Así es el desayuno, comida y cena de los atletas en cuarentena por el covid, que permanecen encerrados y aislados en habitaciones pequeñas, sucias y sin equipamiento
El poder de atracción de los Juegos
Olímpicos es algo que los políticos y los gobiernos comprendieron hace mucho,
sobre todo los dictatoriales, que los han aprovechado para mostrar una falsa cara amable
y abierta. Los gerifaltes del partido nazi utilizaron los Juegos de 1936 con
fines políticos y propagandísticos, algo que están repitiendo punto por punto
los gerifaltes del partido comunista chino 86 años después
Los juegos de Berlín 1936 habían sido
otorgados a Berlín en 1931, menos de dos años antes de que Hitler tomara el
poder. Pronto los máximos jefes e ideólogos del partido nazi (el NSDAP, Partido
Nacional Socialista Obrero Alemán), vieron en los Juegos Olímpicos una
oportunidad perfecta para presentar al mundo los logros y beneficios de su
política e incluso la superioridad de la ‘raza alemana’. Con el ministro de
propaganda Joseph Goebbels al frente, elaboraron un extenso plan para que nada
les estropeara la maniobra; retiraron de la circulación a todo el que pudiera
ser sospechoso de contradecir los postulados nazis, dieron instrucciones a la
población para que fuera lo más amable posible con los atletas, periodistas y
visitantes, cesaron los actos y propaganda antisemita, desapareció toda
violencia callejera…; y para no tener que dar explicaciones por la ausencia de
atletas judíos en el equipo alemán se falsearon sus resultados con el fin de
que pareciera que habían sido descartados por motivos deportivos. Y había
unanimidad en la prensa, pues todos los periódicos desafectos habían sido
cerrados o incautados. Pero todo era una máscara, como pudo comprobarse muy
poco después.
Alguien dijo que no es que la Historia
se repita, pero sí que rima. Han pasado 86 años y los versos con que se escribe
la Historia Olímpica riman a la perfección, sólo que el ´führer’ se llama Xi
Jinping. Cuando se dieron los Juegos de Verano a Pekín en 2008 dijeron que eso
serviría para que el gobierno de China comenzara a abrir el puño, que empezara
a observar los derechos humanos, que diera a la población las libertades y
derechos políticos y sociales de un estado libre, que desapareciera la censura
y apareciera la libertad de expresión…
Pero los hechos han demostrado que nada
de eso se ha producido, al contrario, según dicen las organizaciones
internacionales los ‘centros de reeducación’ están abarrotados y cualquier
posible disidente está fuera de circulación. Un buen ejemplo es la ex tenista
Peng Shuai, que hace unos meses desveló haber sido violada por un ex ministro;
desapareció y sólo aparece para desdecirse en sospechosas comparecencias, pero
como cuentan quienes pasaron por los centros de detención, con total seguridad ‘ha
sido sometida a tratamiento’, y su familia está retenida y amenazada, de modo
que la ex jugadora no puede decir más que lo que le han dicho que diga. Podría
hablarse del artista crítico Ai Weiwei, que fue acusado de subversión, evasión
de impuestos, pornografía y cualquier cosa que se les ocurriera; después de
torturarlo (sobre todo psicológicamente) y ante el clamor internacional, lo
dejaron marchar, pero seguro que la familia que dejó en China vive bajo
amenaza. ¿Y Li Wenglian, el médico que avisó del peligro del coronavirus,
detenido bajo acusación de propagar falsos rumores?
Un evidente acto de propaganda fue el
encendido del pebetero, que llevó a cabo un miembro de la etnia uigur; sin
embargo, las organizaciones solidarias estiman que unos dos millones de uigures
permanecen encarcelados en los ‘centros de reeducación’, donde se los trata con
extrema crueldad y se procede incluso a su esterilización. Algunos
supervivientes que han llegado a occidente declaran que continuamente les
repiten: “ser uigur es un crimen, no son seres humanos”.
Los periodistas son vigilados
continuamente e incluso ha habido casos en que los policías y comisarios chinos
interrumpían las grabaciones; y las redes sociales (las que están abiertas) y
canales de internet son supervisados permanentemente. Todo está bajo control
del dictatorial gobierno. Y todo lo que se muestra al mundo es falso. Incluso
la nieve es falsa.
La narración de Berlín 1936 rima con la
de Pekín 2022.
CARLOS DEL RIEGO
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