La erupción del volcán submarino Hunga Tonga, a comienzos de 2022, producirá cambios significarivos en el clima, incluyendo un calentamiento en los próximos cinco años.
No hay día en que la prensa de todo el
mundo no alerte de inminentes catástrofes climáticas. Sigue instalada en las
sociedades occidentales la idea de que la acción humana es la causante principal
de los cambios en el clima, pero empiezan a ser muchos los que tienen dudas y
los que están convencidos de que la mano del hombre no tiene tanto que ver,
incluyendo miles de científicos y especialistas. El año pasado entró en
erupción el volcán Hunga Tonga, afectando de modo muy significativo al clima de
la Tierra. Y lo mismo ha sucedido con otros volcanes en los últimos siglos
En enero de 2022 erupcionó el volcán
submarino Hunga Tonga (situado en mitad del Pacífico, en la Polinesia),
vertiendo a la atmósfera cantidades inimaginables de materiales, polvo y gases.
Tras haber investigado sus efectos, los especialistas concluyeron que ha sido
la mayor erupción en el planeta en los últimos siglos y una de las más grandes
explosiones de que se tiene noticia. De hecho, sus efectos se notarán durante
años. Envió escombros sólidos hasta casi 50 kilómetros de altura junto a dióxidos
de azufre y carbono, cenizas y unos 150.000 millones de litros (150 millones de
toneladas) de vapor de agua, lo cual potencia el efecto invernadero, ya que el
vapor estará ahí durante años. Como consecuencia de la erupción del Hunga
Tonga, según los investigadores de Nature y National Geografic, el clima de
todo el planeta experimentará un calentamiento significativo (con temperaturas
inusualmente elevadas) durante los próximos cinco años, al menos. Asimismo, la
capa de ozono sufrirá una notable disminución.
Realmente los volcanes emiten en muy
poco tiempo muchos más gases contaminantes que las actividades humanas en años.
Se tienen noticias precisas de otras erupciones catastróficas sucedidas en los
últimos siglos. Por ejemplo la del volcán indonesio Tambora en 1815. Se ha
estimado que la explosión de este monstruo liberó tanta energía como la
equivalente a un millón de bombas atómicas como la de Hiroshima; murieron como
consecuencia directa casi cien mil personas; el cielo quedó cubierto por miles
de millones de toneladas de polvo, cenizas y gas, hasta oscurecer el sol en
gran parte del planeta; la temperatura en todo el hemisferio norte descendió
unos cinco grados, perdiéndose las cosechas y provocando hambrunas en todo el
mundo; hubo nevadas de metros durante el verano siguiente desde París hasta las
llanuras centrales de Norteamérica. Por ello, el año 1816 es conocido como el año
sin verano.
La del Krakatoa (que hasta su erupción
era una montaña, no un volcán) es otra de las erupciones recientes (1883) que
pueden considerarse catastróficas. Provocó olas de hasta treinta metros de
altura que arrasaron todas las costas que tocaron. Vertió a la atmósfera 18.000
metros cúbicos de materiales, y sus cenizas cubrieron una extensión de casi un
millón de kilómetros cuadrados (el doble que España). Murieron casi en el acto
unas 35.000 personas, y la nube que se formó cubrió casi la totalidad del
planeta, con lo que alteró de forma más que notable el clima global.
También ha quedado noticia de la ola
de calor que asoló Europa Central durante el año 1132; baste señalar que el río
Rin se secó completamente. Por el contrario, en el invierno de 1709 hizo tanto
frío que se helaron los canales de Venecia; y se sabe que el Nilo se congeló
completamente al menos dos veces en los últimos milenios, en 829 y en
1010.
En fin, la explosión del Hunga Tonga
(según especialistas y climatólogos) alterará el clima de todo el planeta y lo calentará
durante los próximos años, e igualmente perjudicará notablemente a la capa de
ozono.
Por mucho que la actividad humana
perjudique al medio ambiente, la propia Naturaleza se encarga de explicar, de
vez en cuando, que el hombre es nada comparado con lo que ocurre cuando esa
Naturaleza explota.
CARLOS DEL RIEGO
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