miércoles, 19 de noviembre de 2025

¿DÓNDE ESTABAS Y QUÉ MÚSICA ESCUCHABAS EN 1985?

 


Si hubiera que escoger una única imagen del rock en 1985 sería esta,

 que no necesita explicación

 

Aquel año vio infinitos y sangrientos sucesos en todo el mundo; en realidad como casi todos los años. En el apartado del rock aun hay mucho que recordar y, sobre todo, eventos tan masivos, tan memorables como el Live Aid, que dio fecha al día internacional del rock

 

EEUU y la URSS hablan de desarme tras décadas de guerra fría. Bangladesh sufre un ciclón que deja más de 10.000 muertos. El fútbol fue escenario de varias tragedias: en Bradford, Inglaterra, se incendia un estadio en pleno partido que produce 57 muertos; en el Heysel de Bruselas una avalancha de aficionados de la Juve y el Liverpool provoca 39 muertos y 600 heridos; en el Olímpico de México una estampida  causa la muerte de 11 personas y 60 heridos. España (y Portugal) firman su entrada en el Mercado Común Europeo, hoy Unión Europea. Se producen varios accidentes de aviones que dejan miles de víctimas, y secuestros y ataques terroristas con cientos de muertos en los cinco continentes (incluyendo el perpetrado por el gobierno francés contra Greenpeace en Australia); el volcán Nevado del Ruiz en Colombia mata a más de 30.000 personas. En septiembre se encuentran los restos del Titanic a casi 4.000 metros de profundidad en el Atlántico Norte. Se lanza el vídeo juego Super Mario y Microsoft pone en el mercado el sistema Windows.Y se siguen realizando pruebas y detonaciones atómicas. Año muy convulso… como todos.

 

En 1985 tuvieron lugar grandísimos eventos como el Rock in Río, con ocho bandas de alcance mundial, desde AC DC hasta Queen, además de algunas brasileñas. También se grabó el ‘We are the world’ por parte del ‘grupo’ Usa For Africa, compuesto por Ray Charles, Bob Dylan, Michael Jackson, Paul Simon, Springsteen, Tina Turner, Lionel Ritchie…, hasta 24 grandes de la música de EEUU; el tema, escrito por Jackson y Ritchie, fue un gran éxito mundial bajo la dirección de Quincy Jones.

 

Otro enorme acontecimiento tuvo lugar el 13 de julio de 1985: uno de los festivales más grandes y recordados de la historia del rock, el Live Aid (desde entonces ese es el Día mundial del rock), con escenarios en Londres y Filadelfia, y retransmitido vía satélite a todo el mundo. La interminable lista de artistas que colaboraron en este proyecto solidario de Bob Geldof incluyó a Queen, U 2, Dire Straits, Bowie, The Who, Elton John, McCartney…, y en EEUU Crosby Stills & Nash, Judas Priest, Beach Boys, Simple Minds, Santana… Gran éxito y gran recaudación para paliar el hambre en África.

 

Aquel fue el año en que David Bowie se convirtió en el primer músico en tener todo su catálogo en formato CD (que parecía destinado a quedarse pero pronto quedó obsoleto). Y el ‘Brothers in arms’ de Dire Straits fue el primer disco de la historia grabado íntegramente con tecnología digital, sin cintas magnéticas.

 

Michael Jackson se anticipa a Paul McCartney y compra los derechos de las canciones de Beatles; Paul se llevó un enorme cabreo y se enfadó con Jackson para los restos, despotricando de él en cuanto tenía ocasión, pues se sintió “engañado y estafado”. La sociedad de radiodifusión de Sudáfrica censura y prohíbe la música de Stevie Wonder porque éste dedicó el premio Óscar, ganado el día anterior, a Nelson Mandela; y es que en Sudáfrica hubo hasta 1992 segregación racial, racismo legal.

 

En diciembre dos fans de Judas Priest se disparan en la cabeza intentando suicidarse (uno lo consiguió, el otro quedó hecho polvo) porque, decían, en el disco había mensajes que así lo sugerían. El año siguiente se celebró el juicio, en el que la banda quedó exonerada; sus miembros dijeron que si fueran capaces de meter mensajes subliminales que obligaran a algo al público serían del tipo “comprad nuestros discos y venid a nuestros conciertos; jamás pediríamos a nuestros fans que se mataran; eso es estúpido”.

 

Entre los grandes discos publicados en 1985 (que los hubo, aunque el rock ya no era lo mismo) pueden destacarse el ‘First & last & always’ de Sisters of Mercy, una de las cumbres del rock gótico. El magnífico ‘Low life’ de New Order, que incluía piezas insuperables como ‘Love vigilants’, ‘Perfect kiss’ o la irresistible ‘Subculture’. El inolvidable  ‘Brothers in arms’ de Dire Straits, que sigue sonando igual de intenso. El injustamente olvidado ‘Phantasmagoria’ de The Damned, cargado de atractivo gótico y que en algunas versiones incluyó una particular versión del ‘Eloise’ de Barry Ryan (original de 1968). Imposible no incluir el ‘The head od the door’ de The Cure, con esa mezcla de post punk, new wave e incluso matices góticos, y con canciones tan brillantes como ‘The blood’, ‘In between days’ o ‘Close to me’. The Cult lanzaron ‘Love’, que merece ser recordado como muestra del rock más duro de los ochenta sin perder ese toque de la época, con piezas tan poderosas como ‘Rain’ y sobre todo ‘She sells sanctuary’. The Jesus & Mary Chain dejaron a todo el mundo de piedra con su ruidosísimo, aunque atractivo, ‘Psychocandy’.

 

Ese año también dejó algunos singles que nunca han dejado los altavoces. ‘The whole of the moon’ de The Waterboys, apasionante combinación de guitarras, violines, trompetas y otros instrumentos de viento; un tema deslumbrante. La elegante ‘The killing moon’ y la enigmática ‘Silver’ de Echo & the Bunnymen. Con un sonido verdaderamente explosivo salió ‘Machinery’ de los alemanes Propaganda, canción que sonó y llenó pistas en toda Europa con su tono apoteósico. Los noruegos ‘A-ha’ consiguieron un bombazo mundial que aun hoy sigue resonando, ‘Take on me’. David Bowie y Mick Jagger volvieron (por enésima vez) a lo alto de las listas, esta vez al revistar a dúo el ‘Dancing in the street’ (de Martha & the Vandellas, de 1964). ‘Don´t you forget about me’ de los Simple Minds, que no ha perdido chispa ni encanto. ¿Quién puede resistirse al ritmo de ‘Fresh’ de Kool & the Gang por más que hayan pasado 40 años? Aplastante y con un ritmo y ambiente únicos, ‘Love like blood’ de Killing Joke sigue impresionando. Típico de los ochenta es el ‘Shout’ de los Tears For Fears, aun con magia. Siempre que sale ‘Duffman’ en Los Simpsons suena el ‘Oh yeah’ de Yello.

 

En España hay que destacar canciones como la irreverente ‘Devuélveme a mi chica’ de Hombres G;  la no menos chula ‘Bailaré sobre tu tumba’ de Siniestro Total; la antibelicista ‘Querida Milagros’ de El Último de la Fila; el siempre combativo Rosendo con su ‘Agradecido’; ‘Olaf el vikingo’ de los ‘ramones de Algete’, o sea, Los Nikis; la cargada de ritmo e intención ‘Ni tú ni nadie’ de Alaska y Dinarama; la inolvidable ‘Cuatro rosas’ de Gabinete Caligari; la evocadora ‘No mires a los ojos de la gente’ de Golpes Bajos; los leoneses Los Cardiacos sacaron un maxi con dos canciones muy recomendables, las excelentes ‘La costa oeste’ y ‘Silencio en el dial’.

 

Sí, el 85 del siglo pasado aún dejó piezas y momentos inolvidables.

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 12 de noviembre de 2025

‘MI FE SE PERDIO EN MOSCÚ’, EL LIBRO QUE CUENTA LA EXPERIENCIA Y DESENGAÑO DE UN COMUNISTA ESPAÑOL

 


Enrique Castro Delgado, autor de 'Mi fe se perdió en Moscú', libro donde muestra su desencanto y decepción al conocer de primera mano el 'paraíso socialista'

 


José Diaz y Dolores Ibarruri, que se convirtió en secretaria del PCE

 tras el suicidio de Díaz

En marzo de 1985 llegó a Secretario General del Partido Comunista de la URSS Mijail Gorbachov, con lo que se inició el proceso de demolición del país del comunismo; la escenificación del colapso se produjo el 9 de noviembre de 1989 con la caída del Muro de Berlín.  El dirigente comunista Enrique Castro Delgado se exilió al acabar la Guerra Civil Española y llegó a Moscú el mismo 1939. Caído en desgracia, consiguió huir a México, donde escribió en 1964 el revelador libro ‘Mi fe se perdió en Moscú’

 

La primera parte del libro se titula ‘Mi llegada al país de la felicidad’. Al principio dice eufórico: “Ya estoy en Moscú. El mundo capitalista queda allá con su miseria y su explotación. He salido de un infierno. Ahora estoy en el país del socialismo, donde todos somos iguales. Mis sueños se han convertido en realidad. Ayer todo lo veía a través de los libros y revistas; desde hoy lo veré a través de los hombres y las cosas” (pág. 13).

 

Poco a poco va viendo por sí mismo. “También aquí existe el principio religioso de pecar y hacer penitencia (…) pero no se admite pecar, hacer penitencia y volver a pecar. Aquí la penitencia empieza y nunca termina… Y para no tener que hacer una penitencia que se transmite de padres a hijos, lo mejor es no pecar nunca (…). Es fácil: decir que el mundo capitalista es un infierno, que Stalin no se equivoca nunca y aplaudir siempre que en se pronuncia su nombre; creerse las estadísticas, la democracia y el bienestar soviético… Es una ley general. Y quien la cumple sube y sube y sube. Y quien no la cumple baja y baja y baja (69). “Me habían hablado de muchas cosas (…). El socialismo no es sólo la eliminación de las clases. Debe ser el bienestar de los hombres (…). Pero el bienestar sólo ha llegado a unos cuantos (…): a los funcionarios del Partido, a los del Gobierno, a los de los sindicatos, a los miembros del ejército y de la NKVD” (96).

 

Miembros españoles de la Komintern visitan a sus compatriotas que trabajan en las fábricas de Jarkohv, Krematorsk y Vorochilogrado: “¿A qué obedecerá que la mayoría de directores de fábricas, altos funcionarios del gobierno, del partido, de los sindicatos y generales del ejército estén tan excesivamente gordos? (99). En la fábrica de Krematorsk (donde viven y trabajan cientos de españoles) de catorce niños que nacieron en un año sólo quedan vivos dos. Ambos son un estudio anatómico. ¿Cómo es que han muerto tantos? ‘Con nuestro salario (responden) no podíamos pagar la ‘casa cuna’, donde reciben la leche necesaria para que nuestros niños vivan’ (101). Hemos hablado con el director de la fábrica… Que trabajen más y ganarán más (dijo)” (102).

 

El autor describe a los obreros como harapientos, famélicos, encorvados, cansados y tristísimos en varias ocasiones. E insiste en que nadie, ni el gobierno, ni los sindicatos, ni los directores de las fábricas, ni los delegados del Socorro Rojo hacen nada de nada. Como mucho redactan informes que se van pasando unos a otros sin que nada cambie para los desdichados españoles que se creyeron que emigraban al “país de la felicidad, al país del socialismo”. Dicen los funcionarios del gobierno, de los sindicatos, de Socorro Rojo…: “No tenemos ropa de invierno que darles. Las peticiones de ayuda económica debe aprobarlas el Comité Ejecutivo. Estamos estudiando la situación y la forma de solucionarla. El Socorro Rojo no puede dar dinero siempre…” (105). “Nuestros compatriotas tratan de mantener a sus familias (…), tuberculosis, mortandad, perdida la esperanza después de haberla perdido en otros… (…) ¿Qué piensan de la URSS, del régimen soviético, del socialismo? (…) Se limitan a pensar en la hora de regresar a España… a esa España de la que se habla poco y se quiere más que nunca” (106).      

 

El secretario del PC de España, José Díaz, va a exponer su informe sobre la situación política y económica de España ante los integrantes de la Komintern, es decir, de la Internacional Comunista, el órgano que agrupa en Moscú a todos los representantes comunistas de los países donde el comunismo fue derrotado y expulsado: Alemania, Italia, Checoslovaquia, Ucrania, Polonia, Francia , Hungría, Bulgaria, España…; los jefes son el ucraniano Dimitri Manuilski y el búlgaro Gueorgui Dimitrov, que son los que mandan e informan al Kremlin y a la NKVD (policía política). Díaz lee su informe. Cuando terminan los traductores pregunta si alguien quiere decir algo. Dolores Ibarruri se levanta, mira su cuaderno de notas en el que no hay escrita ni una palabra y dice: “Estoy totalmente conforme con lo expuesto por el camarada Díaz (…) refleja la situación real, política y económica de nuestra patria”. Jesús Hernández (otro dirigente del PCE) discrepa: “No estoy conforme (…) los datos son muy dudosos (…) lo que se dice sobre la crisis del fascismo español (…) es una fantasía”. Los jefes Manuilski y Dimitrov asienten a lo dicho por Hernández. Ibarruri los ve, vacila y se vuelve a levantar para decir: “Estoy de acuerdo con Hernández, si antes me expresé de otra manera fue por no contradecir al camarada Díaz”. Todos los presentes quedan perplejos ante el cambio radical de opinión de ‘Pasionaria’. José Díaz vuelve a tomar la palabra dirigiéndose a Ibarruri: “¿Por qué no has dicho esto en tu primera intervención o en mi despacho cuando antes te leí mi informe y te pedí tu opinión?” (88-89). Esta situación deja en evidencia que llevar la contraria a los jefes puede acarrear trágicas consecuencias y, por tanto, más vale decir lo que sea para mostrarse de acuerdo con ellos; y que Ibarruri estaba muy pendiente de los jefes para estar de acuerdo con ellos aun cuando acabara de decir lo contrario.

 

Cuando ya ha comenzado la II Guerra Mundial. En Moscú un grupo de gente habla en la calle. Se acercan uniformados con pistola y preguntan: “¿De qué hablan camaradas? De la guerra, camarada (contestan). ¿Y qué decían? Silencio. ¿Qué decían? Que la situación es grave, camarada. ¿Quién decía eso? Yo camarada… Un hombre muerto en el suelo, y en el suelo un charco de sangre… Al poco, la sirena de una ambulancia” (189).

 

En la página 330, Enrique Castro Delgado, que ya ha caído en desgracia ante los delegados españoles de la Komintern (encabezados ya por ‘Pasionaria’) explica que le han ofrecido redimirse trabajando de obrero en una fábrica: “14 horas de trabajo; tres platos diarios de agua caliente con algunos trozos de berzas; ritmos de trabajo que hacen pensar que Ford y Citroën eran buenas personas (…); 10 rublos diarios de jornal; 30 por ciento de descuentos por diferentes conceptos; vigilancia odiosa de seis ojos entrenados para ver qué pasa e interpretarlo: los del secretario del Partido, los del secretario del sindicato y los de la NKVD…, que te pueden acusar de producción escasa y sabotaje (…) y teniendo que responder siempre que soy un ciudadano del país de la felicidad”. Varias veces Castro Delgado y su mujer, Esperanza, repiten: “El socialismo es un inmenso campo de concentración”.

 

Pequeñísimo extracto del muy recomendable y revelador ‘Mi fe se perdió en Moscú’, libro que explica cómo era la vida en el país del socialismo, donde no había clases sociales y todo era felicidad. Contado de primerísima mano por uno que en 1939 llegó convencido de la perfección del comunismo.

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 5 de noviembre de 2025

BILL WYMAN HABLA DE BRIAN JONES Y LOS ROLLING STONES, HENDRIX, KEITH MOON, THE BEATLES

 


Bill Wyman con Keith Moon, de The Who, de quien decía que era capaz de 
las mayores locuras


Bill Wyman y Ringo Starr siempre fueron muy buenos amigos

 

Es bastante habitual que, cuando los músicos de rock cumplen años, muchos años, se suelten la lengua y cuenten recuerdos, anécdotas y chascarrillos variados de sus colegas. Durante sus treinta años con los Rolling Stones, Bill Wyman se cruzó con innumerables iconos musicales y acumuló un sinfín de historietas memorables con figuras como Hendrix, Keith Moon, Beatles…

 

Bill Wyman dejó su grupo de siempre 1993, pero se mantuvo activo en la música con su proyecto personal Bill Wyman's Rhythm Kings, banda que fundó en 1997. De todos modos, sus tres décadas como bajista de los Stones dieron para mucho, tanto en lo artístico como en lo personal, y dejaron en su memoria infinidad de situaciones compartidas con otros músicos legendarios.

 

Contó hace unos años: “Vi por primera vez a Jimi Hendrix en un club de Queens, Nueva York, en 1966, cuando era conocido como Jimmy James. Hacía cosas que la gente normal no hacía, aunque se sabía que ya se habían hecho antes: tocar la guitarra en la nuca o con los dientes. Jimi era un buen tipo y todos los Stones se llevaban muy bien con él. Cuando volvimos de Estados Unidos me encontré con The Animals en un club de Londres. El bajista Chas Chandler me dijo que se iban a EEUU a tocar, y entonces le recomendé que, si iban a Nueva York, fueran a ver a un tal Hendrix, un guitarrista fantástico. Me hizo caso, lo conoció, lo contrató y lo trajo a tocar a Londres. Fui de los primeros en verlo en el The Bromel Club en 1967. Había muy poco público, pero dio igual, roció su guitarra con gasolina y le prendió fuego”.

 

Sobre sus compis: “Siempre que los Stones salíamos de gira Brian y yo compartíamos habitación. Podía ser muy dulce y encantador, era más inteligente que cualquiera de los demás y se expresaba con mucha claridad. Pero a veces también podía ser un pequeño cabroncete. Tenía un lado malvado, que es por el que mucha gente lo recuerda. Un día se fue con mi  novia y, esa misma noche en la habitación, lo perdonabas porque ponía esa sonrisita inocente y angelical: «Lo siento, tío, decía, no era mi intención». Así que lo amabas y lo odiabas a la vez. Siempre he hablado bien de él porque fue el creador de los Rolling Stones. Me da igual lo que digan de Mick y Keith o lo que ellos digan, pero si no hubiera sido por Brian probablemente habrían tenido una banda diferente en Dartford, allá en el campo donde vivían. No eran londinenses aunque Mick siempre intenta imitar el acento cockney, algo que, la verdad, no se merece. Los únicos de clase trabajadora en los Stones éramos Charlie y yo. Cuando dejé los Stones, tardé unos meses en reconstruir mi relación con ellos. Fue bastante estresante, pues no querían que me fuera. Así que se pusieron muy desagradables. En vez de ser amables y decir: «¡Han sido 30 años geniales! ¡Un saludo, colega!», Mick decía las cosas más absurdas y estúpidas con esa actitud de niño mimado que tenía, como: «Bueno, si alguien tiene que tocar el bajo, lo hago yo. No puede ser tan difícil». Y Keith: «Nadie deja esta banda a menos que esté en un ataúd». Pero hay que entenderlos y, al fin y al cabo, compartimos mucho durante mucho tiempo”.

 

Raro es el músico de aquella época que no cuenta algo de Keith Moon: “Solía ​​quedarme mucho en casa de Moonie. Era un tipo estupendo pero ¡madre mía!, cómo se pasaba con la bebida. El médico venía y le recetaba un montón de cosas, y tres días después Keith se las había tomado todas. Había Valium 10, pastillas para dormir, estimulantes, anfetaminas..., y él lo tomaba todo sin parar. Y por las mañanas, champán con brandy. Yo lo miraba incrédulo. Una vez, mientras me preparaba una taza de té por la mañana, bajó su encantadora novia sueca (Annette Walter-Lax); yo los había oído discutir arriba y ella bajó se me presentó con arañazos ensangrentados a ambos lados de la cara. Le pregunté: «Annette, ¿qué ha pasado?». Y ella respondió: «Oh, nada. Keith me tiró el gato»… Hacía las cosas más descabelladas. Si quedaba conmigo y con Ringo en Tramp, llegaba vestido de cazador de pies a cabeza. Había alquilado todo el equipo necesario para la caza del zorro: sombrero, abrigo, fusta, pantalones de montar. Una vez le compró un cementerio en el suroeste de Inglaterra como regalo de cumpleaños a John Entwistle, bajista de The Who”.

 

También tiene cosas que contar de Beatles: “Solía ​​ver a John Lennon bastante a menudo en Estados Unidos; nos encantaba sentarnos y charlar. Recuerdo que una vez, en Los Ángeles, me dijo: «Me encantaría ir de gira contigo y con Charlie como sección rítmica algún día». Pero, claro, nunca sucedió. También pasaba mucho tiempo con Paul McCartney; de hecho, le regalé un montón de recuerdos de los Beatles que nunca habían tenido, como películas de ellos tocando en el Shea Stadium en1965 u otra de ellos tocando en Washington en febrero de 1964, que fue el primer concierto que dieron en Estados Unidos. Luego le di a Ringo un montón de cosas del cómico Tony Hancock. De todos ellos era con Ringo con quien tenía una relación más cercana. Lo veía mucho en los 70, cuando él vivía en Montecarlo y yo en el sur de Francia. Íbamos a discotecas, bebíamos, íbamos a Montecarlo, cenábamos…, luego venía a mi casa y veíamos videoclips. Eran buenos tiempos. Todavía lo veo de vez en cuando. George Harrison tocó en uno de los discos de Rhythm Kings (grupo en solitario de Wyman) justo antes de morir, el ‘Double Bill’, de 2001. Lo llamé y le dije: «¿Puedes grabar una parte de guitarra en este tema?». Me respondió: «¿Para qué me llamas? Tienes a dos de los mejores guitarristas del mundo en tu banda: Albert Lee y Martin Taylor. ¿Para qué me quieres?, yo sólo sé tocar  una nota». Y le dije: «George, esa es la nota que quiero”. Entonces me dijo: «De acuerdo. Envíame la cinta». Y así lo hice. Su parte de guitarra fue genial. Después me escribió una carta preciosa agradeciéndome que le hubiera pedido que lo hiciera. La firmó como ‘Bert Weedon’ (¿)”.

 

Pocos pueden contar batallitas así con tipos así.

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 29 de octubre de 2025

LA MASACRE DEL BARCO NEGRERO ZONG, OTRA MUESTRA DE LA HABILIDAD DE INGLATERRA PARA OCULTAR SUS ATROCIDADES

 


El capitán y la tripulación del barco negrero inglés Zong arrojaron al mar a 142 esclavos como si fueran carga para cobrar el seguro

 

La capacidad de manipulación de la Historia que muestra Inglaterra no tiene par. Siempre han sido maestros de la mentira y la falsificación de los hechos, auténticos catedráticos a la hora de ver la paja en el ojo ajeno. Un buen ejemplo es la facilidad con que señalan las culpas y crímenes de los demás a la vez que ocultan las vergüenzas y crueldades propias. Una evidencia es la terrorífica matanza del barco negrero inglés Zong, en noviembre de 1781 

 

Aquello fue una prueba incontestable de la crueldad y racismo de la sociedad británica en la que contribuyeron los capitanes y marinos, la compañía aseguradora, los tribunales y, en fin, el gobierno, las leyes y la sociedad de Inglaterra. Es curioso ver cuántos ‘hispanistas’ anglosajones publican libros en los que acusan a cierto país del sur de Europa, católico y mediterráneo, a la vez que dejan de hablar de las infinitas monstruosidades y salvajadas que ‘adornan’ la historia de la Gran Bretaña: Beevor, Payne, Preston, Gibson, Lawrence, Brennan, Kamen…, la lista es kilométrica.

 

Lo sorprendente es que todos estos historiadores (propagandistas, en realidad) jamás publican libros, investigaciones o estudios historiográficos sobre las masacres perpetradas por, por ejemplo, Enrique VIII (no ya las decapitaciones de esposas sino las matanzas de miles de católicos para apropiarse de sus posesiones), ni de cómo los anglosajones exterminaron de modo sistemático y subvencionado a todos los indios de lo que hoy es EEUU y Canadá y de cómo establecieron allí la discriminación racial y la esclavitud hasta bien entrado el siglo XX; nunca han tenido interés en escribir sobre cómo esclavizaron y casi aniquilaron a los aborígenes australianos, o de cómo Inglaterra (en comandita con Holanda, otro que tal baila) fundaron un estado racista por ley en Sudáfrica o de cómo provocaron las Guerras del Opio para obtener pingües beneficios sin pagar… o, en fin, imposible citar todo, cómo el insigne Winston Churchill condenó a muerte por hambre, a sabiendas, a tres millones de personas en la India. Es más fácil escribir de lo malos que fueron otros y, así, desviar la atención sobre los propios cadáveres en el armario.

 

Un caso de evidente manipulación y ocultación de la Historia es la matanza producida en el barco negrero inglés Zong y el posterior ‘juicio’. En pocas palabras, en noviembre de 1781, el capitán y los tripulantes de aquel barco decidieron echar al mar a 142 esclavos africanos para cobrar el seguro. Lo malo es que aquel acto criminal tuvo una segunda parte peor, mucho peor, ya que la legislación vigente en Inglaterra amparó tan atroz asesinato múltiple.

 

El Zong era un barco propiedad de un consorcio de comerciantes de Liverpool que se dedicaba exclusivamente a la captura y venta de africanos. En noviembre de 1781 navegaba rumbo a Jamaica desde África occidental con un ‘cargamento’ de 442 desdichados (hombres, mujeres y niños), más del doble de la capacidad del barco, lo que quiere decir que irían hacinados, sin aire,   casi sin comida ni agua, amontonados sin salir de la bodega en toda la travesía. Por la razón que sea, al avistar Jamaica creyeron que era la isla La Española y continuaron viaje; para cuando se dieron cuenta del error ya estaban a cientos de kilómetros. Debido a las terribles condiciones en que iban ya habían muerto más de sesenta africanos, de modo que pensaron que lo mejor era arrojar a la mitad de los que quedaban para así poder cobrar el seguro, ya que si morían en la costa o en el viaje por ‘muerte natural’ (como esos sesenta), no podrían exigir compensación a la compañía aseguradora. El caso es que lanzaron al mar Caribe 142 personas que, lógicamente, perecieron ahogadas (cuentan las crónicas que uno consiguió volver al barco).

 

Cuando volvieron a Inglaterra reclamaron a la aseguradora, pero ésta se negó a pagar, de modo que se llevó a cabo un juicio; lo asombroso es que el juicio no fue por asesinato, no fue por la muerte de aquellos africanos ni por la horrible crueldad de lanzarlos al mar como si fueran lastre, sino por una cuestión económica: si procedía o no que la aseguradora pagara por la pérdida de ‘carga’. El capitán y los oficiales del Zong se justificaron asegurando que el agua escaseaba y que, para salvar el resto del ‘cargamento’, no hubo más remedio que lanzar parte del mismo al mar, como si fuera mercancía. Sin embargo, la aseguradora demostró que al llegar finalmente a su destino llevaban los depósitos de agua a rebosar, y por tanto no había ‘necesidad’ de tirar al agua a los africanos, por lo que no procedía pagar. Los marineros aseguraron que eso se debía a que el día antes de atracar se había desatado una tormenta y por eso las tinajas estaban llenas. Pero luego se supo (por los diarios de otros barcos), que la tormenta había sido antes del 29 de noviembre, el día en que se produjo la masacre. En definitiva, tanto los mandos como la marinería se pusieron de acuerdo para deshacerse de la carga humana exclusivamente para cobrar el seguro; como cabía esperar, el cuaderno de bitácora del Zong había desaparecido misteriosamente.

 

En el primer juicio se falló a favor de los propietarios del barco, pero la aseguradora apeló y hubo un segundo juicio. En éste, el juez determinó que “arrojar los esclavos era exactamente lo mismo que arrojar caballos por la borda (sic) lo importante es si había o no necesidad de arrojarlos al agua para salvar el resto de la carga”. Tras la insistencia de la aseguradora, los propietarios dijeron que “los esclavos perecieron como una carga de bienes materiales para salvar el bien mayor del barco”. Este modo de pensar, aun en 1781, sólo podía tener lugar en un país donde el racismo estuviera tan arraigado que contaba con el amparo de la ley: Inglaterra. Cuando se demostró que en el barco había agua más que suficiente, los jueces dictaminaron a favor de la aseguradora y en contra de los propietarios del barco, y los asesinos no cobraron. Pero nunca se planteó un juicio contra el capitán y los marineros por asesinato; sólo un antiesclavista, Granville Sharp, intentó que se tuviera en cuenta la acusación por asesinato, pero no tuvo el menor éxito.

 

Peor que el atroz asesinato fue el hecho de que la ley inglesa de aquella época (1781) considerara a las personas como simple ‘carga’ sacrificable para salvar el resto de los ‘fardos’. Si tamañas salvajadas se hubieran producido en un navío y tribunal españoles, ¡cuánto lo hubieran cacareado los ingleses!

 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 22 de octubre de 2025

40 AÑOS DEL ESTRENO DE ‘REGRESO AL FUTURO’: EL ‘INICIO’ DEL ROCK & ROLL Y OTROS GUIÑOS AL GÉNERO

 


No podía faltar el imitado 'paso del pato' en el homenaje a Chuck Berry

 


Está claro a quién imitaba Marty al tocar detrás de su cabeza. Es una de las muchísimas referencias de la película al rock & roll y a algunos de sus grandes guitarristas

A quienes vieron la película ‘Regreso al futuro’ cuando se estrenó en España, a finales de 1985, les parecerá casi imposible que hayan pasado ya cuarenta años. Todas las escenas resultan tan familiares y parecen tan presentes… Los amantes del rock & roll jamás olvidarán la interpretación que Marty McFly hizo del ‘Johnny B. Goode’ de Chuck Berry y las locuras que ejecutó en el escenario, e incluso puede que identifiquen algunas de aquellas locuras  

 

Aquella escena, aquellas palabras (“Supongo que no están preparados para esto, pero les encantará a sus hijos”), aquella demoledora interpretación… no sorprendió al público de 1985, de hecho, director, productor y guionista sabían que contarían con la complicidad de cualquier espectador en cualquier parte del mundo. Han pasado nada menos que cuarenta años y, seguro, no habrá ningún interesado en el negocio del rock & roll que no recuerde la escena palabra por palabra, gesto por gesto, locuras, saltos, solos…

 

El rock está presente desde el principio de la peli; Marty se presenta con su grupo a un concurso del colegio. En éste empiezan a tocar el comienzo del tema ‘The power of love’, de Huey Lewis & The News, pero el presidente del jurado apenas les permite tocar unos segundos, los interrumpe y les dice que es suficiente, que son demasiado ruidosos. Lo mejor de la escena es que ese tipo de gafotas que, megáfono en mano, les dice que quedan eliminados es… ¡el propio Huey Lewis! (Al parecer, algo así le pasó a Huey Lewis cuando, de joven, se presentó a un concurso).

 

Es sólo una de las múltiples referencias, alusiones e insinuaciones que la inolvidable película dedica al rock & roll. La banda sonora está llena de canciones: El ‘Time bomb town’ de Lindsey Buckingham (Fleetwood Mac) que suena en la radio de Marty antes de que lo llame Doc. ‘Heaven is one step away’ de Eric Clapton que se escucha cuando se topa con el vagabundo ebrio que dice ‘otro conductor borracho’. El ‘Mister Sandman’ de The Four Aces que se oye cuando Marty llega a su ciudad, Hill Valley, en 1955. La ‘Balada de Davy Crockett’ de Fess Parker, cuando entra por primera vez  en el Café de Lou. ‘Wallflower’, de Etta James, se escucha en el jukebox del Café de Lou mientras se ve a unos chicos bailando… Además del ‘Earth angel’ que toca ‘Marvin Berry & the Starlighters’ durante el ‘Baile del encantamiento bajo el mar’ que es, en realidad, un tema de The Penguins de 1954…    

 

Pero el cenit del rock & roll es el ‘Johnny B. Goode’ que se marca Marty añadiendo unas cuantas referencias a grandes guitarristas que, seguro, muchos identificaron en su momento o en alguna de las infinitas reposiciones que han puesto por televisión. El más honrado es, claro, Chuck Berry, a quien su primo Marvin, por teléfono, le hace escuchar “ese nuevo sonido que has estado buscando”; y no puede olvidarse su imitadísimo ‘paso del pato’. A nadie se le escapa que eso de tocar la guitarra detrás de la cabeza es exclusivo de Jimi Hendrix. Como tampoco que lo de arrodillarse mientras se hace el solo fue típico del más joven Jimmy Page. Lo de saltar desde un altavoz, tocar moviendo la mano derecha como un molino y tirar equipo fueron características del más salvaje Pete Townshend. El solo paseando los dedos sobre el mástil sin que la púa entre en acción recuerda mucho a Van Halen. Y lo de extasiarse con un agudo estratosférico poniendo cara de majareta con los ojos cerrados es…, ¡de tantos guitarristas heavy!

 

Irónicamente, esa icónica escena que tanto se recuerda es absolutamente intrascendente para la trama de la película, es decir, si fuera suprimida, el argumento no se vería afectado ni mínimamente.

 

Cuatro décadas han pasado desde que todo el mundo ‘vio’ por sí mismo cómo ‘nació’ el rock & roll. ¡Quién pudiera volver a 1985 y revivir aquel maravilloso estreno, aquel momento inolvidable!

 

CARLOS DEL RIEGO

 

 

miércoles, 15 de octubre de 2025

¿POR QUÉ EL GOBIERNO FRANCÉS CENSURÓ UNA NOVELA DE JULIO VERNE?

 


Piel curtida de una víctima de La Vendée, a tanto llegaron los ejércitos de la Revolución Francesa. Museo de Nantes 

 


Grabado de P R Ranssonnette titulado Masacres de la Vendée

Hace 150 años, en 1875, se publicó en España la única novela censurada de Julio Verne. Se trata de ‘El conde de Chanteleine’, que había sido editada por entregas en Francia en 1864 y que el autor de ‘La vuelta al mundo en 80 días’ quiso lanzar como novela en un volumen único en 1879. Sin embargo, su editor, apoyado por el gobierno francés, la censuró, la enterró hasta que en 1971 fue finalmente publicada en Francia. ¿Verne censurado?, ¿por qué?

 

La respuesta es sencilla: el gobierno de la ‘tolerante’ Francia, la de la libertad, igualdad y fraternidad, no soportaba que el famoso escritor denunciara y sacara a la luz en esa novela las atrocidades cometidas menos de cien años antes por el ejército surgido de la  Revolución Francesa de 1789 contra los habitantes de la región de la Vendée, quienes no se plegaron a la tiranía de los gobernantes, generales y soldados de la recién impuesta República. En esa narración, la única de carácter histórico que escribió el que ya había asombrado al mundo con títulos inmortales como ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’ o ‘La isla misteriosa’, deja bien a las claras que el lema es cien por cien falso: no hubo libertad, hubo tiranía, no hubo igualdad, hubo discriminación, no hubo fraternidad, hubo odio.

 

Las barbaridades, degollinas, masacres y matanzas ordenadas por los políticos y generales y ejecutadas por los soldados del ejército republicano contra los habitantes de La Vendée impulsaron al genial escritor. Pero, ¿qué ocurrió en ese territorio de Francia entre 1793 y 1795? Los sanguinarios líderes de la Revolución no pudieron soportar que aquel territorio francés deseara seguir siendo creyentes y se obstinara en no aceptar las imposiciones anticatólicas republicanas. No hay que olvidar que los católicos fueron perseguidos con saña (torturas y asesinatos) en toda la Francia de la ‘libertad’: se persiguieron a los curas que no se plegaron a los deseos de la ‘igualitaria’ república, se suprimieron las órdenes religiosas, se confiscaron todas las propiedades de la Iglesia, se profanaron iglesias y robaron todo lo que de valor se encontró, se prohibieron las cruces en las tumbas… en todo el territorio de la ‘fraternal’ República Francesa.  

 

Los propios autores galos lo cuentan. Se formaron las ‘Doce columnas infernales’ para acabar con cualquier habitante de La Vendée que no se plegara a los deseos de la ‘libertad’ recién impuesta. “Entramos en territorio insurrecto. Os ordeno entregar a las llamas todo lo que pueda ser quemado y pasar por la bayoneta todo habitante que encontréis a vuestro paso”, dijo el general Louis Grigñon según los historiadores Nicolas Delahaye y Pierre Marie Gaborit. Grignon (jefe de la ‘Segunda columna infernal’) siguió al pie de la letra la orden del general en jefe Louis Marie Turreau: “Masacrar, fusilar e incendiar a todas las personas y pueblos que la columna encuentre a su paso”, afirma Reynald Secher en libros como ‘Del genocidio al memoricidio’.

 

El Ministro de Guerra, Lazare Carnot ordenó, y así consta escrito: “Es necesario masacrar a las mujeres para que no produzcan niños y a los niños porque serían los futuros rebeldes”. En 1794-95 miles y miles de franceses fueron masacrados en La Vendée en aras de la ‘libertad republicana’.

 

El general François Rouyer aseguró: “Fusilamos a todo el que cae en nuestras manos, prisioneros, enfermos y heridos en los hospitales”. Según Antoine Boulant, que cita a un oficial de la policía aterrorizado por la barbarie del general Françoise P.J. Amey: “Cuando los hornos están calientes Amey mete en ellos a mujeres y niños, y cuando les hemos afeado sus odiosas acciones nos han dicho que así es como la República cuece su pan. Los gritos de las mujeres divertían tanto a los soldados que, cuando todas estaban muertas, fueron a por las esposas de los republicanos, a por las mujeres de los patriotas, y las sometieron a tan terrible suplicio… sólo para divertirse. Cuando hemos querido imponer nuestra autoridad nos han amenazado con la misma suerte”.

 

Un cirujano llamado Thomas escribió: “He visto quemar vivos a hombres y mujeres. He visto cómo 150 soldados apaleaban y violaban mujeres, incluyendo niñas de 14 y 15 años, matarlas a continuación y después lanzarse de bayoneta en bayoneta a los niños de meses o pocos años que quedaban al lado de su madres” (cuenta Auguste Billaud). Según este autor, en enero de 1794 el general Josef Crouzart (jefe de otra de las ‘columnas infernales’) ordenó enterrar vivos a 30 niños y dos mujeres, y acto seguido fusiló a 200 hombres. Uno de los soldados al mando de esta bestia francesa cuenta, con todo lujo de detalles cómo el 5 de abril de 1794 quemaron a 150 mujeres para fabricar jabón (explica el historiador Félix Deniau)…

  

La enumeración de las atrocidades ordenadas por los políticos revolucionarios y cometidas por los generales, oficiales y soldados del ejército revolucionario francés (lo mencionado es sólo una muestra) se equipara fácilmente a las de los mismísimos nazis, aunque con un siglo y medio de adelanto. Y todo en nombre de una República que pregonaba a grandes voces que “todos los hombres son libres, iguales y hermanos”. En total se estima que fueron asesinadas en torno a 120.000 personas en aquel territorio francés (aunque hay autores que sitúan la cifra en más del doble). Comparado con esas cantidades, los entre 15.000 y 30.000 guillotinados en París parecen cosa de poco para una República Francesa recién instituida en torno al lema ‘libertad, igualdad, fraternidad’, que en realidad fue tiránica, discriminatoria, abominable.

 

La novela ‘El conde de Chanteleine’ de Julio Verne trata de todo esto, de esta interminable y vomitiva serie de barbaridades y monstruosidades (curtieron piel humana y la exhibieron sin pudor). Por ello el editor de Verne (chauvinista hasta la médula), apoyado, impulsado y casi amenazado por el Gobierno Francés enterró esa novela, que en Francia no vio la luz hasta 1971, más de cien años después de escrita. Libertad, igualdad y fraternidad en estado puro.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

(Con información de las obras de Marcelo Gullo)

 

martes, 7 de octubre de 2025

CANCIONES DE THE BEATLES QUE SON, SIN DUDA, PURO ROCK

 


The Beatles también hicieron rock potente, duro, heavy

 

Siempre se los ha tenido por un grupo pop con excelentes melodías, con finísimos arreglos, con ingeniosos cambios de estilo, con talentosas incursiones en campos tan opuestos como la psicodelia o la clásica, con continuas innovaciones (temáticas, portadas, inclusión de las letras)…, todo ello es cierto, pero también es de justicia añadir que The Beatles son también una potente banda de rock. No hay más que revisar algunos de sus títulos más duros

 

¿Quién se atreve a decir que The Beatles no fueron, también, un grupo de rock sólido, potente, cañero y guitarrero? En su larga discografía hay docenas de piezas de lo más rockero. Quien conozca a la banda de Liverpool coincidirá con David Gilmour cuando dijo: “The Beatles no fueron un grupo, sino un milagro”.

 

La primera muestra de la capacidad de la banda para fabricar rock & roll en estado puro puede situarse en 1963, cuando publicaron la irresistible ‘I saw her standing there’; cierto que tiene mucho de sus referentes, sobre todo de Chuck Berry, pero con personalidad cien por cien Beatle, de hecho, es una de la primeras que hizo el insuperable dúo compositivo Lennon-McCartney (aunque fue éste quien escribió casi todo). La estrenaron en el ‘Cavern club’ en 1961 y en 1964 enloqueció a todo EEUU en el show de tv de Ed Sullivan.

 

Cansado de tirar de temas de otros (‘Long tall sally’, ‘Twist and shout’) como cierre o inicio en vivo, Paul McCartney decidió escribir algo donde pudiera desatar su furia y rivalizar con John Lennon como el Beatle más rockero. “Podía imitar la voz de Little Richard, podía conseguir una voz salvaje, ronca”. Y así se le ocurrió ‘I´m down’ (cara b de ‘Help’, de 1965), una muestra de que también era capaz de lograr sonidos estridentes, gritos a lo Little Richard y ritmo apabullante.

 

Del álbum 'Revolver' (1966), 'Taxman' fue la primera (y única) vez que una canción de George Harrison abre un álbum de los Beatles, pero ¡menuda canción y qué álbum! Mordaz en la letra y potente en la música, cuenta con una gran aportación de Lennon. Arremete contra la hacienda inglesa y, aseguran, marcó el despertar de la generación del baby boom tras la austeridad de la posguerra. El apasionado solo de guitarra es de Paul (lo pidió George Martin) y su poderoso ambiente sigue sonando arrollador aun a día de hoy.

 

Paul intentó con ‘Back in the URSS’ (el tema que abre el ‘Álbum blanco’, en realidad titulado ‘The Beatles’, 1968) que su voz fuera la “voz de Jerry Lee Lewis”. Aseguró que quiso combinar  ‘Back In the USA’ de Berry con ‘California girls’ de los Beach Boys. La canción es rápida, trepidante, mientras irónicamente McCartney idealiza la vida detrás del Telón de Acero en el clima de Guerra Fría. De todos modos, el tema sentó bastante mal en ciertos sectores estadounidenses…, al menos en principio.

 

Otra canción del 'Álbum blanco' que influyó en el hard rock y el heavy metal que vendrían después fue 'Helter skelter'. Escrita tras leer que ‘I can see for miles’ de The Who era la canción más ruidosa y sucia que jamás se había grabado, McCartney decidió asumir el reto y hacer algo tanto o más ruidoso. Cuentan que en el estudio las voces se quebraron y la interpretación se volvió más ‘hard’, sobre todo cuando subieron el volumen a tope. Dicen que el grupo llegó al delirio: una toma llegó a durar 12 minutos y Ringo gritó “Tengo ampollas en los dedos”, lo que indica lo brutal del intento y del tema.

 

Después de todas las protestas contra la guerra de Vietnam en EEUU e Inglaterra, a Lennon le picó el gusanillo de hacer algo verdaderamente revolucionario, y así surgió 'Revolution’. Grabaron dos versiones, una tranquila para el ‘Álbum blanco’ y una mucho más rockera y contundente, muy blues-rock; John la propuso como single para demostrar su compromiso político. A Paul no le gustó una imagen tan polémica, y para la cara b hizo ‘Hey Jude’ , con abundantes gritos distorsionados y un toque de blues sucio.

 

El llamado ‘Álbum blanco’ estaba realmente cargado de rock, como demuestran otros títulos tan densos, tan sólidos como ‘Birthday’ o ‘Everybody´s got something to hide except me an my monkey’.

 

En 1969 salió uno de los mejores discos del cuarteto (¿cuál no lo es?), ‘Abbey road’, en el que aparece la obsesiva y pétrea ‘I want you (she’s so heavy)’, idea de John y tan heavy que dura ocho minutazos a pesar de que sólo repite el título una y otra vez hasta resultar siniestra (y salió meses antes del primero de Black Sabbath). Al final hay una imponente acumulación de guitarras, tan abrupta y discordante que resulta inquietante, claustrofóbica.

 

‘Get back’ surgió de un riff de Paul y aseguran que cuando el teclista Billy Preston apareció en el estudio durante una sesión particularmente estresante, George Harrison aprovechó la oportunidad para sacarlo y así romper el denso e irrespirable ambiente que se había formado. 27 tomas después apareció un magnífico y potentísimo combinado de soul-rock que, en poco tiempo, se convirtió en tema emblemático del grupo y de su último Lp publicado, ‘Let it be’. La presentación definitiva fue durante el último espectáculo en vivo del grupo: el inolvidable concierto en la azotea del 30 de enero de 1969.

 

¿Quién se atreve a decir que The Beatles no hicieron rock de alto voltaje? 

 

CARLOS DEL RIEGO

 

martes, 30 de septiembre de 2025

SEIS DÉCADAS DE LA SAGUINARIA, DESASTROSA Y FASCISTOIDE REVOLUCIÓN CULTURAL CHINA


Ejecuciones, linchamientos, degradación pública fueron corrientes en la Revolución Cultural China

 

En mayo del próximo año se cumplen sesenta años de la puesta en práctica del segundo de los proyectos personales de Mao Zedong, la Revolución Cultural, cuyos resultados fueron tan desastrosos, catastróficos, mortales para la población china como su anterior plan, el Gran Santo Adelante. La cifra de muertos de los siniestros y totalitarios proyectos maoístas supera los 50 millones de personas. A la altura de Hitler o Stalin

 

Hace casi seis décadas, en mayo de 1966, daba inicio una iniciativa personal de la mente desquiciada y dictatorial de Mao Zedong para China, la Gran Revolución Cultural Proletaria, que resultó un completo fracaso y un baño de sangre. No era la primera vez que Mao imponía a sangre y fuego sus disparatadas y criminales ideas.

 

La terrorífica ocurrencia de Mao, el sangriento disparate se dio en llamar  Revolución Cultural y se prolongó durante diez años, de 1966 a 1976, cuando por fin muere el tirano; en realidad la cosa vino a ser una purga de intelectuales, profesionales, cargos del partido, militares, civiles de ciudades y del campo y, en fin, de todo el que fuera sospechoso de no ser lo suficientemente entusiasta con el amado líder y su pensamiento. Pero lo que verdaderamente pretendió Mao fue liquidar a todo aquel le pudiera hacer algo de sombra, a todo el que sospechara que pudiera disputarle el poder y a todos los que lo criticaron por el terrible desastre que fue el llamado Gran Santo Adelante (1958-1962). Además, la intención era borrar todo lo que pudiera ser calificado como burguesía reaccionaria o capitalismo (como si para entonces quedara huella de capitalismo en aquella China), y también había que eliminar toda huella de la cultura tradicional china y, por supuesto, de cualquier cosa que oliera a religión. Para poner en práctica esta campaña, el dueño de China se apoyó en la Guardia Roja, ejército de jóvenes extremadamente fanáticos encargados de ir buscando y eliminando a todo el que les pareciera reaccionario o contrarrevolucionario, ya que los guardias rojos tenían competencia para elegir a quién ejecutar. Lógicamente, la herramienta utilizada fue la violencia más brutal. Torturas, palizas, saqueos, desplazamientos forzosos (millones de jóvenes urbanos fueron ‘destinados’ a trabajo en el campo), encarcelamientos sin mediar palabra, trabajo hasta la muerte, humillaciones públicas, fusilamientos…, la lista de las barbaridades llevadas a cabo en la cacería va mucho más allá de lo que pueda imaginarse.

 

Así, entre otras acciones perpetradas por la Guardia Roja, fueron exhumados, juzgados, condenados y quemados los huesos de algunos emperadores chinos de muchos siglos atrás; se destruyó patrimonio histórico, artístico y cultural de valor incalculable, se prohibieron las bodas al estilo tradicional chino y muchas otras costumbres arraigadas en el pueblo; se saquearon y arrasaron templos (Buda y Confucio se convirtieron en demonios antirrevolucionarios), bibliotecas y otros edificios, se quemaron libros por miles, cementerios, objetos de arte… y, especialmente, todo lo que oliera ligeramente a la tradición, a creencias, a cultura o a extranjero.

 

Y se ordenó a las policías locales que jamás interviniesen en las acciones de la Guardia Roja, que actuaron de modo idéntico a las SS nazis. Los especialistas no se ponen de acuerdo para la cifra de muertos que causó la Revolución Cultural, aunque sí se barajan algunos datos: en Pekín, en sólo dos meses de 1966 fueron ejecutadas casi dos mil personas y se produjeron cerca de mil suicidios entre los que iban a ser detenidos. Las estimaciones más bajas hablan de unos tres millones de muertos, otros elevan la cifra hasta los diez millones, a los que hay que añadir cantidades parecidas de heridos, mutilados y desaparecidos (muchas veces llegaba la Guardia Roja, se llevaba a uno o a la familia entera, y de ellos nunca jamás se volvía a saber). Evidentemente, los sucesivos gobiernos chinos siempre se han opuesto a llevar a cabo una investigación sobre el asunto. Igualmente es relevante el hecho de que la educación se convirtió en el medio ideal de adoctrinamiento, sustituyéndose materias típicas de la enseñanza por dogmas ideológicos. Puede afirmarse que la cultura y la educación en aquella China fueron enjauladas en el férreo corsé maoísta.

 

Pero por muy aterrador que parezca, las brutalidades cometidas durante la Revolución Cultural (que se concentró en intelectuales, militares, políticos, clases medias urbanas) se quedan en poco si se comparan con las ocurridas años antes en el Gran Salto Adelante (1958-61 ó 62, también idea de Mao y que se cebó en los más pobres, en los campesinos y poblaciones rurales).  Baste recordar que la cifra de muertos que causó ese ‘salto’ varía, según investigadores, entre los 25 y 50 millones, siendo imposible precisar, ya que la mitad de las víctimas ‘desaparecieron’, simplemente se las llevaron de casa y nunca más se volvió a tener noticia de ellos. Y es que, además, de la más salvaje violencia, el Gran Salto Adelante exigía entregar toda la cosecha al estado, de modo que millones de personas murieron de hambre por las calles, a veces a las puertas de almacenes repletos de grano para exportar (sobre todo a la URSS a cambio de maquinaria pesada, y para pagar deuda).

 

Lo incomprensible es que, a pesar de aquellas aterradoras atrocidades, en China y otras partes del mundo hay quien sigue rindiendo culto y admiración  a Mao (que fue definido por una de sus colaboradoras-amantes como “un sicópata ebrio de violencia”), y a nadie se le ocurre preguntar por aquellos ‘desaparecidos’, ni en China ni fuera. Aunque sean millones. Es acongojante. 

 

CARLOS DEL RIEGO

 

domingo, 21 de septiembre de 2025

FALLECEN RICK DAVIS (SUPERTRAMP) Y MARK VOLMAN (THE TURTLES), REPRESENTANTES DE LOS 70 Y DE LOS 60

 


Rick Davis, inolvidable teclista de Supertramp

 


Mark Volman, siempre será 'Happy together'

Fueron dos músicos que tuvieron la suerte de alcanzar el gran éxito mundial, ese que todos persiguen desesperadamente, lo admitan o no. Mark Volman siempre será la voz de la inolvidable y siempre presente ‘Happy together’ The Turtles. Rick Davis fue el co-artífice del éxito de Supertramp. Ambos ya forman parte de la historia del rock, de la historia de la música del siglo XX.

 

Supertramp fueron durante un sexenio mágico (de 1974 a 1980) la banda más famosa del planeta, y sus discos se vendieron como rosquillas. Su sonido fue obra de Rick Davis (1944-2025), de su maravilloso y dulcísimo piano eléctrico Wurlitzer y de esa voz nasal, melosa, inconfundible. Cierto que sin Roger Hodgon nada hubiera sido igual, pero es que de la combinación de ambos es de donde surgió la magia (y eso que en no pocas veces se llevaron… bastante mal, algo muy común en las parejas de compositores). En todo caso, la inconfundible sonoridad de Supertramp estaba muy cuidada, pues sus principales autores (los susodichos Davis y Hodgson) eran músicos fantásticos, con gran sentido de la armonía y partidarios de la visión más artística de la música. En sus canciones no cabía improvisación (ni siquiera en algunos pasajes que se acercan al jazz), sino una meticulosidad casi obsesiva, con un sonido muy equilibrado, composición inspirada, finísimos arreglos y pinceladas de exquisita musicalidad con solos deliciosos…, bien puede afirmarse que algunas de sus piezas semejan cuadros de gran maestro de la pintura.

 

Toda la cara A de ‘Crisis? What crisis?’ es un prodigio de creatividad en la que hay casi de todo; y qué decir de la preciosista ‘Fool´s overture’ o las pegadizas ‘Give a little bit’ o ‘Babaji’ de su otra obra cumbre, ‘Even in te quietest moments’; no se pueden olvidar éxitos mundiales como ‘Dreamer’, ‘School’ y ‘Bloody well right’ (dentro del insuperable ‘Crime of the Century’), o ‘Logical song’, perteneciente a su multimillonario ‘Breakfast in America’. Sí, el público estuvo con ellos durante lustros, pero la crítica los destrozó acusándolos de un gravísimo pecado en aquella época: ser comerciales, vender muchos discos; y basándose en esto los pusieron verdes en casi toda publicación que se creía legitimada para entregar carnets de autenticidad. Lo malo es que aquello caló, al menos en su momento, y muchos fanáticos del rock colocaron (injustísimamente) a Supertramp en su lista negra. Tantos años después, fallecido Rick Davis, por fin el grupo ya tiene la consideración que merece.

 

El tema ‘Happy together’ de The Turtles aparece en más de treinta películas, en más de dos docenas de series de televisión (incluyendo seis o siete capítulos de Los Simpsons), en anuncios de coches, de alimentación, video juegos, bebidas, líneas aéreas, deportes… Sin duda, es una canción no sólo tremendamente pegadiza, sino que no ha perdido vigencia ni presencia desde que se publicó allá por 1967. Mark Volman (1947-2025) fue mucho más que el teclista, guitarrista, coros y armonías vocales de ‘Happy together’, pues volvió a ser protagonista como parte de Flo & Eddy e incluso como integrante de The Mothers of the Invention del heterodoxo Frank Zappa, pero siempre será recordado por aquella canción. Él mismo dijo que había cantado mucho más que esa melodía, pero que a esa pieza le debía casi todo lo que fue, de hecho, afirmó que “estoy seguro que todos los grupos de la historia hubieran sido felices aunque sólo hubieran tenido una única canción de tanto y tan perdurable éxito”. Los autores de tan enorme ‘hit’, Alan Gordon y Garry Bonner, se la ofrecieron a varios grupos estadounidenses de la época, pero increíblemente todos la rechazaron, e incluso alguno la calificó como ‘terrible’; seguro que todos ellos llevan casi seis décadas tirándose de los pelos por haber sido tan cortos… Mark Volman forman parte del parnaso del pop gracias a dicha melodía.

 

Han pasado muchas décadas de ‘el momento’ de Mark y Rick, pero lo bueno del artista que alcanza el éxito es que su obra siempre, siempre, está presente. Y ellos ya están ahí, en ese ‘siempre’.

 

CARLOS DEL RIEGO