según cuenta Ibn Hayyan: “Al pasar entre las filas de soldados de Zahra, Ordoño y sus compañeros leoneses fingieron admirarse y hasta asustarse ante tal aparato militar”. También pidió ayuda a los musulmanes Sancho I ‘El Craso’ (956-958), cuya mórbida obesidad le impedía desde subir al caballo hasta orinar sin ayuda; el judío cordobés Hasday le prometió quitarle unos cuantos kilos (y ayuda militar para recobrar León), pero a cambio le exigió entregar a Abderramán diez fortalezas fronterizas leonesas, a lo que Sancho accedió, de modo que Hasday fue loado en Al Ándalus: “Sin flechas ni espadas, sólo con su elocuencia ha quitado a los abominables leoneses comedores de puercos fortalezas y ciudades”.  

Hay muchas más referencias al Reino de León y a sus reyes en los textos andalusíes, lo que viene a demostrar que durante más de tres siglos León fue su más duro enemigo, su principal preocupación, hasta señalar a alguno de sus reyes “señor de las dos religiones”. Pocos españoles saben de todo esto.        

CARLOS DEL RIEGO

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