Los JJOO caminan con paso firme a la vulgaridad, la ordinariez, la chabacanería.
París acoge este 2024 los Juegos de la
XXXIII Olimpiada de la Era Moderna. Los incondicionales del deporte en general
y de las citas olímpicas en particular estarán esperando ansiosos… o no tanto,
puesto que se han añadid al calendario olímpico disciplinas que no pueden ser
consideradas deportes o son meros sucedáneos. Por no hablar de las ‘trampas’
consentidas…
En total, los terceros JJOO que acoge
la capital francesa contarán con 34 disciplinas, de las cuales no todas son
deportes. Tradicional es la discusión de si la natación sincronizada o la
gimnasia rítmica deben ser consideradas deportes; baste repetir que en esas disciplinas
lo que cuenta es la belleza, la sincronización, la coreografía, la
elegancia..., conceptos que nada tienen que ver con el verdadero deporte, en el
que no importa si lo has hecho bonito o feo, elegante o desgarbado mientras el
balón entre o llegues a meta antes que tus rivales. En el ámbito olímpico, en
todos los deportes de su calendario, debe imperar el lema ‘más rápido, más
alto, más fuerte’ (el evocador ‘citius, altius, fortius’ que tiene que ver con
el verdadero deporte), pero no ‘más bello, más elegante, más artístico’. En
resumen, lo que cuenta en el auténtico deporte es lo que dicen el crono, el
metro y el marcador sin que interese a éste el cómo de artístico se ha
conseguido el resultado; esto no computa.
Luego están los ejercicios que no
deben estar en el juegos porque no son deportes sino actividades urbanas, como
el break-dance (que en todo caso es un baile), la cama elástica, los saltos de
trampolín o el skate-boarding; puede añadirse la escalada, que nada tiene que
ver con la auténtica escalada. Y también puede cuestionarse la presencia en el
calendario olímpico de deportes-sucedáneo-imitación-miniaturización, como el
baloncesto 3X3, el ciclismo BMX ‘freestyle’ y el BMX ‘racing’ (además del
ciclismo en pista, en carretera y en montaña), el rugby 7o el voley playa… Se
pretende una ‘urbanización’ de los juegos o, lo que es lo mismo, una
vulgarización. Ya nadie se sorprende de que el ganador en monopatín reciba lo
mismo que el campeón de los 100 m lisos o el maratón. Pronto serán olímpicos el
soga-tira (que ya fue olímpico a principios del siglo XX), las carreras de
sacos, los concursos literarios, el wrestling (lucha libre americana, que es
pura coreografía), la lucha de brazos, el parkour, la capoeira, el rodeo, el
hula-hop, la petanca, los bolos, el culturismo o el baloncesto en burro, y no
tardarán en incorporar el fútbol sala, el fútbol playa, el futvoley, el fútbol
australiano… ¿Y por qué ese empeño de los jefes del COI?, la respuesta es
evidente: por dinero, algo fácil de deducir teniendo en cuenta que el COI es
uno de los organismos más corruptos del mundo, como se ha demostrado tantas
veces.
Y también pueden cuestionarse reglas y
decisiones de los jueces de atletismo que son injustas e irracionales. Por
ejemplo el hecho de permitir las ‘zapatillas mágicas’ que calzan todos los
atletas y que mejoran notablemente las marcas; por eso, desde que se
autorizaron no hay competición en la que las tablas de resultados no muestren abundantes
‘mejor marca personal’, ‘mejor marca del año’, récord nacional, récord de los
campeonatos… Es evidente que la placa de carbono (y otras estructuras) de las
zapatillas regalan décimas, e incluso segundos en las pruebas de fondo.
Igualmente son criticables decisiones absurdas de los jueces, como cuando hay
atletas que se caen en el curso de la carrera pero son igualmente calificados
para la siguiente ronda (en los Europeos de este año en una prueba de fondo
cayeron varios, uno se levantó, corrió y se clasificó, mientras los demás
caídos, que terminaron la prueba al trote borriquero, fueron arbitrariamente
calificados); y al contrario, en una final de velocidad uno de los sprinters fue expulsado por haberse
movido ligeramente o haber despegado un pie del taco de salida cinco centésimas
de segundo antes de tiempo.
En fin, por cosas como estas, como la
vulgarización e inclusión de falsos deportes, las decisiones de los jueces y
las del propio COI están llevando a los Juegos Olímpicos a un espectáculo cada
vez menos deportivo, menos olímpico y mucho más vulgar, cotidiano, ordinario… Y
siempre está la amenaza real de que conviertan en olímpicos los videojuegos.
Está claro: los JJOO van perdiendo así
su prestigio, su aura de leyenda.
CARLOS DEL RIEGO
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