Lo que se conoce como ‘Guerras Indias’ abarca un período de tiempo de unos trescientos años, desde 1622 hasta comienzos del siglo XX, es decir, prácticamente desde que los británicos desembarcaron en Norteamérica (los primeros colonos arribaron a bordo del Mayflower en el invierno de 1620). Los recién llegados perpetraron todo tipo de masacres y barbaridades encaminadas al exterminio de los nativos y su sustitución por los anglosajones; entre las innumerables muestras de vileza destaca el envenenamiento de cientos de indios en el año 1623
Desde el primer momento los ingleses se condujeron con la máxima crueldad, con ese racismo y superioridad tan característico de los anglicanos; los indios, lógicamente, se defendían y procuraban responder con parecida violencia. Así, pueden enumerarse la Guerra de los Castores, la de Pequot, la del rey Felipe, la de la reina Ana, la de Tuscarora, la incontables batallas y venganzas contra iroqueses, shawnees, cheroquis, creeks, seminolas…, así como la Ley de Remoción de Indios, el Sendero de las Lágrimas, las masacres de Sand Creek, Red Cloud, Wounded Knee…, se haría interminable la enumeración completa de las matanzas de indios (éstos tuvieron algunas victorias, como Little Bighorn, muy sonada pero sin trascendencia).
Los colonos y soldados británicos, y posteriormente sus sucesores nacidos en América, llevaron a cabo un baño de sangre continuado para eliminar a los amerindios, arrinconar a los supervivientes y quedarse con tierras y recursos. Esto duró alrededor de tres siglos, hasta que los indios fueron una población residual y prácticamente invisible.
En 1622 se produjeron diversos enfrentamientos entre los powhatan y los británicos, que invadían territorio nativo continuamente. En uno de esos los indios acabaron con la vida de cientos de colonos y capturaron prisioneros. Luego, en mayo de 1623, el jefe Opechancanough fue con su séquito a devolver esos presos a un lugar del actual estado de Virginia, aceptando la propuesta británica de conversaciones de paz. Opechancanough era jefe de guerra de un grupo de guerreros powhatan, siendo éste el nombre colectivo de los miembros de una confederación de más de 30 tribus. Para sellar su ‘amistad’ y agasajar a sus invitados, los británicos ofrecieron a Opechancanough y sus guerreros unas copas de vino.
Según los autores Middleton y Lombard en su obra ‘Colonial America: A History to 1763’, el destacamento inglés comandado por el Capitán Tucker lo había planeado todo desde el principio, ya que “las conversaciones de paz fueron una argucia”, la cual formaba parte de un objetivo más amplio, pues “esperaban destruir a todos los miembros de la tribu cerca del asentamiento de Jamestown”. Allí hay una placa conmemorativa en la que se lee: “Indios envenenados en la reunión de paz”. Dicen los historiadores que “los ingleses ofrecieron un brindis con vino (envenenado por el Dr. Potts) que los powhatan aceptaron, y cuando los indios empezaron a sentirse mal, los soldados británicos abrieron fuego con pistolas y fusiles". Pero la traición no terminó de salirles bien a los felones, pues según el Instituto Smithsonian: “acabaron con la vida de 200 guerreros (cortaron la cabellera a 50) y otros 150 resultaron heridos, pero Opechancanough consiguió sobrevivir y escapar de la trampa.
Como es lógico y natural, el jefe powhatan no volvió a confiar en ningún blanco, de modo que reanudó la lucha. En ‘Colonial America: A History to 1763’ se lee que dos décadas después de la traición, en 1644, Opechancanough consiguió ejecutar su venganza y durante dos años no cesó de acosar y matar colonos británicos, y se estima que eliminó a no menos de 500. Su suerte acabó cuando en 1646 fue capturado y muerto por un soldado mientras estaba atado en la cárcel. En los informes que enviaron a Inglaterra, los soldados alardeaban de la hazaña y recibieron felicitaciones desde la metrópoli.
Una guerra es una guerra, pero cuando se proponen conversaciones de paz, cuando se enarbola bandera blanca y se va a efectuar un intercambio de prisioneros, no hay nada más despreciable que aprovecharse de la tregua para eliminar a los invitados que, confiados, acuden a la reunión en son de paz. Hay que recordar que hasta los nazis y los soviéticos respetaban las treguas y las conversaciones bajo bandera blanca.
Como es sabido, la traición y la ruptura de los tratos fueron constantes durante los siglos siguientes, siempre con los británicos y sus sucesores ejerciendo de traidores. El resultado de esos 300 años de vileza anglosajona es conocido: confinamiento, racismo, marginación, segregación y la casi eliminación de todo el que no fuera un blanco de origen británico. Y todo protegido por leyes racistas en vigor hasta hace unas pocas décadas.
CARLOS DEL RIEGO
No comento nada por que solo se me ocurren insultos
ResponderEliminarCierto, indignante
Eliminar¿Has hablado de cuando los ingleses les dieron mantas infectadas de viruela?
ResponderEliminarSíii, en otros artículos comenté todas las estratagemas ideadas por los británicos para matar, eliminar, borrar a los nativos. Gracias
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